Fundación Ocesa busca incluir a personas sordas a sus conciertos con chalecos sensoriales

El lenguaje de señas también forma parte del Proyecto Vibra, para una mejor experiencia en los espectáculos
Foto: Ocesa

Jorge Caballero

Más que un programa de inclusión, uno de integración. La Fundación Ocesa puso en marcha en sus conciertos el Proyecto Vibra, que consiste en que las personas con discapacidad auditiva se encuentren con la música y vivan una experiencia inmersiva por medio de chalecos sensoriales e interpretación en lenguaje de señas mexicanas, explicó Karla Pérez-Gil del Valle, gerente del organismo. “Se trata de que los sordos puedan vivir la música”.

En entrevista con La Jornada durante el pasado festival Corona Capital, donde se efectuó la más reciente incursión inmersiva del proyecto con débiles auditivos, Pérez-Gil del Valle explicó: “Está inspirado en los conciertos que ofreció Coldplay en México el año pasado. En toda su gira por Latinoamérica, el grupo traía seis chalecos vibratorios e invitaban a seis sordos. Para sus conciertos en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey nos pidieron que operáramos esto, desde llevar a los invitados hasta al intérprete del lenguaje de señas mexicanas, los accesos y todo lo demás.

 

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Cuando vimos el impacto que causó decidimos tenerlos de base en cada uno de nuestras actividades. La diferencia es que los chalecos que nosotros tenemos son de una generación posterior, con seis puntos vibratorios, a diferencia de los del grupo británico que únicamente vibraban en la espalda. Los nuestros tienen además dos en el pecho, dos en la cadera, o sea seis puntos distintos que hacen la experiencia abrazadora, y ya van 300 personas que la han vivido.

Sobre cómo funcionan estas prendas vibratorias, Pérez-Gil del Valle menciona, al tiempo que el grupo de The Breeders salía al escenario principal: “Hay una antena emisora que se conecta a la consola de audio principal. El chaleco recibe y vibra de acuerdo con todo lo que el aparato está esta trasmitiendo”.

Al momento que Kim Deal rasguea su guitarra, precisa: “Nosotros, los oyentes sentimos lo que es una vibración cuando se está cerca de una bocina; en realidad, lo que sentimos son los bajos. Con el chaleco se perciben los medios y altos, además de los bajos, e incluso se siente la voz. Sensorialmente es una experiencia completa; el otro 50 por ciento de la vivencia lo complementa el lenguaje de señas mexicanas, porque las intérpretes no sólo traducen la letra, sino que emiten la emoción del artista, lo que está entablando con el público. Se vuelve una experiencia inmersiva”.

 

Profesor especializado

El maestro de canto en lenguaje de señas, Alejandro Gallardo, comparte con La Jornada el primer momento que usó el chaleco vibratorio: “Fue súper emocionante, una sensación nueva y diferente. Primero fue un shock; nunca había sentido esto y migró hasta acostumbrarme y conectarme con el ritmo, sentir el golpeteo de la batería de un lado, el bajo y la guitarra en otro, hasta descubrir todas las sensaciones. Me sentí muy feliz. Me pasó igual que con los controles vibratorios de los videojuegos: es esa sensación, pero en todo el cuerpo”.

Gallardo considera que el uso de chalecos vibratorios para quienes sufren de la misma discapacidad que él, ayudan “a que los sordos puedan sentir esta conexión y acercamiento con el arte, la expresión del alma. Por ejemplo, cuando estoy en un concierto y veo a todo el público emocionado y bailando, están sintiendo la música. Como sordo, nosotros queremos saber eso que les provoca cantar y bailar. Los chalecos nos ayudan a ser parte, no sólo nos incluyen sino que nos integran. Expanden nuestros sentidos”.

Al preguntarle a Pérez-Gil del Valle si esa sería la dirección que tomaría en futuro inmediato en la asistencia a un concierto adquirir uno de sus chalecos vibratorios, ella responde: “Nosotros somos una fundación y es totalmente social, a los invitados no les cuesta ni un centavo, eso le corresponde a la parte comercial de cada actividad si deciden tener este servicio con boleto-chaleco. Hasta el momento es puramente social”.

En relación con los comentarios que han recibido, la gerente de la Fundación Ocesa señala: “Que la experiencia es increíble, pero la mayor satisfacción es ver cómo llegan de expectantes los invitados al Proyecto Vibra y después de vivir la experiencia, salir con la cara radiante es la mejor respuesta. Ni uno de los 300 que han participado en el proyecto se ha decepcionado; es más, ni siquiera queda en el punto medio, sino que salen totalmente satisfechos. Nosotros tenemos 10 chalecos pero ya están por llegar quince más”.

La entrevista se realizó en la sección Cavanas del Corona Capital donde hay varios palcos, colofoneando Karla Pérez-Gil del Valle agrega: “Nuestro palco es el más prendido, pero el más silencioso”.

Edición: Emilio Gómez


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