Texto y foto: Elio Henríquez
La Jornada Maya

San Cristóbal de las Casas Chiapas
Sábado 2 de noviembre, 2019

Los pobladores de las comunidades y pueblos indígenas de los Altos de Chiapas conciben el día de muertos como la fiesta de las almas (k’in ch’ulelal, en tzotzil) y ofrendan comida y bebida en agradecimiento por los bienes que heredaron a sus descendientes.

“Realmente es una fiesta de las almas y de la memoria. Es una fiesta para no olvidar que los que se fueron algo hicieron por nosotros y por eso seguimos aquí. Es una alianza entre los muertos y los vivos”, afirmó Enrique Pérez López, coordinador del programa universitario para la promoción del patrimonio biocultural de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach).

“En la tradición indígena la visita de las almas es cada año en estas fechas. Por eso, cuando se le habla al alma se le dice: ‘Hoy es tu fiesta, el que te cuida allá ha destinado este día para que te deje salir y vengas a visitarnos’”, agregó.

El proceso empieza días o semanas antes con la limpia y arreglo de los caminos y veredas “para que transiten las almas, pero también los vivos. En Chamula sirve también para orientar a las almas por dónde van a transitar. Los chamulas ponen en la entrada de su casa una cruz adornada con flores y hacen como un caminito con juncia (hojas de pino) y flores de cempasúchil, para guiarlas al altar. El primer punto de contacto del alma al llegar a su casa es una cruz. Luego entra para degustar ofrendas”, aseveró.

En entrevista explicó que con ciertas variaciones, la celebración es similar en los municipios indígenas de la región. En el caso de Chenalhó, por ejemplo, se celebra los días 1 y 2 de noviembre; se considera que el 1 salen las almas de los difuntos sin excepción y se regresan a su sitio el 2, por lo que desde el 31 de octubre se hacen los preparativos: Tamales de frijol bótil tierno, atole de elote. Hay cosas infaltables: cacahuates, cakaté y la carne de res ahumada. Se seca porque se dice que la fresca pesa y no la podrían llevar las almas”.

Añadió que en ese municipio tzotzil, de donde es originario, el 1 de noviembre para amanecer el 2, los regidores tocan las campanas toda la noche para llamar a las almas.

En el vecino Chamula, abundó, “la costumbre es que desde el 31 de octubre, a partir de la media noche, las familias dejan puesto el altar y la comida, ya que las almas empiezan a salir desde ese día, pero el primero de noviembre van al panteón a llamarlas e invitarlas a que lleguen a degustar, a comer. Llegan a la tumba, llevan flores y velas de cebo como marca la costumbre”.

Agregó: “Le hablan a las almas; no es un rezo, es platicado. Les dicen que ha llegado un día más de su fiesta, que sus hijos les han preparado la comida, la bebida, lo que probaron durante su vida. Les dicen: “Acompáñanos a comer, a probar lo que te preparamos’. Y claro le dicen: ‘Ya no vamos a ver qué vas a comer ni a beber, sólo será la esencia, el vaho de lo que hemos preparado lo que vas a consumir’”.

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Foto: Elio Henríquez

Señaló que el 2 de noviembre “tienen que ir al panteón a dejar a las almas, pues no se pueden regresar solas; si las fueron a llamar las tienen que ir a regresar después del mediodía e igual platican con ellas para despedirlas: ‘Ya pasó tu fiesta, ya probaste, comiste, ahora ya te vas y hasta el otro año estaremos aquí’”.

En el municipio tzeltal de Tenejapa, la mayoría de los pobladores de las comunidades no acuden a los panteones, pues existe la costumbre de enterrar a sus difuntos adentro o a un lado de sus casas, según el investigador Xuno López.

“Muchas familias seguimos la costumbre de enterrarlos adentro de la casa, se busca un espacio adentro para resguardarlos, para que estén con su familia. Puede ser cerca del altar, en la cocina o en un rincón donde se cava para sepultarlos”, dijo, aunque existe un panteón en la cabecera municipal, donde los mestizos y los indígenas que habitan en ese lugar entierran a sus muertos.

Además, comentó, la mayoría de los pobladores de Tenejapa, al igual que en el vecino Oxchuc, celebra la fiesta de las almas el 10 u 11 de octubre “cuando inicia el mes yaxk’in in, que es otro ciclo, no el gregoriano occidental, sino el mes maya tzeltal, que sigue vigente todavía. Se colocan flores, se hacen tamales, atole y la comida típica tradicional para la fiesta. Se convoca a las almas, se hacen rezos, se queman velas. Algunas familias la repiten el 1 y 2 de noviembre” y otras la hacen de corrido hasta estos días.

“Se limpian los caminos 15 días antes para que los que los caminaron lo encuentren limpios, vean que la tradición sigue porque se dice que si no se limpian es signo de olvido. Se les dice que con mucha alegría se les espera. Es una celebración de la memoria, contrario a lo que se hace en el municipio de Zinacantán, donde se limpian los caminos después del día de muertos porque dicen que hay que limpiar una vez que han pasado los ancestros”.

Enrique Pérez manifestó que según la creencia ancestral de los pobladores de Chenalhó, “el alma de las personas mueren en las fechas previas al día de muertos, no se van de inmediato sino que se queda, porque servirá de cargador para las almas que vienen de visita. Esa alma cargará la esencia de la comida y bebida cuando regresen y se va con ella. Esa es otra forma de entender la muerte y el viaje de las almas”.

En otros lugares como Romerillo, Chamula, la celebración del día de muertos se ha convertido desde hace varios años en una fiesta colorida y vistosa que se distingue por las cruces de madera de varios metros colocadas en medio del panteón representando a los 20 parajes que entierran a sus difuntos en ese sitio.

Además de miles de indígenas de municipios vecinos, cada año asisten cientos de turistas nacionales y extranjeros que se confunden entre el olor a la juncia y a las flores de cempasúchil; entre los mashes (grupos de músicos chamulas tradicionales), las cruces y las tumbas junto a las cuales son colocados alimentos y bebidas que se ingieren en familia y entre canciones de conjuntos musicales.

La celebración, que tiene lugar el 1 de noviembre, es una de las más concurridas en las zonas indígenas por las grandes cruces colocadas en fila en lo alto del pequeño cerro en el que se encuentra el panteón, como no ocurre en ningún otro lado, contó Pérez López.


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