Texto y foto: Katia Rejón
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 2 de mayo, 2018

En el mundo circulan entre 500 mil millones y un billón de bolsas de plástico al año. Aunque producir uno de estos objetos toma sólo unos segundos y su vida útil es de aproximadamente una semana, su desintegración toma entre 150 y 500 años.

Lagos, ríos y mares reciben 8 mil millones de toneladas de bolsas de plástico que tapan cañerías, coladeras y alcantarillas. Representan el 10 por ciento de los desechos en las costas y al degradarse se convierten en pequeños petropolímeros, muy tóxicos, que entran a la cadena alimenticia con consecuencias catastróficas.

Por ello, científicos y activistas del medio ambiente buscan alternativas más ecológicas, además de leyes que prohiban el empleo desmesurado de las bolsas de plástico, así como concientizar a la gente para que reduzca su uso.

La Agencia Informativa Conacyt dio a conocer recientemente que estudiantes de la carrera de ingeniería en biotecnología de la Facultad de Química en la Universidad Autónoma de Querétaro, diseñaron un biopolímero con subproductos de la agroindustria para la fabricación de bolsas de plástico degradable e incluso comestibles para los animales, pues está hecha con el olote de maíz, parte central de la mazorca.

En Querétaro se creó el Reglamento de Protección Ambiental y Cambio Climático, que restringe la entrega de bolsas de plástico a clientes en centros comerciales y tiendas de conveniencia.

Mónica Citlali García, estudiante que lidera el proyecto, aseguró que el objetivo es ofrecer una alternativa sustentable ante el impacto ecológico negativo que generan las bolsas desechables.

“Queremos fabricar una bolsa que asemeje las características que tienen los plásticos en cuanto a propiedades mecánicas y resistencia, pero también reducir su tiempo de degradación. El plus de nuestro proyecto es que, por los materiales que utilizamos para su elaboración, nuestra bolsa podría ser hasta comestible, es decir, si llega a los basureros o incluso al mar, los animales pueden comerla y no resultarles tóxica”, afirmó.

Este proyecto fue presentado para competir por el Premio Santander a la Innovación Empresarial 2018 bajo el nombre de Boltsiri. “Tsiri” significa maíz en lengua purépecha.

Actualmente, los estudiantes buscan recursos para producirla a una escala menor. Aseguran que con la tecnología existente se puede fabricar, sólo se necesita estandarizar el método para que las bolsas sean iguales.

En el equipo que desarrolla este proyecto participan, además, los estudiantes de ingeniería en biotecnología Raquel Adriana Ríos Romo, Luis Felipe Delgado Sánchez, Diego Alberto Cárdenas Ramírez, José Roberto Chiapa Gayosso, María José Rodríguez Hernández, Itzel Solís Godoy, Hugo Eduardo Ontiveros Ledezma, Armando Melgarejo Mancilla, Manuel David Vaca Tello y Manuel Bermejo Chávez.


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