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Tabacón B. Linus
La Jornada Maya

18 de marzo, 2016

A todos los mexicanos nos indignó lo que pasó en Tajamar. Se arrasó con un ecosistema único, que tomó siglos en formarse. Cayeron manglares y se depredó a la fauna. Todo ocurrió en nombre del desarrollo y el crecimiento económico; obvio, se esgrimieron alegatos pseudo-jurídicos, y no faltó quien dijera que obstaculizar Tajamar era obstaculizar la prosperidad y la inversión. La verdad es que los ganadores esenciales de esa tan manoseada prosperidad serían unos cuantos empresarios desarrolladores. Amplios sectores ciudadanos denunciaron y actuaron contra el ultraje.

Con esa idea en la cabeza, no está fuera de lugar pensar en los centros históricos coloniales como ecosistemas culturales e históricos únicos. Ecosistemas sociales y arquitectónicos frágiles, amenazados por un desarrollo sin control, por la ausencia o negligencia de algunas autoridades para preservar tesoros que son de ésta y de futuras generaciones.

Nuestro Centro Histórico es el Tajamar -el manglar social y urbano- de la Ciudad de Mérida. El Centro Histórico necesitó de siglos para tomar su configuración actual. Las casas centenarias son tan preciosas e irremplazables como los árboles de los humedales; el trazados de sus calles, el color y tipo de fachadas tan hermosas como los ríos y flores en una zona de manglar. Y claro, nosotros, los meridanos, somos la fauna que la habita y hace de ese lugar tan especial, su hogar, su casa común.

Por esa razón -porque el Centro Histórico es un ecosistema cultural y arquitectónico tan frágil- debe ser un espacio urbano estrictamente normado. Su desarrollo debe ser gradual, paulatino, con amplios consensos sociales. Debe preservarse su esencia, buscar la evolución y nunca apostar a desarrollos explosivos o disruptivos. En ese escenario, el INAH es nuestra procuraduría ambiental, nuestra comisión de áreas naturales protegidas, el protector de un tesoro comunal y comunitario; sin importar que súbitamente intereses comerciales y económicos lo intenten convertir en institución candidata al linchamiento.

Se habla de mil millones de pesos de inversión en el Centro Histórico de Mérida. Debemos preguntarnos pues, de dónde sale esa cantidad, ¿existen ya proyectos registrados ante el INAH, por la iniciativa privada, que suman ese monto? Si cada proyecto significara una inversión promedio de 5 millones de pesos, que es algo razonable de pensar, estamos hablando de 200 proyectos de inversión en el Centro Histórico que el INAH tendría supuestamente parados ¿Son mil millones reales, contantes y sonantes? ¿Hay un padrón de proyectos efectivos o son estimaciones para los medios?

Por otra parte, la inversión por la simple inversión no es garantía de algo positivo. Mil millones para el Centro Histórico no significan forzosamente mil millones para crear riqueza o valor; pueden terminar siendo mil millones que en el largo plazo devalúen al Centro Histórico. Se lee en declaraciones de empresarios que muchos proyectos son para tiendas de conveniencia (nos imaginamos de qué franquicia y cadena), arrendadoras de autos (más vehículos en un centro congestionado) y hoteles boutiques (¿de qué calidad y rentabilidad?), entonces esos mil millones ya no suenan tan ideales para el ecosistema arquitectónico y social del Centro Histórico. Los dueños de Tajamar también podrían decir que van a invertir miles de millones en sus torres de departamentos de lujo, que van a crear empleos y rentabilidad, pero eso no hace de su inversión algo deseable.

Si se trata de inversiones que transformarán al Centro Histórico, hay que vigilar que éstas no desfiguren su rostro. Hay que reiterarlo, no debe haber transformación, sino evolución natural y orgánica del corazón de nuestra ciudad. Si vemos otras inversiones transformadoras que en el nombre de la economía y el empleo se hicieron en décadas pasadas, el INAH es entonces nuestra única línea de defensa como comunidad ante intereses particulares, que pueden ser legítimos y bien intencionados (nadie lo duda), pero no los ideales para un ecosistema cultural, urbano y arquitectónico muy frágil y hasta algo mal herido.

Tratemos al Centro de Mérida como un tesoro único, con delicadeza, con manos de restaurador, y habrá prosperidad y bienestar para todos. Querer quemar al INAH con leña verde genera suspicacias, no es propositivo ni responsable; únicamente revive memorias de Tajamar.

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