El fotoperiodista Rodrigo Moya falleció el miércoles 30 de julio a los 91 años. De origen colombomexicano, su trabajo es reconocido por sus retratos de la Revolución Cubana, las guerrillas latinoamericanas del siglo pasado y de la guerra de Vietnam para medios nacionales e internacionales.
Hijo del escenógrafo Luis Moya y de la antioqueña Alicia Moreno, Rodrigo Moya nace el 10 de abril de 1934 en Medellín, Colombia. Dos años después, la familia Moya Moreno se instala en México donde el padre comenzó a trabajar en teatro y cine.
El joven Moya comenzó a estudiar Ingeniería Civil en la Universidad Nacional, pero a los 20 años abandona los estudios para trabajar, entre otras ocupaciones, como floor manager en Televicentro. Ahí se encuentra con el reportero colombiano Guillermo Angulo, quien lo introdujo a la fotografía y lo contrató como “chícharo” de sus reportajes en la revista Impacto. Es en ésta y bajo la guía de su director, Regino Hernández Llergo, donde Moya aprende a editar fotografía.
En 1955 realizó su primer ensayo en el Valle del Mezquital y, de ahí en adelante, se dedicó a vender reportajes a revistas ilustradas como Impacto, Siempre, Hoy y Mañana. Hacia 1960 conoció a Manuel del Castillo Negrete y se integró al equipo de documentación del Departamento de Catálogo y Restauración de Patrimonio Artístico del INAH. En 1964 recibió una invitación de Gustavo Alatriste, dueño de Sucesos para todos, para formar parte del equipo editorial de la revista. En ésta publicó un número importante de reportajes de carácter político y social, a los que acompañan textos escritos por él o por el equipo de “Pinco Palino” (Perico de los palotes). Con Mario Menéndez, director de Sucesos, realizó varios reportajes de las luchas guerrilleras en Guatemala, Panamá y Venezuela. Decepcionado del progresivo amarillismo del periodismo, se retiró de la prensa en 1968 para dedicarse a la publicación de una revista de pesca, Técnica pesquera, que cerró tres décadas después.
"A la muerte del Che, en octubre de 1967, inicié casi de golpe mi alejamiento de la fotografía periodística, desencantado de diversas circunstancias que son parte de otras historias. Mi ingenua pretensión de fotografiar las gestas guerrilleras se esfumó con el asesinato del comandante Guevara. Hasta donde yo sé, fui el único fotógrafo mexicano que documentó desde dentro esos conflictos armados", confesó en un artículo para La Jornada.
En 1999 sufrió una grave enfermedad, tras la cual se mudó a Cuernavaca, donde se reencuentra con su archivo. Después de “fusilar” los negativos que no le gustaban, Rodrigo Moya se dedicó, desde entonces, a la ordenación, cuidado y edición de sus mejores fotografías.
"Pasaron más de treinta y cinco años para que mi trabajo emergiera de una manera inesperada y un tanto ruidosa. Dos exposiciones personales –las primeras en mi vida–, más la publicación del libro Foto insurrecta en el lapso de apenas tres años, rescataron mi trabajo fotográfico de su olvido. Olvido, debo decir, sólo atribuible a mí mismo, por la manera al mismo tiempo abrupta y silenciosa, como me ausenté de la foto periodística a finales de 1967", señaló para el medio nacional.
La Fototeca Nacional Sinafo-INAH comunicó el fallecimiento mediante sus redes sociales.
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