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del

Tabacón B. Linus
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

30 de marzo, 2016

El reciente y videograbado incidente en el periférico -entre policías ministeriales y un conductor haciendo un despliegue peculiar de riqueza insultante, irresponsabilidad cívica y, hay que reconocerlo, cierto valor folklórico ante una agresión artera- sintetiza muy bien los retos de la seguridad pública en Yucatán.

Por un lado, el reto de una policía ministerial mal preparada para sus tareas, con una ética profesional cuestionable y del todo descoordinada con una respetada fuerza policial de la Secretaría de Seguridad Pública. Por el otro lado, ciudadanos que se conducen sin ninguna responsabilidad social, fiscal o cívica hacia el bienestar y seguridad colectivos. En ese microcosmos del video que circuló viralmente en las redes, vimos a una nueva Mérida.

Nadie, ni siquiera funcionarios del más alto nivel, niegan que los policías hicieron mal. Punto. En el más probable de los casos, los policías querían “bajarle” unos cuantos pesos al conductor para cubrir algún gasto mundano en una calurosa Semana Santa. Buscaron un auto con pinta vulnerable y rentable (esto es, que se viera que el conductor pudiera desembolsar quinientos o mil pesos sin problema), y se lanzaron sobre el vehículo. Hasta ahí el conductor es inocente, pero sólo hasta ahí. El conductor se puso y nos sigue poniendo a todos en mayores riesgos – y con ello pierde su inocencia- por otros factores que vale la pena analizar.

La camioneta en cuestión, uno adivina en las imágenes del video que es una BMW-X5, con un precio que ronda los dos millones de pesos (según modelo y tipo de cambio con el dólar), no traía instalada la placa delantera y la placa trasera estaba bajo una mica ahumada. Una mica que no permite a las cámaras de la Secretaría de Seguridad Pública leer las placas y tener control del vehículo y sus datos básicos. Tenemos, entonces, un auto exuberante con placas de Quintana Roo, circulando sin una placa y con la otra placa totalmente “ciega” para los sistemas de seguridad estatales. Ése sí es un peligro para todos los yucatecos, y quien lo conduce es un irresponsable, si es que es un ciudadano de bien. Claro, ante tal arca abierta, los no tan justos policías ministeriales decidieron pecar, parafraseando el refrán.

Eso no es todo. La seguridad y la paz social de una comunidad, descansan no sólo en la fuerza y el control; demandan también cierta armonía mínima. La armonía exige evitar -o por lo menos no hacer insultantes- los contrastes sociales y el despliegue absurdo de riqueza. Una camioneta de millones -y un reloj del conductor, que parece ser un Cartier de oro rosa que vale varios cientos de miles de pesos y que lucía saliendo por la ventanilla- no son una invitación a la armonía social en un estado con contrastes sociales como Yucatán. La moderación también es virtud de la paz social, y más si quien incurre en esas conductas es un visitante de un estado con notables conflictos criminales y actividades “grises”, si no es que “negras”.

En ese tono, si uno visita los estacionamientos de las principales cámaras empresariales de Yucatán, se encuentra con que una buena parte de los autos de lujo y súper lujo, no tienen placas del estado, indicando que en su momento sus propietarios se ahorraron el dinero de la tenencia y con ello rompieron una cláusula básica de cualquier contrato social: la solidaridad que se expresa a través del pago de impuestos que solventan servicios para todos, especialmente los que menos tienen. Es eso, o tal vez algunas cámaras empresariales yucatecas en realidad son territorio de empresarios quintanarroenses que las dirigen, en una mala broma.

Tenemos un estado donde todos pedimos seguridad, pero no todos ponen su grano de arena. La policía no puso su grano porque debió haber detenido el vehículo desde que entró a Yucatán por violaciones obvias a los controles de seguridad que ya describimos. La sociedad tampoco pone el suyo porque estamos llenos de autos de lujo, propiedad de yucatecos, pero con placas de estados que eliminaron la tenencia antes que el nuestro; y la policía no puede detener a cuanto vehículo de lujo de otro estado nos visita, porque incurriría en una molestia mayor a muchos ciudadanos. Se mezclan la mezquindad fiscal y social, el cálculo de opinión y política de los mandos policiacos y la irresponsabilidad de todos.

La seguridad pública y la paz social exigen corresponsabilidad. Una policía honesta y bien preparada, que en el caso de la ministerial brilló por su ausencia; una ciudadanía que cumpla con sus obligaciones mínimas, que a veces también se ausenta. Aquí estamos y seguimos como el estado más seguro del país por nuestra cultura regional, la fuerza remanente del tejido social y fuerzas de seguridad pública que en su amplia mayoría sí están a la altura. Sin embargo, con una emergente actitud de irresponsable despliegue de riqueza, evasión fiscal hormiga y ausente de toda solidaridad cívica, sumadas a algunos elementos policiales descarriados, todos estamos en riesgo.

Un video reveló los dilemas mundanos y pueriles de la seguridad y la paz social en Yucatán, esperemos que por un nuevo video sobre nuestras inmundas contradicciones, no empiecen las fuerzas criminales a rebelarse.

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