“Los niños han sufrido una especie de regresión y es muy evidente en la consulta, al tratar de separarlos de la mamá, se aferran, lloran fácilmente, tienen irritabilidad, miedo y eso aunado al uso del cubrebocas, que ya no permite identificar el rostro humano, también les está causando mucha ansiedad”, explica el cirujano pediatra, David Canché Durán, con relación a la falta o limitación del contacto físico en los niños en esta época de pandemia, fenómeno que se ha dado en llamar “Hambre de piel”.
Como seres humanos hemos desarrollado características muy especiales y entre ellas, y por ser la piel el órgano más grande del cuerpo, es el más importante porque tiene puntos de sensibilidad. “El tacto es súper importante, incluso mucho más que cualquiera de los otros sentidos, ya que es primordial el reconocimiento de los objetos, de las sensaciones táctiles, pero sobre todo el hecho de sentirnos tocados, porque las manos tienen la mayor cantidad de neuroceptores, pero lo que es el resto del cuerpo humano está hecho precisamente para ser estimulado”, sostiene el galeno.
El especialista indica que los niños están en este momento limitados en el contacto físico, si bien no con la madre pero tal vez con sus hermanos y hasta con su padre, quien probablemente trabaja todo el día fuera de su casa, por temor al contagio.
“Nuestro cuerpo necesita esa respuesta, esa descarga, ese estímulo, al no tenerlo se va a traducir en mil cosas, un sistema inmunológico deprimido, estado mental ansioso, todavía no estamos viendo las consecuencias reales que nos va a traer todo esto”, abunda el pediatra.
Canché Durán señala que hay periodos de acción críticos en la formación del ser humano, de uno a los tres años, que si éste no tiene contacto físico o no es tocado por sus congéneres, puede volverse en un grave problema de sociopatía, “el niño se vuelve más aislado, más uraño, poco participativo y eso es un peligro latente, además que en este momento está también privado de la percepción visual del rostro humano”.
Dopamina y cortisol
Manifiesta que el hecho de tocar las manos es una liberación de dos importantes neurotransmisores como son la dopamina y el cortisol, “que si bien no es un neurotransmisor como tal, causa ciertos estímulos que nos hacen sentir sensaciones agradables, y eso tiene mucho que ver con la evolución que el ser humano ha tenido en cuanto a lo que es la sensación de placer y gusto. No es sólo la mirada o las palabras, más de 80 por ciento de ello es físico”.
Estos transmisores son los que ponen en aviso al sistema inmunológico que algo está sucediendo, en este caso es una situación de afecto y al no tener el estímulo propioceptivo del tacto, no hay liberación de glóbulos blancos y no se van a estimular las defensas del organismo.
“La dopamina está muy relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, por lo que también los niños pueden sufrir depresión, crisis de ansiedad; uno puede decir que es el contexto, la situación en la que estamos pero también 50 por ciento se lo lleva la falta de tener ese contacto físico”, precisa.
Puntualiza que no poder darle la mano a otra persona es un poco frustrante, “porque estamos evolutivamente adaptados a ello, porque uno de los factores de la adaptación ha sido la sociabilización del ser humano”.
“He notado depresión y ansiedad en los niños, también en los adultos, principalmente los adolescentes, porque de alguna manera los más pequeños se refugian en sus padres, pero los adolescentes están sufriendo este embate”, advierte.
Con relación al tema del uso del cubrebocas, el médico indica que el ser humano está acostumbrado sicológica y socialmente a identificar el rostro humano, “eso es básico, tiene que ver los dos ojos, la nariz y la boca para poder hacerse a una imagen, inclusive corporal, pero al ver a la persona con cubrebocas se distorsiona la imagen, y sobre todo cuanto más pequeños se estén exponiendo a esto muchas podrán ser las consecuencias a largo plazo, cosa que no hemos visto todavía”.
Comenta que atiende a sus pacientes con cubrebocas, “y veo que los niños reaccionan con irritabilidad, miedo, angustia; antes uno podía sonreír y eso en un niño transmite tranquilidad y la imitación por las neuronas espejo, y es justamente por imitación que aprenden ese tipo de cosas, y ahora qué es lo que van a ver, una máscara”.
“¿Qué sociedad vamos a tener, si ya de por sí tenemos una sociedad que no es empática?, el hecho de no tocarnos desde niños, porque esto llegó para quedarse”, sentencia.
Por ello, aconseja incrementar la convivencia familiar, tener más contacto físico, llamar a los abuelos, los tíos, amigos a través de videollamadas para que los niños no pierdan el contacto y puedan ver el rostro de los demás.
Edición: Enrique Álvarez
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