Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Jueves 4 de abril, 2019

Durante las excavaciones en los terrenos donde posteriormente fueron edificados las granjas de cerdos de la empresa Kekén, en el municipio de Kinchil, emergieron piezas de cobre que viajaron hasta la península de Yucatán hace cientos de años, posiblemente desde lo que hoy es Centroamérica.

En las excavaciones realizadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del grupo habitacional XI de Granjas Kekén en Kinchil, se descubrieron dos sorprendentes piezas de cascabeles de cobre: uno de éstos representa un rostro de un poderoso señor y el otro es una delicada campanita.

El rostro de este poderoso señor, amplificado, es la impresionante portada del libro [i]Kinchil, Salvamento arqueológico en Granjas Kekén, noroeste de Yucatán[/i], libro de 133 páginas editado en Yucatán (2018), con el patrocinio de la empresa Kekén y el apoyo del INAH y de la Secretaría de Cultura de México. Dicho rostro, además, del cascabel-efigie, representa la cara de un señor o jefe guerrero local, de la misma orden castrense a la que pertenecieron los guerreros Itzá, según explica Ana María Padilla Dorantes.

La edición financiada por la empresa Kekén, es prolífica en sus fotografías a colores, diagramas, croquis, mapas, que ilustran con lujo de detalles el repertorio de piezas arqueológicas halladas en los terrenos de dicha empresa.

Es una obra de divulgación de ese patrimonio cultural rescatado en apenas el 10 por ciento de las tres mil hectáreas de las Granjas de Kekén, ya que las estructuras de la empresa porcícola ocupan únicamente ese porcentaje del terreno en el que se hallaron, por ejemplo, los restos de un juego de pelota.

Como añade Ana María Padilla Dorantes en el capítulo cinco, las piezas de cobre halladas fueron elaboradas a través de la técnica de vaciado a la cera perdida y podrían formar parte de las piezas en aleación de oro y cobre provenientes de lo que hoy es Costa Rica, Panamá y Honduras. Dichas piezas viajaba a la península durante el periodo de hegemonía de Chichén Itzá, entre los IX y XI a través del comercio marítimo.

Cabe destacar que “la pequeña comunidad maya que en la época prehispánica habitó en los contornos de lo que hoy son los terrenos de la Granja Kekén en Kinchil evolucionó inmersa en los vaivenes de la dinámica política, económica y cultural que caracterizaron cada uno de los diferentes periodos del desarrollo de la civilización maya en el norte de Yucatán, en particular de la región noroccidental a la que perteneció”, según explican Fernando Robles Castellanos y Anthony P. Andrews.

Esa pequeña comunidad dejó una colección de piezas y de vestigios que retornaron a la luz durante las excavaciones iniciadas en 2015. Hablamos, por ejemplo, de un juego de pelota cuya construcción, según los arqueólogos, data del Preclásico Medio.

[b]Vestigios materiales[/b]

Según Susana Echeverría Castillo y Rubén Chuc Aguilar, la cancha del dicho juego está formado por dos construcciones paralelas de 19 metros de largo y cinco metros de ancho y una plataforma pequeña de 5 metros de largo por cuatro metros de ancho.

Además, se hallaron otras construcciones asociadas a dicha estructura, como un basamento rectangular situado a 46 metros al sur de la cancha así como otras dos estructuras más. Es decir, en éste conjunto arquitectónico posiblemente radicó un señor de relativa importancia social dentro de su comunidad.

Asimismo, hallaron los restos de que fue un antiguo caserío maya que desde el Preclásico Medio y hasta el Clásico Tardío evidencian ocupación prehispánica de la zona.

Posteriormente, después de varios siglos de abandono del paraje hoy ocupado por Kekén, en algún momento del siglo XIX –o quizá antes– sobre los vestigios mayas se levantaron rústicas construcciones que al parecer sirvieron de campamento a cortadores de palo de tinte y mata tintórea.

Además de esa interesante historia, el libro presenta una colección de fragmentos de cerámica de colores monocromos rojo, negro o bayo, del tipo Alfarería Nabanché, así como fragmentos de cajetes, ollas y cuencos.

No menos relevante es la colección de manos de metate y morteros hallados en el sitio. Hablamos de ocho manos de metate recuperadas, así como de percutores, alisadores y hachas de piedra.

Entre las otras piezas halladas destaca un pendiente elaborado con un fragmento de concha así como 21 elementos de pedernal.

Esta fascinante historia del salvamento realizado por el INAH es una muestra más de la riqueza cultural, artística e histórica oculta en cada paraje de Yucatán.

Con un tiraje de 500 ejemplares, el texto también estará disponible en línea, según anunciaron los funcionarios de la empresa, para que pueda ser consultado por quien lo desee.


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