Chiwik, colectiva que busca empoderar a mujeres mediante el bordado

Sociedad poblana impartió taller en municipio campechano de Hopelchén
Foto: Facebook Chiwik

Integrantes de la colectiva Chiwik -de Puebla- se encuentran en el sureste mexicano compartiendo sus experiencias como mujeres indígenas. A través de talleres que tienen el bordado como eje, las activistas han recorrido comunidades de Campeche y Yucatán a fin de intercambiar conocimientos y visibilizar las problemáticas que viven día a día.

Uno de esos talleres se realizó en el municipio campechano de Hopelchén; y acudieron mujeres de San Antonio Yaxché; Bolonchén de Rejón; San Bernardo Huechil; Xcalot Akal; El Poste; San Juan Bautista; Sahcabchén; Konchén y Pekchén. En Yucatán, compartieron con mujeres de Dzoyaxché.

La sociedad cooperativa Chiwik está integrada por un grupo de mujeres artesanas mahsehuales de Hueyapan, Puebla. Actualmente son 23 cuyas edades oscilan entre 35 y 60 años; y aunque son artesanas en su mayoría, la agrupación se caracteriza por la diversidad de conocimientos de quienes la conforman.

Su fundadora Emilia Flores Martínez comentó a La Jornada Maya que la idea surgió desde su condición de vida como mujer indígena y su contexto cultural. Para las mujeres de su comunidad, dijo, no es tan fácil prepararse académicamente; y en consecuencia la mayoría se dedica a la artesanía. 

“Son mujeres que han luchado para buscar otras alternativas y formas de vivir con sus conocimientos”, subrayó.

A sus 15 años, relató, se integró a un grupo de mujeres para especializarse en las diferentes áreas del proceso productivo artesanal en otra cooperativa municipal. Posteriormente se adhirió a un grupo de mujeres artesanas para trabajar en estos procesos.

“En esa dinámica me tocó salir, ser la vendedora, no porque yo quiera, sino porque son pocas las mujeres que ‘se atreven’ a salir de la comunidad. Empezó a haber situaciones muy complejas y una violencia tremenda hacia nosotras al llegar a la ciudad”, recordó.

A raíz de esto, comenzó a plantearse interrogantes, contó, pues la idea de salir del pueblo estaba alineada a aminorar y hacer visible la violencia que vivían en su propio municipio. Entonces, lamentó, fue una doble violencia.

 

‘Mi sueño más grande’

“En alguna ocasión alguien de la ciudad me preguntó cuál es mi sueño más grande en la vida y mi primera respuesta fue: seguir estudiando para hacer valer nuestros derechos como mujeres”, sentenció.

Luego la contactaron de una escuela llamada Desarrollo Rural, ubicada en la sierra norte de Puebla. Se trata, dijo, de una universidad muy interesante ya que está enfocada principalmente en hijas e hijos de campesinas y campesinos.

“Lo que me motiva de entrar a esa universidad es la consigna de que lo indígena no es una cuestión que te haga avergonzarte de ti misma; sino más bien es una potencia para transformar la realidad de las comunidades”, sostuvo.

Este proceso académico, prosiguió Emilia Flores, conllevó a una ruptura drástica con la comunidad y a cuestionamientos sobre el por qué estaba estudiando una carrera.

“Empezaron a haber muchos problemas con las mujeres al grado de tener que tomar la decisión de renunciar voluntariamente a la cooperativa porque no solo yo estaba sufriendo, sino también mis compañeras”.

Renunció, relató; y a eso le siguió una etapa de frustración y más cuestionamientos. Al siguiente año, fue su familia la que la motivó a retomar el trabajo con las mujeres y empezaron a descolonizar varios conceptos.

 

Nombrarse a sí mismas

En el 2017 ya eran cinco mujeres tratando de nombrarse a sí mismas. Decidieron trabajar a través de la metodología del sueño; y así fue como las problemáticas que enfrentaba cada una comenzaron a ser nombradas.

“Termino mi licenciatura haciendo una tesis sobre el trabajo organizativo y la dignificación de la cultura mahsehual en la dinámica de no tener que avergonzarnos de lo que somos ni de donde somos”, compartió Flores Martínez.

Chiwik significa bordado en náhuatl y a partir de ahí se decidieron a contar sus historias de una manera en la que no se sientan vulnerables; pero sí nombren sus vivencias, pues consideraron necesario mostrar el mundo al que se enfrentan.

En cuanto a la visita al sureste de Chiwik, la maestra Flores señaló que tiene como objetivo que sus integrantes también puedan compartir su vida y realidad con otras mujeres que no han tenido la oportunidad de pisar la academia.

“Compartir un poco de nuestra lucha por el buen vivir; y al mismo tiempo encontrar coincidencias con las otras y aprender de ellas. También posicionarnos en la dinámica de compartir nuestra propia existencia para tratar de hacer un tejido más amplio”, concluyó.

 

Edición: Laura Espejo


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