Mujeres y niños, presas actuales de la caza de brujas

"No hay brujas, hay estigmatización de determinadas personas”, señala portavoz de organización
Foto: Isabel Muñoz

Enfermedad, muerte repentina de familiares, pérdida de cosechas, odio, envidia y codicia, son algunas razones que Jörg Nowak enlista en un estudio sobre la cacería de brujas, la cual, asegura, está lejos de ser cosa del pasado ya que las persecuciones y asesinatos por este motivo persisten en el mundo actual, principalmente en África, el sudeste asiático y América Latina, siendo las mujeres y niños la principal presa.

El portavoz de la organización católica de ayuda Missio, la cual ha instaurado el Día Internacional contra la Caza de Brujas, celebrado por primera vez el pasado 10 de agosto, deja en claro su punto de vista y refiere que "no hay brujas, hay estigmatización de determinadas personas".

Sobre el tema, el historiador de la Universidad del Sarre, Wolfgang Behringer, se remonta a los años entre 1560 y 1630, cuando la caza de brujas alcanzó su punto máximo en Europa, dejando entre 50 mil y 60 mil muertes durante esa época, cifras que compara con poblaciones como las de Colonia y Hamburgo, las cuales no superaban en ese tiempo los 40 mil habitantes. 

“He llegado a la conclusión de que la caza de brujas no es un problema histórico, sino un problema candente de nuestro propio presente", declara Wolfgang en entrevista con DW.

Una práctica de supersticiones

La caza de brujas es una práctica marcada por numerosas supersticiones, según la región donde se lleve a cabo, en Ghana, por ejemplo, algunas comunidades atribuyen la causa del nacimiento de un niño discapacitado a supuestas prácticas de brujería.

El terror impera en el siglo XXI. En Papúa Nueva Guinea, una horda de lugareños golpeó, quemó y abusó sexualmente de una mujer de edad avanzada, acusada de matar a uno de los suyos mediante supuestos poderes sobrenaturales tras “devorar su corazón”. La brutal caza de brujas en ese país de Oceanía ha dejado en los últimos años al menos 20 asesinatos de este tipo y decenas de agresiones en la región recóndita de las Tierras Altas, de acuerdo con cifras recabadas por la agencia Afp en 2019.

Diversas investigaciones dan muestra de que la violación se ha convertido en una arma de guerra común en éste y otros países.

La creencia en la brujería, así como en fantasmas o ideas como que las piedras pueden hablar, ha persistido por años en Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, los linchamientos, la tortura y las agresiones sexuales es algo nuevo, refiere Anton Lutz, un misionero luterano que radicó muchos años en la provincia de Enga, quien asegura que esta práctica se adoptó hace unos cinco años, hasta ser tan recurrente con un ataque cada semana o 15 días.

“Pero la práctica consistente en acusar a una mujer de ser responsable de una muerte y torturarla sádicamente, someterla a violencia sexual durante horas hasta que se muere es algo nuevo”. Cada linchamiento, asegura, coincide con la muerte por causas aparentemente inexplicables de los habitantes del lugar. 

Los infartos, la diabetes, el sida son cada vez más frecuentes pero poco conocidos en ciertas regiones, por lo que algunas personas atribuyen más fácilmente una muerte a la brujería que al colesterol.

“Niños brujos” y el albinismo

Además de las mujeres, otro blanco de la caza de brujas son los niños y personas con albinismo, cuyos órganos, según las supersticiones en Tanzania -el país con el índice más alto de muerte infantil a causa de la brujería-, pueden usarse con fines medicinales. En el mercado negro se venden huesos, órganos, pelo y extremidades de niños. Si son de albinos el precio es mayor y pueden alcanzar hasta 3 mil euros.

En el Congo, los “niños brujos” son rechazados por sus familias. Al respecto, Thérèse Mema Mapenzi, colaboradora de los proyectos de Missio y quien se encarga de estos niños, detalla que los menores que han sufrido violación o que nacieron fuera del matrimnio se les acusa de brujería. En algunos casos, los mismos padres son los que arrebatan la vida a sus hijos.

"Estos niños vienen a nosotros, a menudo los han golpeado hasta sangrar, los han marcado como brujos o tienen otras heridas. Este fenómeno duele. Siempre nos sorprende ver a estos niños totalmente carentes de protección", señala Thérèse Mema a DW.

Supuestas brujas o “niños brujos” son considerados responsables de enfermedades como el sida o condiciones como la esterilidad de la mujer. Ayudar a este sector, refiere, Mapenzi, no es fácil ya que "en la ley congoleña, la brujería no se reconoce como un delito porque no hay pruebas. Desafortunadamente, la población toma justicia por propia mano para vengarse y castigar a las personas a quienes llama brujas ".

Diversas asociaciones se han sumado a la lucha contra la problemática, entre ellas Unicef y Save the Children. Thérèse Mema, quien ha ayudado a incorporarse a mujeres y niños a sus familias, asegura que el riesgo de ser nuevamente acusado de brujería nunca puede descartarse por completo. 

Con información de DW y Afp


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