Foto: Bernardo Caamal

Abraham Bote/ Joana Maldonado

Un viejo pensamiento ancestral está volviendo a impregnarse en la mente de las personas. “Cuando hay una catástrofe, la gente busca el monte, porque representa esperanza”, indicó Bernardo Caamal Itzá, activista e ingeniero agrónomo maya de la Universidad Autónoma de Chapingo, refiriéndose a los efectos de la pandemia de COVID-19.  

En 2019, el Senado de la República aprobó con 112 votos un dictamen para declarar el 29 de septiembre como Día Nacional del Maíz, siendo la planta más representativa y apreciada de nuestra milpa. A pesar de que el maíz aún se cultiva en la península de Yucatán, actualmente atraviesa un panorama adverso debido a la pandemia.  

La contingencia sanitaria ha propiciado un regreso a los orígenes, al monte, a los saberes mayas y prácticas ancestrales que se han ido olvidando, pues muchas personas que antes habían migrado a la Riviera Maya o Estados Unidos, han regresado a sus comunidades debido a la crisis económica y están trabajando el campo que había sido abandonado por años, explica el activista.  

Para Caamal Itzá la pandemia acabó con “lo mal entendido de la vida”, porque al final las milpas no sólo son el cultivo de una gran cantidad de plantas junto con el maíz, sino que en ella se usan semillas que tienen resistencia a plagas porque son acordes al territorio.  

“La milpa resistió, le volvió a dar cobijo a sus hijos a pesar de ser renegada, denostada, discriminada por los agricultores de punta, que dicen que los campesinos no saben nada. El COVID-19 reveló que al final el sistema impuesto que la ha discriminado es desigual. Es un golpe de conciencia para América Latina y es estratégica porque enseña a los ciudadanos a usar sus propias capacidades, además de que permite una transferencia de los saberes, la medicina tradicional y la filosofía de las culturas mesoamericanas’’, destacó.  

Por el sistema educativo, principalmente, hemos abandonado el campo durante años, pues persiste la idea de que progreso significa estudiar otras carreras y migrar a otros lugares y no ver a las tierras como una opción; sin embargo, indicó que al mismo tiempo se está regresando a un pensamiento ancestral: “Cuando llegan enfermedades catastróficas, la gente busca el monte porque representa la esperanza”, comentó.  

Bernardo Camal considera que la pandemia “desnudó” los problemas que hay en el sistema en general, un modelo educativo ajeno a la realidad y de autoproducción para el país. “No tenemos alimentos suficientes en estos tiempos de emergencia”, subrayó.  

“Los jóvenes huyeron del campo, y las pocas personas que quedan en las comunidades que saben trabajar la tierra y la milpa ya están muriendo por su edad, por este virus, y no hay nadie a quien heredar estos saberes’’, advirtió.  

Uno de los principales problemas, admitió, es que quienes siguen realizando la milpa son personas mayores y los jóvenes que quedan en las comunidades no les interesa, buscan otras oportunidades. “Ven en la milpa pocas esperanzas”, esto se debe en gran parte a los medios de comunicación que influyen en las tomas de decisiones de este sector de la población quienes eligen otras actividades con tal de estar a la “altura de las áreas urbanas y expectativas que vende la sociedad”, puntualizó.

Esto cobra mayor importancia en un contexto de incertidumbre, donde prevalece la desprotección de los gobiernos con los pueblos originarios, expuso el experto, pues no otorgan apoyos en alimentos, ni económicos, ni acceso a la salud, por lo que es esencial recurrir a los conocimientos ancestrales, “por ejemplo, muchos se preparan sus tés con hierbas para bajar la temperatura. Estos conocimientos milenarios ofrecen esperanza”, subrayó.  

“La milpa es un proceso productivo extraordinario, capaz de generar los alimentos necesarios, es la puesta en marcha de conocimientos milenarios, adaptados al territorio... es apostar la esperanza a la tierra, y conocer la estrategia, tiempos de cultivo”, destacó Caamal Itzá.    

 

“La milpa no desaparecerá”

Pese a las adversidades naturales y sociales, la milpa no desaparecerá, aseguró José Castillo Caamal, al contrario, agregó, en estos tiempos actuales es cuando más debemos valorar esta práctica: “La milpa es una cuestión cultural, social, económica y siempre, aunque se le ha criticado, es la forma más sostenible del manejo de los recursos naturales”.

Indicó que se debe dejar de apreciar a la agricultura como una mera actividad comercial, sino como una que provee los alimentos fundamentales para una familia y una comunidad en general.

 

Conocimiento ancestral compartido  

Xok k’iin es una organización integrada por estudiantes, profesionales y milperos mayas de la península de Yucatán y estudia el tiempo para re-entender los procesos de los ancestros mayas para la agricultura, porque algunos investigadores señalan que los conocimientos agropecuarios de los mayas ya perdieron vigencia debido al cambio climático. Caamal Itzá indicó que desde hace 16 años inició una serie de estudios y observaciones porque sostiene que los conocimientos siguen siendo vigentes.

“Empezamos junto con los milperos y académicos a re entender este modelo que dicen que no funciona. En 16 años de investigación en Campeche, Quintana Roo y Yucatán les hemos preguntado a los abuelos por qué no funciona este modelo, muchos de ellos dicen que sí funciona pero ha habido ajustes, pero al final no llevan registros y el problema de inicio es ese”, precisó el ingeniero agrónomo. Tampoco hay consensos comunitarios, por lo que el problema es mucho mayor toda vez que los nietos no se involucran, situación que preocupa a los investigadores.  

En estos años de observación han descubierto que, por un lado, se habla del concepto europeo cabañuelas, pero que en realidad los mayas usan el xok k’iin, término diferente porque en el caso de las primeras observan en el mes de enero las condiciones climáticas que prevalecerán durante el año y el segundo plantea un estudio del tiempo todo el año e involucra plantas y animales como las hormigas y abejas, que se convierten en bioindicadores.

Es así que las milpas están hechas de acuerdo con la observación, porque hay semillas de corto, mediano y largo plazo, cuya cosecha va de dos a cuatro meses. Una vez que el campesino detecta la característica de la lluvia determinará qué tipo de semilla cultiva. “Pero eso es mucho conocimiento y hay que reconocer que llevamos 40 o 50 años en que el conocimiento de los abuelos se ha perdido”, apuntó Caamal Itzá y acotó que en el desarrollo de las investigaciones se ha avanzado en el porcentaje del pronóstico con base al sistema xok k’iin. 

Edición: Elsa Torres


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