A tan sólo 6 kilómetros de Chichén Itzá fue encontrado un centro ceremonial subterráneo en el que los mayas rendían tributo a Chaac, el dios de la lluvia, llamado Balamcanché, que significa El trono del jaguar.

Aunque la cueva fue descubierta en 1932, el centro ceremonial fue revelado hasta 1959 por José Humberto Gómez, un guía de turistas que se percató de que existía un muro que no correspondía a la caverna, sino que fue hecho por el ser humano.


El muro estaba hecho con mampostería y recubrimiento de estuco. Al interior de la cámara se encontraron vasijas, incensarios y metates que revelaron que el espacio sirvió a los mayas para honrar a Chaac desde el año 300 antes de Nuestra Era y tuvo un uso intensivo entre los años 900 y 1200 de Nuestra Era, que coincide con el esplendor de Chichén Itzá.

Además, destaca la existencia de un gran pilar formado por la fusión de una estalactita con una estalagmita, el cual se conoce como la Ceiba Sagrada por ser similar a este árbol relevante para la cultura maya.


Actualmente el sitio se encuentra temporalmente cerrado al público.


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