Paul Antoine Matos
La Jornada Maya
12 de enero, 2016
El líder de la Revolución Cubana se mecía la barba mientras la cumbia de Celso Piña y su Ronda Bogotá sonaba en la Plaza Grande, sobre la calle 62. Un Fidel Castro yucateco, vestido con una camisa verde olivo y gorra militar, observaba el acordeón del regiomontano, mientras los bajos del Palacio Municipal de Mérida eran pista de baile para parejas añosas.
Un público oceánico inundó con pasión el centro de la capital yucateca, una marea de energía y brazos levantados que arrasó con el tedio dejado por la Noche Blanca, cuyas expectativas en diciembre no alcanzaron, ni con mucho, lo esperado. En un fin de semana, con dos eventos, Los Ángeles Negros, en el Parque de la Alemán, y Celso Piña, el Mérida Fest encendió más a los meridanos que aquella noche alba que pretendió condensar la cultura.
Adultos mayores y jóvenes disfrutaron por igual al cumbiero mexicano. Los suéteres relucieron en un invierno tardío, pues la heladez llegó con el nuevo año; sin embargo, el calor de los cuerpos y los bailes en la calle y la Plaza Grande despojaron de sus abrigos al público para dejar al descubierto innumerables tatuajes.
Mientras tanto nuestro héroe revolucionario, el Fidel Castro yucateco, abrazaba a su novia con emoción, descubriendo[i] Los Caminos de la Vida[/i] que propone la letra de Celso. Un niño, de unos 10 o 12 años, bailaba cual serpiente encantada al ritmo de las cumbias; en algunos sitios, también los sombreros y paliacates de cholo se movían al ritmo del acordeón.
El músico regio, a sus 62 años se siente cansado y el concierto termina, pero uno de sus integrantes invita al público a llamarlo de nuevo con una porra futbolera.
[i]Olé, olé, olé, Celso, Celso. Olé, olé, olé, Celso, Celso.[/i]
Debe permanecer en el registro nacional en esa materia por comentarios relacionados con militantes del PRI
La Jornada
Reportó el hallazgo de un compuesto de aceites degradado en el agua extraída
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