Paul Antoine Matos
Foto: Portal Cultural Príncipe - Cubarte
La Jornada Maya
Mérida, Yucatán
Lunes 24 de octubre, 2016
Con gambetas y chilenas, el Ballet de Camagüey se presentó el sábado en el Teatro Armando Manzanero de Mérida, como parte del Festival Internacional de la Cultura Maya (FICMaya). Fue una fiesta del futbol, en la que los bailarines entrenaban para un partido mientras las bailarinas los perseguían, que se convirtió en una romántica historia de amor en algún lugar boscoso de Francia.
Con fintas, cuauteminhas, ruletas marsellesas de Zidane, y regates, los bailarines giraban con un balón imaginario que se pasaban mientras hacían rondos. Los pases y centros los convertían en Ronaldinhos de teatro, una samba artística que atraía a las ballerinas, quienes tenían unas alas en sus espaldas, que les hacían volar con la música.
El equipo dio paso a un performance con un significado ecológico. Una mujer sola en el escenario. Parece desnuda, pero es su traje del mismo color canela que su piel, ambos pegados. Una luz verde se posa sobre ella. Con movimientos bruscos, se levanta y baila, gira. Se convierte en una amazona que se enreda por un invisible tronco, una serpiente que atrapa a sus presas.
Su cabello impide que su rostro sea visto. Cada uno de los filamentos que salen de su cabeza desafía a la gravedad, como una palmera lo haría en una tarde tormentosa. Los tambores irrumpen en la selva y concluye con estruendos de los rayos y los truenos. Dan pie al intermedio.
Al regresar, [i]La fille mal gardeé[/i], una de las obras clásicas del ballet comedia. Una joven pareja se enfrenta a la madre de la mujer, al caer perdidamente enamorados. Se pierden en un bosque de una Francia que se prepara para su primera revolución, la ropa delata la época.
Pero ahí aún no llegan las ideas de la [i]Liberté, égalité, fraternité.[/i] No se preocupan por el futuro estallido, sólo por amarse y vivir un romance en libertad. No hay reyes, ni revolucionarios, sólo campesinos en el día al día, tejiendo, cortando madera, haciendo mantequilla. El ballet tiene el tono de una película de Wes Anderson, lleno de colores pasteles y situaciones cómicas.
Después de unas graciosas intervenciones, entre ellas un encierro dentro de un armario de la joven pareja, provocado por la misma madre sin intención alguna, el amor logra convencer a los detractores.
El Ballet de Camagüey pudo convertir al futbol en un arte, otorgar un mensaje ecológico y retomar una comedia francesa perdida en un bosque.
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