Aracely Aban Chi ante la llegada de otro huracán, tomó algunas pertenencias y documentos y se fue con sus tres hijos al refugio más cercano. Para ella es más valiosa la vida de sus seres queridos, que sus pocas pertenencias, señaló. Ella es uno de las personas que viven en el asentamiento irregular conocido como La Mielera.
“Tengo mi casita, pero se inunda la mitad, necesito una lona grande para proteger a mis hijos”, añadió.
A diferencia del pasado huracán Delta, el albergue sólo recibió a una familia, pues la mayoría decidió quedarse en sus casas para cuidar sus casas y bienes materiales. “Yo les dije: vamos, los estuve invitando pero decidieron quedarse”, comentó.
Indica que protegió su hogar con unos candados más grandes para que “el ratero no la pueda abrir”, pero su techo, de lámina y cartón, tiene huecos por donde se filtra el agua, lo que atenta contra la salud de sus pequeños.
Para el huracán Delta, en este refugio se resguardaron más de 30 personas, pero esta vez sólo hubo cuatro.
El Ayuntamiento de Mérida habilitó 20 refugios en colonias y comisarías. Hasta las primeras horas de este 27 de octubre, había un registro de 27 personas refugiadas en cuatro albergues: Mielera, Noc Ac, Kiteil y Suytunchén, donde las familias reciben resguardo, alimentación y atención médica, informó la comuna.
También está a disposición de la ciudadanía el albergue habilitado en Ciudad Caucel con capacidad para 300 personas guardando la sana distancia. Se ubica en el complejo educativo “Profr. Carlos Carrillo Vega”.
La Mielera
Las casas ubicadas en el asentamiento de La Mielera están construidas con madera, cartón negro, láminas y otros materiales, pero pese al riesgo de este fenómeno natural, la gran mayoría decidió quedarse. Temen más que les roben sus cosas, a perder su vida, comentaron los habitantes.
Nelly Castillo, quien también vive en la comuna, comenta que para Delta se fue con sus hijos a casa de un familiar porque no alcanzó cupo en el refugio, pero ahora permaneció por temor a que le roben sus cosas. “Nosotros nos encomendamos a Dios más que nada”, subrayó, aunque sí tenía miedo de que los cables de la corriente sean un peligro.
Gabriel Avilés dijo que él se quedó porque en las noticias dijeron que el meteoro no iba a impactar fuerte, que sólo “la colita”, pero reforzó los muros de su hogar con láminas, sogas, alambre y demás cosas.
No obstante, hay otras familias que nunca han dejado el asentamiento, aunque lleguen fuertes lluvias u huracanes, pues no quieren perder lo que han conseguido con esfuerzo. Tal es el caso de la señora María Elena, quien permanece en su hogar. “Tratamos de mantener y cuidar lo que con mucho esfuerzo y trabajo estamos logrando”, expresa.
Aunque reconoce que la vez anterior estuvo a punto de dejar su casa, pero ante la incertidumbre de cuánto tiempo podría estar lejos de su casa y sus pertenencias al final decidió no irse. “Sí pensamos en que nos pueda pasar algo, nos da miedo, pero podemos decir que no llegó a más”, comentó.
Edición: Laura Espejo
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