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Arminda María Pérez Cruz*
Foto:Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

2 de febrero, 2016

La música de fondo y el taconeo amenizan la vaquería, las mujeres se han puesto sus mejores galas, portan hipiles bordados a mano o el terno de la abuela llevado con orgullo y gracia; pronto los caballeros sacan a bailar a las solteras y comienza la fiesta del pueblo para celebrar al patrono de la comunidad.

Esta, puede ser la imagen tradicional que cualquier turista imagina de Mérida, Yucatán: hermosas mujeres con colorete y bailando jarana, o ¿será que Chichén Itzá, la mística zona arqueológica y maravilla del mundo moderno, ya les robó protagonismo? Sea como sea, no sería la primera vez que la imagen de la mujer se menoscaba en la entidad.

Este año se cumplió el centenario del Primer Congreso Feminista de Yucatán, celebración que originó que el Congreso del Estado rindiera homenaje a Elvia Carrillo Puerto, activista que luchó por el voto de la mujer. Los diputados aprobaron la declaratoria 2016, Año del Centenario del Congreso Feminista de Yucatán. La pregunta obligada es ¿tanta faramalla de verdad mejora la vida de las yucatecas O, al menos, les permite conservarla?

En los últimos años Yucatán ha sido escenario de diversos crímenes contra la mujer, entre los que destacan los asesinatos que no solamente no han sido tipificados como feminicidios, sino que se han originado especulaciones en contra de las víctimas, en función del “desprestigio” sobre su forma de vivir, como si eso fuera una excusa para los victimarios.

Es importante definir el término feminicidio. Según la Real Academia Española de la Lengua, es el “asesinato de una mujer por razón de su sexo”. Algunos autores como Diana Russell y Jane Caputi lo explican como “El asesinato de mujeres, motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad de las mujeres” y la Constitución Mexicana indica en el Art. 325 del Código Penal Federal: “Comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género”. Entre las consideraciones para calificar un asesinato como feminicidio se encuentra la violencia sexual, lesiones o mutilaciones, actos de necrofilia, antecedentes de violencia en cualquier ámbito, cercanía sentimental con el agresor, amenazas, acoso, así como que la víctima se haya encontrado incomunicada antes del asesinato o haya sido expuesta en algún lugar público después de perder la vida.

¿Qué espera el Estado para hacer justicia? Se han presentado casos en la entidad con al menos una de estas características, ¿por qué no actuar? Quizá la respuesta es política: a ninguna entidad le conviene activar una alerta de género, y menos tratándose de una tan “segura” como Yucatán.

Es una exigencia que las autoridades actúen, pero también es necesario que no sólo al Estado, sino todos y cada uno de los habitantes de Yucatán, digamos ¡Ya basta!

*Egresada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Interamericana para el Desarrollo.

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