La ciudad de Mérida ha sido cuna de grandes figuras de la pluma e investigadores. Las aulas de varias de sus universidades siguen siendo semillero de intelectuales y académicos que con sus aportes han clarificado el camino de quienes han transitado por las páginas de su obra, tal es el caso del antropólogo y poeta Rubén Reyes Ramírez.

En los siguientes párrafos, el Dr. Reyes comparte una pequeña porción de su vasta historia; su incursión en las letras, sobre la literatura en Yucatán y el sentir por sus logros personales, que no han sido pocos. Con orgullo relata su paso por instituciones educativas y pormenores de su vida como docente.

Con la modestia que lo caracteriza, este hombre que ha dedicado su vida a las letras enuncia cuáles episodios de su obra le han causado mayor satisfacción; y levanta el telón de una jubilación enmarcada por una pandemia a nivel mundial.

El Premio Ciudad de Mérida; la Medalla al Mérito Artístico; el Premio de Literatura Antonio Mediz Bolio; y la más reciente, Medalla Silvio Zavala; son algunos de los reconocimientos a los que, gracias a sus contribuciones al patrimonio, se ha hecho acreedor el maestro Rubén Reyes.

Tras años de trabajo, este gigante de la literatura por fin encontró el tiempo para revisar y reescribir parte de su trabajo desde la seguridad que le procura el hogar. Afuera, quienes conocen su trascendencia, esperan ávidos los resultados de este confinamiento involuntario. A la pluma del Dr. Reyes todavía le queda mucha tinta.

 

Maestro, platíquenos su sentir sobre la presea que acaba de recibir de la comuna meridana, la Medalla Silvio Zavala 

Me siento honrado con la distinción, particularmente por la propuesta del maestro José Ramón Enríquez, quien es presidente fundador de Teatro Hacia el Margen. Conozco al maestro Enríquez, es una persona de la más alta estatura intelectual y moral. Me siento honrado. 

Más allá de sentirme reconocido, la entiendo como un reconocimiento al valor de la cultura en Mérida; y en ese sentido me parece que independientemente de a quién se la den, es importante su permanencia en medida que revalora el papel de las artes en estos momentos tan complicados.

Fundamentalmente, la Medalla tiene esa doble significación. El reconocimiento personal que agradezco; y sobre todo el reconocimiento al ámbito de la labor cultural y a la tarea de los artistas y de la gente que de alguna manera participa en su preservación y renovación. 

 

¿Cómo comenzó su interés por las letras?

Llevo mucho tiempo en la práctica de la literatura. Particularmente me he concentrado en dos géneros: el ensayo y la poesía. Comencé propiamente -digamos, con una intención seria en el quehacer literario en el seno del taller de literatura Platero.

Este taller literario funcionaba a mediados de la década de los 70, en el siglo pasado. En este taller tuve la suerte de ser el más joven, algo así como el Benjamín; y los compañeros que lo habían fundado tuvieron una actitud generosa, didáctica y comprensiva con mi obra.

El taller se funda en Mérida a iniciativa de dos importantes escritores: el periodista y poeta Juan Duch Colell, un yucateco de origen catalán radicado en el extranjero, corresponsal de la revista Siempre de Moscú; y otro artista español del exilio republicano, el poeta y pintor Inocencio Burgos.

Estos dos intelectuales fueron los que crean l taller de literatura Platero; y cuando ingreso tenían una revista del mismo nombre, auspiciada por la entonces Universidad de Yucatán, ahora UADY. Entré cuanto estaban por publicar la cuarta edición de la revista, y es ahí cuando aparecen algunos de mis primeros intentos de poesía. 

 

¿Qué sucedió después?

El taller Platero, por diferentes razones se disuelve luego de haber funcionado varios años; y quienes habíamos sido sus integrantes constituimos un sello editorial al que llamamos Ediciones de Platero Colectivo. 

Esta serie editorial comienza con un libro colectivo que se llamó Identidad Provisional. Era la intención de renovar la expresión poética en Yucatán, cambiar el aire intelectual, salirnos de la expresión vernácula neomayista y acercarnos a lo que se venía haciendo en Latinoamérica y el mundo.

En este primero libro colectivo publicado en 1981, mi sección se llamó Manifiesto Circular; y a partir de entonces comencé a trabajar en tener poemarios individuales y el primero de ellos fue Pequeño Brindis por el Día, publicado en 1986 y recibió el premio de poesía Antonio Mediz Bolio al año siguiente. 

 

¿Cuáles son los requerimientos para incursionar a la literatura? 

En principio, creo que es una necesidad personal; algo interno e íntimo. Comienzas a expresar de alguna manera una serie de vivencias y experiencias subjetivas; a partir de ahí te atrapa el oficio, la escritura creativa. Se vuelve una costumbre, casi un vicio.

Esto en la medida en que te adentras y se abre parte de ti. Hay quienes piensan que uno no escoge ser poeta, sino que es la poesía la que te escoge. Así es como la poesía se vuelve parte del ser y del espíritu. Defines, perfilas, buscas y descubres tu propia voz y estilo, hasta que con el tiempo crees -puede ser una ilusión- que tienes una poética, una forma personal de entender y practicar la poesía.

A la poesía, luego de algún tiempo la puedo definir como música a la altura de la conciencia. Es sonoridad, una expresión de la conciencia y una voz para el mundo. Tres referentes ante los cuales se tiene que pronunciar un poeta: corazón, lenguaje y mundo. Ante el corazón del hombre, ante la lengua; y ante la realidad, el poeta necesita establecer su conciencia. 

 

¿Cómo percibe el crecimiento de la literatura en Yucatán?

Cuando inicié, estábamos saliendo, como tendería con Identidad Provisional, de un esfuerzo de jóvenes por encontrar espacios de aire puro para la atmósfera literaria en Yucatán, que había estado por mucho tiempo enrarecida por el peso de la poesía neomayista. 

Las grandes obras como La Tierra del Faisán y del Venado, Canek, las leyendas mayas y yucatecas de don Luis Rosado Vega, habían sido en su momento obras valiosas e importantes, pero se habían decantado en una suerte de estereotipo que estaba angostando la producción temática y estilística.

Nosotros desde Platero intentamos de alguna manera buscar expresiones distintas, más contemporáneas; y fue un primer momento en el que participamos. Creo que ha habido un importante desarrollo desde aquel entonces, de hace 40 o 50 años.

Si hacemos un salto a la situación actual, puedo percibir que los jóvenes poetas y escritores del Yucatán de hoy tienen mucha mayor formación académica que la que nosotros teníamos en ese momento, que éramos practicantes empíricos. Claro que con la preocupación de cultivarse.

Es importante subrayar que la presencia de las escuelas universitarias de literatura como la Universidad Modelo, la UADY y la ESAY han fertilizado de manera muy importante la producción literaria en Yucatán. 

 

Sobre su paso por la docencia, una importante etapa en su trayectoria. 

La literatura y la educación han ido de la mano en mi experiencia personal y cultural. Puedo decir que he sido poeta, investigador y profesor. Instructor de trabajos relacionados con la educación no formal y profesor universitario. 

Buena parte de mie experiencia como profesor universitario la he desarrollado en la UADY y sobre todo en la Universidad Modelo, en donde fui director fundador de la escuela de Humanidades que contienen las carreras de Comunicación y Literatura Moderna. 

 

¿Qué le ha dejado la docencia?

Me ha dejado la posibilidad de aprender, pues en la medida que uno enseña aprende. No sé si ellos aprendan, pero yo sí aprendí de ellos y eso es muy enriquecedor, pues te obliga a estar al día; a llenar tus propias lagunas formativas y te mantiene en forma profesional y académica.

La segunda cosa que es muy rica, es el contacto directo con los jóvenes. Siempre brindan diferentes formas de ver el mundo y expresiones de creatividad que no eran tan importantes en nuestro momento de juventud; y que cada vez son más relevantes y significativas.

Los jóvenes de ahora manejan, por ejemplo, las redes y la tecnología con una gran destreza; pero no solo en un sentido técnico, sino estético y artístico. De creatividad verdaderamente destacable y eso es importante para una persona que quiere -o necesita- mantenerse activa.

La docencia me ha dado la necesidad de aprender constantemente, de tener certeza de lo que uno les dice a los alumnos. De no llegar con titubeos ni con falsedades o improvisaciones. Aunque no se puede saber todo y hay que tener honestidad intelectual para admitirlo. 

 

¿Cómo ha caído una jubilación enmarcada por la pandemia?

Ha sido de confinamiento, pero no por la jubilación, sino por la pandemia. El aislamiento evidentemente es una limitación, pero también hay que buscar la manera de sacarle jugo; encontrar el lado amable de la situación y concentrarnos en lo que queremos hacer.

Seguir produciendo, creando, investigando y aprendiendo. Eso lo podemos hacer con bastante disponibilidad y manejo del tiempo pues no estamos sujetos horarios institucionales, relojes y creo que se le puede sacar mucho provecho a la situación.

Para mí la jubilación ha significado la posibilidad de abrir cofres olvidados y guardados del trabajo, que he podido revisar y reescribir. Buena parte de mis obras inéditas y eso me conforta y gratifica porque siento que las rescaté de publicarlas de una manera menos cuidada de la que pudiera tener ahora.

 

Dr. Reyes, ¿Cuál considera que haya sido su mayor proeza?

Ahora que me sorprendieron con el anuncio de la Medalla Silvio Zavala, que es un intelectual de una inobjetable estatura y la agradezco con honra, me puse a pensar en qué puedo ofrecer a cambio de esta distinción.

Entre mis trabajos de todos estos años, contemplo con especial aprecio, en el caso de la educación, el hecho de haber participado en el diseño y dirección de una escuela Humanidades -particularmente de literatura- cuando esto no solo era inexistente en Yucatán; sino era impensable. Una utopía académica.

Valor haber podido hacer esta creación; y dentro de las obras de investigación literaria, creo que hay tres que me parecen significativas y las recuerdo con satisfacción. En orden cronológico:

La primera fue haber elaborado una antología general de poetas de Yucatán, la cual se publicó en 1995 y se llama La Voz Ante el Espejo. Son dos tomos y me parece importante, no solo porque aparecen poetas poco conocidos -hombres y mujeres-; sino porque ordena nuestra memoria poética.

Otra es haber participado en la creación de una antología de poesía de las Méridas americanas: la Mérida nuestra y la Mérida de Venezuela. A mí me tocó coordinar la parte de Yucatán junto a un poeta venezolano llamado Luigi López y el libro se titula Arquitectura de las Palabras. 

Una obra que me parece muy importante por su valor en sí, es haber participado con el doctor Fidencio Briceño Chel en una edición del Popol Vuh, pero en su versión bilingüe en maya yucateco y español. Un texto maya fundamental. 

Y finalmente mis poemarios, pero de eso no me corresponde opinar a mí. Ya la gente dirá qué les parecen.

 

¿Qué legado le gustaría dejar en su paso por el mundo?

No pienso morirme pronto, pero me gustaría que se diga que fui congruente con lo que pensaba, haciendo lo que decía; y que siempre fui un aspirante a poeta. Que de alguna manera también contribuí a organizar la palabra y la memoria en Yucatán.

 

Edición: Elsa Torres


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