Racismo y discriminación

Rene Ramirez Benitez
Foto:Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

29 de marzo, 2016

El tema del racismo y la discriminación, tanto en Mérida como en Yucatán en general, siempre ha sido un problema que no se ha situado correctamente en el centro del debate público más allá de discusiones académicas. Nuevamente el tema surge a raíz de la investigación de la doctora Eugenia Iturriaga, profesora de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, quien a principios de este mes publicó un artículo en el cual sacó a relucir parte de sus líneas de investigación.

En sus investigaciones, la doctora Iturriaga argumenta que este comportamiento se presenta en las elites tradicionales, descendientes de las antiguos hacendados henequeneros, cuyas conductas y preceptos infectan a toda la sociedad. En nuestra comunidad persiste la idea equívoca de una superioridad debido a ciertas características. Una sociedad lastimosa que vulnera a lo que considere diferente, posicionándolo como inferior. En palabras de la investigadora, “vivimos en una sociedad [en la] que el color de la piel otorga privilegios”. A lo anterior surgen diferentes preguntas obligadas ¿cuándo inició? ¿Cómo podemos transformar nuestra comunidad hacia una que acepte la diversidad y lo que conlleva?

Es difícil responder la primer pregunta, sin embargo, para situar lo antiguo que es este fenómeno, podemos remitirnos a un texto escrito por Octavio Paz el 8 de mayo de 1937 para el periódico El Nacional durante su primera visita a Mérida, como parte de una campaña de alfabetización para las comunidades indígenas. Paz describe a una Mérida colorida y llena de vida, pero después de un tiempo se da cuenta de la división por clases sociales, por la miseria y servidumbre; "toda una orgullosa arquitectura de castas". Lo que más llamó la atención al autor de El Laberinto de la Soledad fue la forma en cómo el color de piel jugaba un papel fundamental en el reparto de ganancias; una sociedad que hablaba con entusiasmo del racismo alemán y su renuncia a “mezclar sangre” con lo indígena, considerado inferior. Estos conceptos y estructuras siguen latentes a pesar del tiempo, las generaciones y los avances jurídicos.

Con lo anterior nos damos cuenta de lo arraigado de estas ideas que reducen lo indígena a un otro que no tiene derecho, donde sólo las personas de tez blanca o apellido español podrían gozar de todos los derechos. Todo esto va más allá del color de piel, y llega hasta cuestiones de género, homofobia, clasismo y muchas otras manifestaciones de odio. Tenemos que modificar la idea de que el sol sólo brilla para unos pocos. Es preocupante que este tipo de prácticas continúen vivas en la sociedad actual; prueba de ello es la Encuesta Estatal sobre Discriminación del 2014, realizada por la CODHEY, en la que el 40 por ciento de la población afirma haber sido discriminado. También se llega a la conclusión de que los grupos con mayor índice de discriminación son aquellas personas con piel morena, con preferencias sexuales diferentes a la heterosexual, en situación de pobreza, jóvenes, indígenas y personas con VIH.

De igual manera, es preocupante que de acuerdo con el estudio antes mencionado, nuestra entidad tenga índices altos y preocupantes sobre esta temática. Yucatán cuenta con los mecanismos jurídicos e institucionales para combatir la discriminación, ejemplo de ello son la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación en el Estado de Yucatán; una Ley Federal en el mismo sentido; el artículo segundo de la Constitución del estado, el cual prohíbe la discriminación; el delito de Discriminación en el artículo 243 del Código Penal del estado. Sin embargo, dentro de la línea institucional sobre este tema, una solución sería un consejo para prevenir y eliminar la discriminación a nivel estatal, justo como en la Ciudad de México o en Argentina; instituciones encargadas de combatir esta enfermedad social y misma que llegaría a ser imperativa en nuestro estado.

Este problema no se resuelve sólo con instrumentos jurídicos e institucionales. No se trata de instituciones modificando a la sociedad, sino de una sociedad que se modifica a sí misma. La educación y el respeto son herramientas fundamentales para combatir esta manifestación de odio que afecta lo colectivo. Las nuevas generaciones de yucatecos tienen la obligación de ser punto de quiebre, consolidándose como una comunidad con una mayor cohesión que invite a todos a unirse. No se puede continuar con una indiferencia hacia este tipo de acciones. Es lamentable que en pleno siglo XXI, existan personas que laceren o no permitan que otras personas puedan ejercer un derecho e incluso disfrutar de la vida, sólo porque poseen otras características que simplemente son parte de la diversidad que conforma a cualquier sociedad.

Nuestra entidad y nuestro país en general, vive una situación que necesita a una sociedad que no esté dividida; en un país democrático, de avanzada al que aspiramos llegar a ser, no tienen cabida este tipo de pensamientos y acciones que sólo crean ciudadanos de segunda, los cuales no pueden gozar de derechos fundamentales debido a malas concepciones sobre ciertas características que para nada definen a una persona. Los problemas se enfrentan con unidad, y la discriminación sólo ayuda a los malos políticos; los que aplican el famoso refrán "divide y vencerás". Lo que sucede en la carrera presidencial en Estados Unidos con el efecto Trump es un claro ejemplo sobre los efectos del racismo o alguna otra exteriorización del odio, y lo que sucedería si dejamos crecer esta hierba mala. De no hacer nada al respecto, en Yucatán nacería pronto un Donald Trump.

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