Urge derribar el estigma de peso y apostar más por una educación saludable

Hay que dejar de satanizar ciertos alimentos y no basar la salud en estándares estéticos
Foto: Fernando Eloy

Especial: ¿Somos lo que comemos?

Durante su adolescencia, Jimena subió 10 kilos arriba de su peso promedio; entonces conoció la gordofobia. A su alrededor, comentarios como “¿pero qué te pasó, si eras delgada?”, no dejaron de escucharse. Como si de algo malo se tratara, comenzó a preguntarse: “¿no me veo bien?” 

Ahí fue la primera vez que tomó la decisión de ir con una nutrióloga. Sin embargo, sus dietas se basaban en restricciones de alimentos, y todo enfocado en el peso. Luego, a solas, comenzaron “los atracones”… y así, otra vez, subió de peso, además que su espíritu y su autoestima estaban dañados.

El estigma hacia el peso es algo que debería desaparecer, las personas no son lo que comen, hay que dejar de satanizar ciertos alimentos y no basar la salud en estándares estéticos, ni en el peso, sino en una educación saludable, alimenticia, en ejercicio, inclusiva y, sobre todo, estar en paz con tu cuerpo. 

 

Ilustración Sergiopv @serpervil

 

Seguir fomentando discursos de odio, discriminación y estigma sólo genera frustración, estrés, problemas en la salud mental y física de las personas, reflexiona la nutrióloga Pamela Basulto Sosa. 

La especialista, quien brinda consejos alimenticios y de salud en general en su página de Instagram, que cuenta con más de 13 mil seguidores, explica a La Jornada Maya que el estigma de peso es la representación de la gordofobia en el ámbito científico; son todas las creencias y actitudes negativas que tienen muchas personas hacia los cuerpos más grandes.

Estas creencias, según detalla, impactan en la salud, por ejemplo, una que vive en un cuerpo más grande no acude a consulta por miedo a que le digan que es su culpa estar así, y si bien, si van, la única opción que ofrecen los especialistas en nutrición es perder peso. 

“Pensar que una persona, sólo por cómo se ve, es una persona enferma, eso es estigma de peso y esto no es así; ser delgado no significa que estés sano”, precisa la también médico general.

Muchas veces, apenas ven a una persona con cuerpo más grande, asumen que es floja, que todo el día se la pasa comiendo comida chatarra y no hace nada, agrega.

De acuerdo con Basulto Sosa, el estrés que vive una persona por estos estigmas también le afecta fisiológicamente, pues enfrentan un estrés al verse sometidas a discriminación y, además, tienen más factores de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión, entre otras.

Hay ciencia que dice que más que el peso, hay que seguir conductas de vida saludable, ir al médico, basado en una educación y no en estigmas de peso, subraya. “No debemos enfocarnos en el peso, al final no es una conducta, no es algo que podamos modificar a nuestros antojo”, indica.

El tamaño de una persona, añade, no está definido sólo por lo que come o el ejercicio que hace, sino también por el ambiente, la genética, la contaminación, el medio social, su economía. “Quedarse con la idea simplista de comer menos y movernos más para perder peso es algo que ya quedó en el pasado”, sentencia.

 

No hay que restringir comida 

La especialista indica que los expertos en nutrición deben “quitarle peso al peso”; es decir, tener cierto peso no significa salud; ésta se puede medir a través de otros indicadores. Por eso dejar las metas de bajar ciertos kilos ni restringir ciertas comidas o comiendo pastillas para perder peso. “Si quiero que mi paciente esté saludable voy a promover conductas saludables, aumentar su consumo de frutas, dejar de consumir alcohol, hacer ejercicio, tomar más agua".

“Hay que dejar de preocuparnos obsesivamente por lo que comemos y la cantidad de ejercicio y empecemos a escuchar más a nuestro cuerpo”, expresa.

A Jimena le recetaron pastillas y comenzó a bajar de peso. Con esto regresaron los comentarios optimistas. “Ahí, de manera confusa, todavía creía que ser delgada era sinónimo de verte, lucir mejor”, confiesa. Pasó el tiempo y descubrió que dichas pastillas “mágicas” tenían anfetaminas. Dejó de acudir con esa nutrióloga.

Después de varios años, se enteró del término “nutrición inclusiva” y conforme leyó y descubrió a nutriólogas que trabajan con este enfoque, comprendió que es lo más amigable con nuestros cuerpos y realmente con nuestra salud, sobre todo con un enfoque de amor y respeto.

 

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Edición: Ana Ordaz


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