Paul Antoine Matos
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Viernes 29 de septiembre, 2017

La ceiba maya crece desde el inframundo hacia los 13 cielos, sus colores, rojo, negro, amarillo y blanco, recorren los cuatro puntos cardinales y un quinto árbol se queda en el centro del mundo. De entre sus flores brotan los dioses, ocultos en pétalos blancos y rosados.

México, a lo largo de su historia prehispánica, colonial e independiente, ha rendido culto a las flores. Bellas y divinas, en sus diversos colores, aromas y propiedades se identifican las culturas del país que se unen por el tallo. Es origen del mundo y fin de la vida, símbolo de fertilidad y de salud.

A partir de 230 piezas, [i]La flor en la cultura mexicana[/i], en el Museo Regional de Antropología Palacio Cantón, recobra los valores estéticos e ideológicos de este elemento que se ha hecho tan cotidiano en nuestros días; no obstante, perdemos el asombro ante su presencia constante. La muestra estará hasta el 19 de noviembre.

[b]La flor: elemento identitario[/b]

El reto de la exposición es que la flor está normalizada, porque “andamos las calles, vemos y no vemos flores por todas partes, pero está en la autobiografía de todos nosotros. Desde que nacemos, hasta que morimos usamos flores, en nuestras fiestas, tradiciones, tristezas, alegrías, en el arte, en la cultura, todo está lleno”, expresa la directora del museo, Giovana Jaspersen.

La razón de realizar la exposición es que “es un elemento identitario hacia el interior y exterior del país, un extranjero que imagina México lo hace con pirámides y flores”.

A lo largo de la historia, dice, su construcción ha ido evolucionando. Desde Mesoamérica al arte prehispánico, pasa por ser objeto de estudio científico, pero también de uso común en la ropa. “Se transforma, se reinterpreta y se vuelve a plasmar”, enfatiza Jaspersen.

También se convierte en un símbolo de romanticismo asociado a las mujeres durante el siglo XIX, considera, por lo que se busca descentralizarlo para recuperar sus valores históricos que son una parte de todos nosotros.

A su vez, en la exposición la flor se convierte en un punto de encuentro en un país multicultural y multiétnico, afirma.

En el México prehispánico la influencia de la flor la convierte en el centro del universo. Sus cuatro pétalos, norte, sur, este y oeste.

En la región maya, la ceiba florida aún alumbra de flores las calles de las nuevas ciudades. Las esporas blancas de marzo, el cadarzo, se convierten en nieve de pétalos suaves. El dios Itzamná en su forma de ave vuela para llevarlas a toda la tierra y que más árboles crezcan.

[b]Marcaje histórico[/b]

En la sección [i]Flor, metáfora de lo precioso[/i] se nota la constante presencia de este elemento en la sociedad mesoamericana. Los guerreros se tatuaban la piel con tinta que se coloca en sellos grabados para los rituales y las batallas; los vasos, jarrones, edificios se adornan silvestremente, murales teotihuacanos son coloreados con árboles repletos las xóchitl del Anáhuac de colores rojos, amarillos, rosas, verdes y blancos.

En [i]Xochimilco, el campo de flores[/i], aparece piedra tallada con cuatro piedras del período postclásico. Desde dentro de un maíz, encontrado en la isla maya de Jaina en la costa campechana, nace un dios color mostaza.

Los imperios prehispánicos florecieron como los elementos que les daban identidad. La sangre derramada y los genitales en el sacrificio eran símbolos floridos, en la que la tierra se volvía fecunda. Se identificaron con ellos y permitieron que se inserten en su vida como símbolos de divinidad, medicina y su relación con la naturaleza.

La llegada de los europeos y el Cristianismo transformó su papel. En [i]Alegoría de lo divino[/i], la conversión ocurre a través de los elementos de identidad. Los conquistadores se apropian de ellos para facilitar la penetración de su religión entre el politeísmo mesoamericano.

El catolicismo generó obras de arte en las que Antonio Torre pinta La inmaculada concepción de María, en la que surge de una flor, al igual que los dioses que intentó extinguir. También pasa en La Granada, un custodio chiapaneco con un santo dentro, cuyos pétalos fueron deshojados durante la Revolución Mexicana por los constitucionalistas, para convertirlos en lingotes de plata para las arcas de Hacienda.

La Virgen de Guadalupe también usa las flores. Aparece en el manto de Juan Diego con ellas. En Valladolid, la cruz atrial presenta ángeles y a Jesucristo, cuyos rostros tienen rasgos mayas.

[b]Vida y muerte[/b]

En México, las flores son parte de los ritos. Representan el nacimiento del mesías, en forma de nochebuenas, así como la muerte a través de cempasúchiles.

Los sacerdotes católicos se envolvían en mantos de seda bordada, bañados en oro para oficiar misas. En ellos, blancos y morados, las flores rosas y rojas, de hojas verdes adornan sus ropajes.

Con esta exposición, el Palacio Cantón puede presumir de objetos poco conocidos. Los Cubos de la Pasión son cajas de madera que provienen de un altar de una iglesia yucateca, parte del arte barroco peninsular que pueden mostrarse al público, debido a los detalles floreados que tienen.

La descripción de lo desconocido es el intento de descifrar las flores en su parte científica. Se aleja de lo divino y místico, para encontrar sus propiedades terrenales. Durante la Colonia y el siglo XIX se estudiaban, cada una de sus partes y eran descritas por medio de litografías.

En la exposición se observan las flores disecadas de girasol, algodón, vainilla, elote.

[b]Símbolo de lo bello[/b]

Presente también en el vestir mexicano, la flor se vuelve un símbolo de lo bello y es síntesis de lo diverso. La ropa tradicional de las distintas culturas del país, desde Yucatán hasta Sonora, también en Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Jalisco, Michoacán, portan con elegancia a la naturaleza en colores mágicos.

Los huicholes del Occidente mexicano adornan con chaquiras las ropas, aretes, bolsas y demás accesorios de uso cotidiano.

Al final, dos flores que significan México. El cactus, labrado en plata, florece. Es el mismo sobre el que el águila se posó para que los mexicas se asentaran en Tenochtitlán. El otro, el árbol de la vida de Metepec, es una explosión de júbilo florido, una fiesta con el arado, kioskos e iglesia, lugares en donde la flor se encuentra y pinta al país.


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