Laura Adriana Bautista Hernández*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

¡Feliz Día del Niño! Y mi hija responde: “y de la Niña”. Al utilizar el masculino estamos reforzando que los hombres son el referente principal y borramos la experiencia de las mujeres.

Estamos iniciando el mes de abril. Los aparadores empiezan a inundarnos con motivos para regalar; en las escuelas se preparan los festivales alusivos y los programas de tv dedicados a la niñez lanzan un mensaje claro: ¡feliz Día del Niño! Y mi hija responde: “y de la Niña”.

El lenguaje nos permite nombrar el mundo, es el medio a partir del cual como sociedad transmitimos valores y en este caso reforzamos estereotipos de género.

Nombrar lo masculino como neutro invisibiliza a las mujeres, por ejemplo, cuando hablamos del Día del Niño, o mencionamos al hombre para referirnos a la humanidad o cuando nos referimos a los doctores, pensando que incluimos a las mujeres. Al utilizar el masculino estamos reforzando que los hombres son el referente principal de la humanidad, legitimamos la valoración de lo masculino sobre lo femenino y borramos la experiencia y la participación de las mujeres. No se trata de una moda o, como se menciona en la leyenda urbana, una estrategia implementada desde la famosa frase “chiquillos y chiquillas”: se trata de nombrar a hombres y a mujeres, porque lo que no se nombra no existe.

El sexismo es precisamente la discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior a otro. Lo femenino y lo masculino determina la forma en que actuamos, nos sentimos y pensamos según seamos mujeres u hombres. Se construye y perpetúa a través de instituciones como la familia, la escuela, los medios de comunicación y, de manera simbólica, a través del lenguaje.

El lenguaje incluyente o no sexista pretende generar un cambio identificando y, al eliminar aspectos discriminatorios que pueda contener, pretende simbolizar un mundo donde existen hombres y mujeres, suprimiendo expresiones, chistes y bromas que refuerzan los estereotipos de género. Es también una herramienta, por lo que existen grandes esfuerzos para incorporarlo en los medios de comunicación, en los documentos administrativos, en los títulos de las profesiones y, por supuesto, en nuestro lenguaje cotidiano.

No se trata de falsos debates, ni de destruir las reglas gramaticales: se trata de sensibilizarnos en la importancia que tiene el lenguaje como elemento simbólico en la construcción de lo femenino y lo masculino; se trata de una forma más de contribuir a la tan anhelada igualdad de facto y de jure.

*Psicóloga, maestra en políticas públicas y género por la FLACSO México. Desde hace 13 años ha trabajado y escrito sobre temas de juventud, sexualidad, género y derechos humanos de las mujeres. Feminista por convicción.


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