Entrevista con Álvaro Carcaño y Maribel Vargas
(Primera parte)

· La Secretaría de Cultura de Yucatán y la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida prefieren hacer 200 obras de mediana calidad y a veces de mala, porque el volumen es más importante y esto le resta mucho al teatro.

· Hay teatro estudiantil, teatro amateur y teatro profesional. Cada uno debería ubicarse en su posición, el problema es que lo revuelven todo y la gente los confunde.

· El que aquí se considera como teatro regional, es más bien un teatro de revista que no tiene nada que ver con los grandes autores yucatecos.

· La gente está acostumbrada a no pagar, prefieren asistir al teatro durante los festivales, porque es gratuito. Las compañías no sobreviven porque no hay público que pague la entrada, es un círculo vicioso terrible.

· El Estado debiera cobrar por lo menos un mínimo a los espectadores para que el público se acostumbre a pagar.

Gloria Serrano
La Jornada Maya

Mérida.
2 mayo 2015

Más de una vez he escuchado relatos de personas a quienes parte de su identidad les fue arrebatada con un acto de discriminación racial. Personas incompletas que van por el mundo sintiéndose humillados por llevar el apelativo May o Puc. Apenas en marzo, durante la presentación de La Jornada Maya en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2015 (FILEY), el escritor Jorge Cocom Pech se refirió al tema y dijo »nunca más tengamos vergüenza de nuestra lengua o de tener un apellido maya«. Sin embargo, las historias se repiten porque la estupidez humana en ocasiones es cíclica. Así como ha sucedido con generaciones de indígenas mayas en la península de Yucatán, cuando era un adolescente, el actor francés Marcel Marceau (1923-2007), tuvo que abandonar su hogar y cambiar su apellido Mangel, de origen judío, por el de Marceu, para evitar el acoso de las tropas alemanas que habían ocupado Francia durante la Segunda Guerra Mundial.

Ese cambio obligado de personalidad lo salvó de la muerte segura y del terror de terminar en un campo de concentración nazi. Pero la cultura, la cultura lo salvó de una vida sin sentido y lo convirtió en el extraordinario mimo que hoy conocemos. Marceau descubrió a otro grande, Charles Chaplin, y de ahí surgió su deseo de expresar sin emitir palabra alguna. Quizás el mayor talento de “Bip”, el personaje creado por Marceau, y de las artes en general, es justo eso, que nos enseñan a ver lo que no se ve, lo invisible. Ver un cigarrillo, una flor, un león o una mujer donde en apariencia solo hay vacío. Pero también nos enseñan a ver esa cara de la sociedad que para algunos resulta muy conveniente que permanezca oculta. Álvaro Carcaño y María Isabel Vargas, son dos artistas mexicanos en quienes la creatividad de Marcel Marceau se ramificó, contribuyendo a desarrollar en ellos la sed de crear.

Comencemos por lo obvio, por lo visible en esta pareja que, desde hace cinco años, se reencontró con los miembros yucatecos de la familia Carcaño e hizo de Mérida su ciudad por adopción. Álvaro Carcaño es un actor que tiene en este oficio alrededor de medio siglo. Egresó de la Escuela de Teatro de Bellas Artes y luego estudió cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), donde aprendió dirección y guionismo. Después viajó becado a París para estudiar pantomima con Marcel Marceau. Álvaro ha hecho prácticamente de todo: cine, teatro, televisión, doblaje, radio, cabaret, como comenta: «A mí me gusta todo, incluso he colaborado con compañías de danza, con la Compañía Nacional de Danza hice un par de proyectos, con la Orquesta Sinfónica de Yucatán otros; cosa que me da mucho gusto porque he tenido la posibilidad de cubrir terrenos que la mayoría de los actores no pueden. Aquí en Mérida hemos hecho mucho teatro, tenemos un currículum de al menos diez obras, por lo regular hacemos una obra al año, a veces dos. Hemos hecho todo tipo de teatro, de Ibsen, García Lorca, monólogos míos, dirigidos por nosotros».

María Isabel, Maribel, también estudió teatro pero después se inclinó más hacia el cine y complementó sus estudios con la carrera de Dirección Cinematográfica. Es guionista y además se ha dedicado a la producción y a la realización de comerciales: »Teatro, como actriz, hice poco. Lo que he hecho en teatro ha sido con Álvaro y más enfocado a la cuestión del montaje de las obras. También estudié música en Cuba. Todo en realidad es un complemento. La visión del cineasta es diferente en cuanto a la iluminación y el manejo de imágenes. Tomando sus respectivas distancias, teatro, cine, danza y pintura son un mismo conjunto de saberes. La diferencia más marcada entre cine y teatro es, tal vez, en cuanto a la actuación. En teatro el actor tiene que proyectar su voz hasta la última butaca, en cambio en el cine, la cámara es la que se acerca y se aleja«.

Descubramos ahora, al estilo de Marcel Marceau y con la franqueza de Álvaro y Maribel, qué hay más allá de lo visible en esos obradores que dan vida a las artes escénicas:

Artistas como ustedes, que han tenido la oportunidad de expresar su talento de tan diversas formas y en tan diversos escenarios, ¿qué reflexiones hacen de su experiencia en la capital yucateca?

Álvaro: Aquí en Mérida el único campo de acción es el teatro. Fuera del teatro no hay nada que hacer. Yo sí creo que el problema de los egresados de las escuelas de teatro o de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY), donde fui maestro, es que no tienen campo de trabajo y deben migrar a otras ciudades. Es terrible cuando el actor no puede desarrollar su trabajo. Es como aprender algo que no te sirve para nada porque tienes que vivir de cualquier cosa, menos del oficio que aprendiste.

Desde su perspectiva, ¿cómo perciben la situación actual del teatro en la ciudad?

A: La Secretaría de Cultura de Yucatán y la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida hacen sus festivales de teatro, el problema es que pudiendo hacer 20 cosas con el suficiente presupuesto para presentar un buen espectáculo, prefieren hacer 200 de mediana calidad y a veces de mala, porque el volumen es más importante y esto le resta mucho al teatro. También habría que dividir y decir que hay teatro estudiantil, teatro amateur y teatro profesional. Cada uno debería ubicarse en su posición, el problema es que lo revuelven todo y la gente los confunde.

No olvidemos el teatro regional…

A: Sería bueno definir qué es el teatro regional; regional puede ser el teatro del Distrito Federal porque se hace en el Distrito Federal o teatro regiomontano porque se hace en Monterrey. ¿Qué entendemos por teatro regional? Para decir que es regional, tiene que ser de escritores yucatecos. El que aquí se considera como teatro regional, es más bien un teatro de revista que no tiene nada que ver con los grandes autores yucatecos, que son muchísimos y de una calidad espléndida. El teatro de revista es una canción, un sketch, una bailarina, otra canción… pero eso no es teatro regional sino una copia de lo que se ha hecho en París, con giros del lenguaje locales, nada más. El teatro regional es del escritor que expone los problemas y el pensamiento de la gente lugar.

Maribel: Desafortunadamente el teatro regional lo han llevado a cuestiones de cabaret, haciendo uso del lenguaje yucateco, que es de gran riqueza, pero valiéndose del doble sentido. También le llaman teatro regional porque usan el terno y los hipiles como vestuario. Es una pena, Mérida podría presentar un teatro regional muy rico porque cuenta con obras de grandes escritores yucatecos.

¿Y el teatro independiente?

M: El teatro independiente es muy limitado, se representan obras en espacios pequeños a los que acuden menos de 50 personas y con un costo de entrada que no mantiene al actor. Así es sumamente difícil vivir de la profesión. Y los que asistimos a ver las obras somos casi siempre los mismos, gente asidua al teatro.

A: Sí, es la misma gente la que va de una obra a otra. No hay un público creado, un público teatral que asista a las diferentes representaciones de manera continua. Este público da para muy pocas funciones y entonces se requiere cambiar la cartelera continuamente, lo que implica tiempo y dinero que, cuando no se tiene, hace muy difícil que se le pueda brindar calidad al espectador. No hay calidad porque no hay dinero. Otro problema es que la gente está acostumbrada a no pagar, prefieren asistir al teatro durante los festivales, porque es gratuito. Las compañías no sobreviven porque no hay público que pague la entrada, es un círculo vicioso terrible.

El Estado debiera cobrar por lo menos un mínimo a los espectadores para que el público se acostumbre a pagar, asista a otras obras y se pueda crear un teatro profesional, de gente que viva de su oficio. Pero si eso no se hace, pasará el tiempo y dentro de 20 años la gente seguirá esperando el festival para ir al teatro. Cuando la gente va al cine paga 90 pesos por una entrada pero si en un teatro le cobran 80 pesos, sencillamente no los paga porque le parece caro, porque está acostumbrada a que se le dé gratis. Para que el teatro sea de calidad necesita dinero y solo puede tener dinero si tiene público.

El teatro a nivel nacional también tiene sus problemas:

M: Todo es cuestión de política y de quienes están manejando la plata en la cultura. En México hay gente muy brillante, escritores, escenógrafos, vestuaristas, gente muy talentosa. Desafortunadamente, del año dos mil a la fecha, el apoyo a la cultura se ha ido reduciendo. En el cine ni se diga, nunca ha tenido apoyo.

A: Los presupuestos que deberían ocuparse en cultura son los primeros que se recortan. Además, las nuevas generaciones no ven teatro y, en consecuencia, no tienen el menor interés ni el menor gusto por esta disciplina; caso contrario es el del cine, donde a diario hay funciones y a los niños los llevan desde pequeños. Si eso mismo se hiciera con las artes escénicas, las nuevas generaciones estarían acostumbradas a ver teatro, danza, conciertos sinfónicos, etc.

M: En el caso del teatro en Mérida, nosotros abrimos una escuela de actuación con el reconocimiento de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), creada especialmente para formar niños y jóvenes actores, pero tuvimos que cerrar porque al terminar sus estudios, los chicos no tenían dónde trabajar.

A: Sí, hicimos el esfuerzo para formar actores profesionales, con todo lo que implica una carrera de 3 años de duración en la que se enseña voz, dicción, análisis de texto, maquillaje, en fin, lo necesario para profesionalizar un oficio. Esto es primordial, la experiencia se complementa con un antecedente académico. Hacer comedia, chistes, no te da la capacidad de entrenar a un actor. La teoría es esencial y la práctica lo que te permite, es redondear la enseñanza.

Continúa...


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