Juan Manuel Contreras
La Jornada Maya
Con cada paso que camina Jesús de Nazaret cargando su cruz, la fe católica encuentra su cauce y su razón de ser. El viacrucis es una de las fechas más emotivas para quienes profesan dicha creencia; y en México, casi cada municipio organiza con tiempo de anticipación la representación anual, esperando mejorarla año con año. Uno de los viacrucis más representativos del estado de Yucatán tiene lugar en Baca, en donde más de 50 actores salen a escena ataviados con trajes de la época para dar vida a los personajes que jugaron un papel en el último día de la vida de Cristo, que en esta ocasión estuvo representado por Julio Armando Puc Balam.
En la víspera de la crucifixión, los ánimos en el poblado adquieren el tinte gris característico de la festividad. El ajetreo es evidente en los rostros de quienes encarnarán a los protagonistas, pues tratan de cuidar cada detalle de sus vestimentas. Al filo del mediodía, ya está todo listo para dar inicio al recorrido. La música sacra impregna el ambiente de solemnidad mientras los feligreses poco a poco apersonan
en los bajos del palacio municipal, que para esas horas ya alberga a decenas de soldados romanos que aguardan recelosos la llegada del mesías, a quien horas después clavarán en una cruz, según dictan las milenarias escrituras.
Conforme transcurre la representación, la actitud de los asistentes se transforma y sus corazones se aceleran cada que un súbdito de Poncio Pilatos asienta un certero latigazo sobre la humanidad del nazareno. “Perdónanos, Dios mío”, exclama una mujer mientras observa la dantesca escena.
En los alrededores del parque los niños juegan, comen palomitas y platican sobre lo que sucederá. Ellos dicen conocer bien la historia, pues la viven cada año; y para algunos de ellos sería un gran honor representar a Jesús en los viacrucis venideros.
Parecía que el astro rey daría tregua este año, sin embargo luego de la primera caída del galileo, los rayos solares bañaron los rostros de los deudos, aunque no fue impedimento para que continuaran con su procesión camino al Gólgota, en donde al zenit, su salvador sería crucificado a lado de dos ladrones.
Una vez consumado el acto, la multitud se disipa. Muchos van a sus casas a reflexionar, otros continúan con sus actividades cotidianas una vez cumplido el compromiso. Lo que sí comentan es que cada año la afluencia es menor, una de las tantas evidencias de la desacralización que se vive en el estado; y la falta de interés en preservar las tradiciones.
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