Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

Progreso


Alfonso Gutiérrez decidió hace un año hacer realidad el sueño de poner un restaurante.

Al carecer de los recursos necesarios para rentar un local y equiparlo, compró una camioneta tipo Van, le adaptó una cocina y comenzó a vender en el norte de Mérida. El Comino, un food truck, es el nombre de su establecimiento. Poncho, como le dicen sus amigos, quiere regularizarse al igual que los dueños de los otros 11 food trucks que existen en la capital yucateca, para cumplir con la ley y obtener los beneficios que otorgan a otros restauranteros.

Guillermo Valencia, presidente de la Unión de Food Trucks AC y dueño de Dionisio, explicó que quieren formalizarse, ya que son una mejor opción que el ambulantaje, al contar con medidas higiénicas y de seguridad.

Entevistado durante Atardecer en el mar, actividad efectuada el pasado día 1 en el muelle fiscal de Progreso, señaló que se han acercado a la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados (Canirac), aunque aún deberán presentar una propuesta formal para involucrar a los food trucks en ese sector empresarial.

A diferencia de lo que ocurre en otras partes del país, “nosotros rentamos un lugar, por lo general en estacionamientos, para evitar ocupar la vía pública”, indicó Valencia. Las labores del personal se dividen: uno cocina y otro cobra; con los doggeros la misma persona hace las dos tareas, agregó.

[h2]Tendencia mundial[/h2]

Hace año y medio, Truck Chef fue el primer comercio en esta modalidad que se instaló en Mérida. Desde entonces han llegado otros 11. “Es una tendencia mundial”, afirmó Valencia, “que permite a los chefs o empresarios poner su restaurante sin gastar grandes sumas de dinero”.

Entre 250 mil y 500 mil pesos se invierten para un food truck, los cuales se utilizan para las materias primas, el camión y un local que sirve como puesto de producción. Cada uno emplea a cuatro o cinco personas.

Valencia resaltó que los productos son adquiridos a panaderos locales y en los mercados de la capital yucateca o la central de abastos. “Los consumidores vienen con nosotros porque preparamos más rápido la comida que un restaurante y también porque optan por un lugar en la calle, pero con medidas higiénicas”.

Poncho comentó que los menús se modifican cada cierto tiempo para adaptarse a los gustos del cliente; “es práctico porque no estás fijo y te mueves de un lugar a otro con facilidad”.


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