Cronista Jorge Álvarez recuerda calles de Mérida en los años 50

La Mejorada era ''un hervidero de familias'' hasta que el ayuntamiento diseminó a la población
Foto: La Jornada Maya

Jafet Kantún

El cronista Jorge Álvarez Rendón, recipiendario de la medalla Eligio Ancona 2013, recordó la naturaleza del primer cuadro de la ciudad en la década de los 50, cuando pasaba por sus primeros diez años de vida y las calles de Mérida eran muy distintas a como lo son actualmente. “Las calles eran mi delicia”, relató a los presentes.

Durante la conferencia Por las calles de Mérida, realizada en el Centro Cultural ProHispen, el escritor describió cómo eran las calles, edificios e incluso personajes y estilo de vida que Mérida poseía hace más de medio siglo. Sobre todo, hizo énfasis en el barrio de Mejorada, donde vivió en casa de su tía ubicada sobre la calle 59.

Mejorada, y en general el centro de la ciudad, era un lugar habitacional. “Era un hervidero de familias”, recordó Álvarez Rendón. La 59 estaba llena de faroles en las puertas de las casas, los cuales reflejaban la vitalidad de las personas que habitaban allí. El centro también era el lugar de los grandes cines; sin embargo, señaló, las autoridades municipales quisieron diseminar la sobrepoblación del centro y las familias fueron yéndose cada vez más a las afueras, a las colonias. Ahora las plazas cuentan con los grandes cines, comparó con el pasado.

Con fotografías de esa época, el cronista fue relatando a los presentes edificios que antes relucían en el centro, como el Museo Arqueológico del Estado de Yucatán, que ahora es el Templo San Juan de Dios, ubicado a un lado de la catedral, sobre la 61. Uno de los edificios más antiguos de la ciudad, recordó Álvarez Rendón, estuvo a punto de ser derrumbado.

Entre sus anécdotas contó las vividas en el Hotel Itzá, sobre la 59, frente a lo que ahora es el Palacio de la Música. Allí se encontraba un restaurante que atraía por el olor de su café y a él, particularmente, le agradaba porque tenía comedores privados, “donde nadie te veía comer”. Según Álvarez Rendón, aquellos comedores le hacían sentir en una película de espías.

Del actual Palacio de la Música, señaló, se ubicó antes del Congreso del Estado, y mucho antes un edificio de diez pisos llamado El elefante blanco. 

Entre sus recuerdos resaltó que el Pasaje Emilio Seijo, alguna vez conocido como la segunda calle nueva, era un lugar en donde era difícil fijar la vista en un punto específico. Allí se encontraban vendedores de zapatos, bombitas y caramelos. Lugar parecido fue toda la línea de la 65, entre las calles 56 y 60. Lugar cerrado, en ese entonces, al tráfico vehicular, en donde vendedores ofrecían objetos de uso común, “baratijas”, señaló.

En su relato resaltó a dos “auténticos personajes del centro”: Doña Juana, mujer que se paraba en las puertas de las iglesias y pedía amablemente un peso, y si se le negaba, recordó, te daba un recital de insultos; el otro era El Chino Mateo, quien se colocaba a vender en Santa Lucía y era, dijo, “la criatura más encorvada que he visto”.

Toda la grandeza de la ciudad de Mérida la conoció durante un recorrido hecho en el “Circunvalación”, transporte turístico que salía a un costado de la Catedral y que recorría la periferia de la ciudad, aquel entonces delimitada por el Monumento a la Patria, las colonias Miraflores y Azcorra, y el barrio de Santiago. 

Asimismo, declaró asombrando a los presentes que Itzimná era un pueblo al que se llegaba por un sendero blanco. Para llegar se tomaba un tren, el cual pasaba también por San Ignacio y finalmente llegaba hasta Progreso.

 

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