Paul Antoine Matos
Fotos: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Dzilám de Bravo, Yucatán
Lunes 20 de junio, 2016
-Por favor no me tiren al mar, no sé nadar.
-Pues ahora vas a aprender.
En una súplica se convirtieron las últimas palabras de Pimienta, dirigidas al criminal que le lanzaría al océano, indiferente de si sería capaz de sobrevivir. El pescador fue uno de los ocho asaltados el martes pasado por la noche, en las costas de Dzilam de Bravo; hoy está desaparecido y lo dan por muerto. El cadáver de Alfredo Cimé Romero, también víctima del ataque de los piratas, fue recuperado el miércoles anterior por los mismos pescadores.
La violencia y la inseguridad se apoderan de la costa yucateca. Los grupos criminales recorren los mares en busca de pescadores para asaltar; aunque en esta temporada es por el cotizado pepino de mar, también ocurre por otras especies de alto valor, como la langosta. Las autoridades están ausentes.
La llegada a Dzilam de Bravo ocurrió el miércoles en la noche. Esperamos presenciar, en el puerto de altura, el proceso de sancocho de los últimos pepinos de mar del día. En efecto, eso encontramos, hombres y mujeres añadiendo sal al agua hirviente donde se encuentra la última ronda de pepinos; pero lo que atrae las miradas de decenas de habitantes del puerto es la presencia de elementos de la Marina, la Secretaría de Seguridad Pública, la Fiscalía General del Estado y la Policía Ministerial. ¿El motivo de tal despliegue? Se encontró un cadáver; el cuerpo sin vida de Alfredo Cimé Romero.
Una cinta amarilla cierra el acceso al público. Los militares exigen a los reporteros que se identifiquen, pero les impiden tomar fotografías a sus caras; en sus brazos mantienen en reposo, pero también intimidantes, sus armas de cargo. Los elementos de la Fiscalía indican a la prensa contactar al área de comunicación.
La esposa de Alfredo y otros familiares están frente a una cooperativa. Su cara es de angustia y tristeza, pero se aguantan las lágrimas. Él tenía 30 años, provenía de Temax y en Dzilam de Bravo intentó encontrar un mejor ingreso para su familia, aunque fuera de manera temporal, en el pepino de mar.
Era gaviotero, es decir ofrecía su apoyo a los pepineros a cambio de “dos o tres pepinitos frescos” que posteriormente vendía y lo ganado era usado para su familia. Se subió a la lancha que sería asaltada por mala suerte. No lo conocían y, por un favor, lo llevaban hacia el puerto.
Uno de los sobrevivientes narró la historia del atraco, aunque solicitó el anonimato por temor a que le ocurra algo.
“A las ocho y media de la noche nos quitamos del faro en donde está el cocedero que usamos para procesar el pepino de mar y traerlo al puerto para que sea descargado y entregado a la empresa que lo compra. A las nueve de la noche nos interceptó una lancha con seis personas en Las Bocas, a ocho millas náuticas”, narra.
“De repente aparecieron y de frente nos agarraron. Como nosotros traíamos un motor grande y ellos una lancha veloz, se acercaron y nos gritaron que nos paremos. Comenzaron a tirar balazos. Para que no nos disparen nos tiramos al piso de la lancha, pero le pidieron al motorista que la detenga”.
Después, prosiguió, se subieron a la lancha. Describió la escena como una “película de acción”, con seis personas con porte de maleantes: pistolas, armas largas, escopetas, trajes negros, encapuchados, pasamontañas. El acento de dos de ellos era del norte, sinaloense o chilango; pero los otros cuatro yucatecos, “tipo progreseño o champotonero. Fueron muy groseros y prepotentes”.
“Venían decididos a todo. Nos amenazaron con balazos, nos quitaron la ropa, los teléfonos, las libretas y nos cambiaron de lancha”.
Los pescadores fueron interrogados. “¿De quién es la lancha? ¿Cuánto producto llevan? ¿Para quién trabajan? ¿Hacia dónde van?”. Al ser amenazados de muerte, todas las preguntas recibían una respuesta.
“Te dicen que te van a matar, te golpean y te sorrajaban la pistola en la cabeza”, indicó. Estaban muy seguros de que no volverían a pisar tierra firme, ni siquiera vivirían para probar el agua salada del océano. Serían asesinados a sangre fría, con un disparo que les rompería el cráneo y los abandonarían en la lancha.
-No nos hagan nada –suplicaban- tenemos familia.
-No nos importa su familia, nos vale madre si tienen hijos. No sentimos nada. Nosotros venimos por el dinero-. La respuesta era tan fría como el agua del mar a esa hora; tan oscura como la noche en la que eran amenazados.
“Nos amenazaron con dejarnos muertos en la lancha, pero creo que la decisión cambió porque nos botaron al agua”, recordó el pescador.
-Por favor no me tiren al mar, no sé nadar –suplicó Pimienta.
-Pues ahora vas a aprender –respondieron los piratas.
Uno por uno, sin ropa, fueron arrojados al mar. Luchando contra las olas, Alfredo Cimé, Pimienta y un pescador más se aferraban a la vida. Los dos primeros desaparecieron entre la negrura del océano.
Alrededor de las 22:30, una lancha rescató a los seis pescadores que se mantuvieron a flote con alguna madera. El que más tragó agua fue llevado a Mérida y se encuentra en un hospital luchando por su vida.
Al día siguiente, acudieron en la búsqueda de los desaparecidos. El cuerpo de Alfredo fue encontrado, pero el de Pimienta no.
“Era el más allegado a nosotros, el brazo fuerte del patrón; era de la familia y se quedaba desde el amanecer hasta el anochecer. Por eso lo sentimos bastante, incluso su hijo trabaja con nosotros”, dijo sobre Pimienta. Tenía 46 años.
La lancha fue abandonada cerca de Chabihau; la media tonelada de pepino de mar fue sustraída. Está valuada entre los siete y ocho millones de pesos, aseguró el entrevistado.
De acuerdo con la versión de algunos pescadores de las distintas cooperativas, los piratas tenían sus documentos e identificaciones en una cubeta, la cual fue sustraída por los asaltados, antes de ser lanzados al mar. Creen que los criminales podrían ya estar muertos, porque los traficantes del pepino de mar debieron atar los cabos sueltos. Oficialmente no se sabe nada oficial de la supuesta cubeta.
Vicios y corrupción
Las autoridades están presentes en tierra firme, realizando el peritaje del cadáver. Pero no aparecen en el mar.
Durante un viaje de 10 horas en alta mar, ni una lancha de la Marina apareció. En 60 kilómetros de agua, aún con la tensión del asalto de un par de días atrás, las costas de Dzilam de Bravo carecen de la presencia de las fuerzas que resguardan la paz.
Los pescadores locales aseguran que existen entre 10 y 12 toneladas de pepino de mar obtenido en forma ilícita, durante la veda, en congeladoras; por lo que la temporada sería aprovechada para liberarlos y exportarlos como parte de lo recaudado, a través de los permisos otorgados por las autoridades.
Ante la creciente inseguridad de la costa yucateca y la ausencia de autoridades en alta mar, los pescadores ya planean armarse para protegerse de los asaltos de piratas. Sopesan la posibilidad de comprar una pistola para evitar más episodios.
Señalan que habría más desaparecidos de lo que las autoridades dicen, pero no se hace oficial porque son personas que provienen de otras partes del país y creen que así no generan sicosis.
También manifiestan que los furtivos están en conjunción con algunas autoridades y señalan que Víctor Alcántara Cárdenas, ex delegado de Pesca, dejó su cargo para que otro pudiera llegar a controlar los hilos de la corrupción pepinera.
En Dzilam de Bravo, los vecinos afirman que mucha gente de otras partes de Yucatán y otros estados arribó durante la temporada del pepino de mar. El miércoles, a las 10 de la noche, las calles registraban un tránsito inusual de personas.
Un tricitaxista teme acudir a las cabañas Perla Escondida, a dos kilómetros, por temor a que en el camino pudiera aparecer algún drogadicto o asaltante. No sucede nada. El lugar de hospedaje se comparte con algunas autoridades de Conapesa e Inapesca, que continúan despiertos a las tres de la mañana, con música tan variada, que va desde melodías de los ochenta hasta canciones rancheras.
A esa hora de la madrugada, se observan miles de estrellas en el cielo oscuro. En el puerto de altura, los pescadores arriban para prepararse para otro día de captura del pepino, mientras las mujeres cocinan las tortas que alimentarán a los marineros durante la jornada en alta mar. Las pláticas recuerdan el asalto ocurrido un día antes y el cadáver que apareció en las aguas. A pesar de los riesgos, se embarcan hacia el horizonte.
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