Jhonny Brea
Ilustración: Chakz Armada

La Jornada Maya

Mérida
7 de junio, 2015

Esta vez no me despertó el Kisín. Ni siquiera los Testigos de Jehová que suelen ser los que se asoman a horas non sanctas en domingo. Fue un par de chavos con camisetas de “Yuca feliz” desafiando su estabilidad emocional. Nomás me invitaron a acudir a la casilla. Tengo la impresión de que ofrecían algo pero sólo confirmé que Mérida es una ciudad racista: nomás me vieron [i]chel[/i] y no invitaron a la casa donde estaban sirviendo las tortas, tamales y refrescos.

Luego del poco placentero despertar y de romper el ayuno con dos Alka –Seltzer, porque anoche, bendito Dios, se asomó el Borrego con una nevera cargada con dos cartones de cerveza bien heladas. Sólo llegó a la casa diciendo “Brea, aquí traigo el amparo contra la ley seca y además, te hace falta ver más box.” Resultó demasiado parque para una pelea que apenas dio para cuatro raunds, así que dejamos algunas para el partido de México contra Brasil, después de votar.

Pues bien, ya de pie, la Cutusa se me acercó. Toda la semana se la pasó preguntándome por qué no puede votar a sus nueve años y no me dejó en paz hasta que le prometí que me acompañaría a la casilla y después ella participaría en las casillas especiales para niños, así que también se levantó temprano.

“Te pareces a Wolverine, papá,” me dijo mientras me lavaba la cara frente al espejo. Inmediatamente me brillaron los ojos: con las canas uno quisiera parecerse a George Clooney, pero por supuesto que me conformo con Hugh Jackman. Ya andaba sacando el pecho cuando completó: “te hace falta el cuerpo pero… ahí vas.” Eso estuvo mucho más frío que las chelas de anoche y el agua de la regadera, pero ya verá cuando tenga novio. En fin, un buen baño para quedar visible antes de ir a ejercer el sufragio, y nos dirigimos a la calle, en familia.

Llegamos a la escuela Antonio Bustillos Carrillo, sede de mi sección electoral, y en el interior nos separamos. La Xtabay y el Kisín se formaron a las puertas de un salón y me fui con la Cutusa a la que me tocaba. La cola no estaba muy larga, pero no habían llegado los escrutadores. Una vecina, con esa amabilidad que raya en lo cínico me dijo: “¿no quiere ser funcionario de casilla? Están buscando voluntarios.” Una patadita a la Cutusa fue la instrucción para que pusiera cara de “papá, tengo hambre” y nos retiramos de la fila. Con la Xtabay la situación era la misma, así que optamos por retirarnos en busca de unas tortas de lechón al horno y volver a intentar votar tras el desayuno. Ya ni dirigirnos a la casa de concentración, ¿cómo íbamos a ir si no nos habían convocado?

En fin, nos salimos. A la salida, una señora con camiseta de “Yuca feliz” regañaba a otra que iba de representante de casilla del PRD por llevar un pin de ese partido, alegando que no podía portar distintivos. Me atreví a decirle que ella no era autoridad para hacer ese señalamiento y obviamente recibí una mentada de madre. Logré mantener la calma y únicamente le dije “¿qué te preocupa, si el PRD va a perder el registro en Yucatán?” Por supuesto, recibí otra democrática mentada mientras me retiraba.

En fin, enfilamos con rumbo a La Auténtica Caridad del Cobre para rendir tributo al tradicional desayuno de jornada electoral en Yucatán. Algo desanimada, la Xtabay temía tener que regresar después del mediodía a emitir su sufragio. “Tranquila, no importa a qué hora vayamos, los votos siempre se cuentan al final,” le dije. Además, ella sabe muy bien que hacer una fila con los dos rapaces hambrientos es un peligro. Regresamos casi a las 10 y el panorama había cambiado. En el camino a la casilla veíamos a unos cuantos vecinos de regreso, con el pulgar derecho entintado. Respiramos aliviados al ver que las colas estaban bastante cortas; nada más los chicos de las camisetas felices llevaban a personas de la tercera edad o con discapacidad motriz a las urnas.

“Ya sabes, papá, por Ana Rosa,” exclamó la Cutusa mientras ocupaba mi lugar en la fila. Eso nada más porque durante la campaña terminó furiosa con Mauricio Vila porque antes de un mitin actuaron unas “cómicas” de las que han matado y enterrado al teatro regional y su show no fue más que un montón de albures; a ella le habían prometido un espectáculo de payasos y para niños. En el interior de la casilla había más representantes de los partidos que personas en la cola para sufragar, todos ellos con su respectivo pin. En menos de 10 minutos llegó mi turno y recibí mis correspondientes tres boletas, tiempo en el que timbró el celular del representante del PAN para avisarle que le estaban llevando unas hamburguesas de la franquicia que está en la Glorieta de la Paz. Un Subway se podía malinterpretar. En fin, me metí a la mampara y aunque ya más o menos había definido mi voto, repasé a los candidatos, respiré y me aseguré de emitir un voto válido. Creo que en tres años veremos menos partidos.

La Xtabay, por su parte, tardó un par de minutos más. Al final, como familia, nos retiramos a casa; yo para poner dos six en el congelador y los demás para prepararse a salir de nuevo pero ahora con destino al Centenario. En el camino la Cutusa encontró una casilla especial en un parque cercano y nos recordó que ella debía votar. Será una latosa, pero tiene sus detalles que me hacen sentir orgulloso. Sólo espero que no se le ocurra ponerse a esperar los resultados del PREP.


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