La mexicana Graciela Iturbide recibe el Princesa de Asturias 2025: ''El arte fotográfico no conoce fronteras ni necesita visas''

El Museo Nacional de Antropología también fue reconocido en la categoría de la Concordia
Foto: Afp

Armando G. Tejeda

La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide y el Museo Nacional de Antropología, que estuvo representado por su director, Antonio Saborit, y la presidenta del patronato, Madeleine Bremond, recibieron el premio Princesa de Asturias, la primera en la categoría de Artes y el segundo el de la Concordia, en una ceremonia celebrada en el Teatro Campoamor de Oviedo y presidida por los reyes de España.

En su discurso, Graciela Iturbide reivindicó a los pueblos indígenas y al sincretismo mexicano, al tiempo que aclaro que “nunca he construido ninguna imagen”, todos sus capturas han sido espontáneas.




La ciudad de Oviedo, capital de Asturias, se vistió de gala para celebrar el acto más importante del año: la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, que se fundaron en 1981 (entonces se llamaban Príncipe de Asturias) y que desde entonces han reconocido la obra y la aportación de numerosas personalidades e instituciones en el mundo, en las ocho categorías que entregan anualmente. 

Por primera vez, México recibió en una misma edición dos galardones, si bien a lo largo de la historia ha habido varios ciudadanos o instituciones de nuestro país con esta distinción, como el antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, que lo obtuvo en 2022, en el apartado de Ciencias Sociales; Alma Guillermoprieto, en 2018, en Comunicación y Humanidades; el neurobiólogo Arturo Álvarez Buylla, en 2011, en Investigación Científica y Técnica, las instituciones académicas Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 2009, en el área de Comunicación y Humanidades, y el Colegio de México, en 2001, en Ciencias Sociales. Además, en 1983, Juan Rulfo lo ganó en el apartado de Letras, y Carlos Fuentes, en 1994, también. 

Otras instituciones mexicanas que lo han ganado son el Fondo de Cultura Económica (FCE), en 1989, y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en 2020. 

La llegada al Teatro Campoamor de los galardonados fue bajo el sonido hipnótico de decenas de gaitas, el instrumento típico de la región. No todos los premiados tienen derecho a discurso, entre los que sí tuvieron la palabra fue la fotógrafa Graciela Iturbide, quien relató que “he pasado más de medio siglo de mi vida mirando al mundo por una ventanita que apenas mide unos escasos centímetros cuadrados. ¿No resulta paradójico otorgarme el prestigiado Premio Princesa de Asturias de las Artes por una hazaña tan circunscrita? Lo agradezco y me siento muy honrada, pero mis méritos no rebasan estos cuantos centímetros de quimera. Porque no cabe duda: la fotografía no es la verdad, sino la interpretación de una realidad que el artista aprehende en función de sus conocimientos, sus emociones, sus sueños y su intuición. Ya lo decía el lúcido Brassaï: 'La vida no puede ser captada ni por el realismo ni por el naturalismo, sino solamente por el sueño, el símbolo o la imaginación'”. 



Foto: FPA/Yeray Menéndez


Iturbide, que nació en la Ciudad de México en 1942, fue discípula del gran maestro de la fotografía mexicana, Manuel Álvarez Bravo, con una trayectoria diversa y prolífica, ya sea captando con su cámara a los pueblos originarios de nuestro país que en sus continuos viajes por el mundo, abarcando los cinco continentes y recorriendo países como la India, Japón, Madagascar, Italia, Francia, España y por supuesto México y otros países de América Latina. 

“La parte más conocida de mi obra retrata el mundo indígena de México. Le he dedicado mis mejores años y gracias a ella, recorrí buena parte de mi país, sobre todo las regiones apartadas y desfavorecidas donde sobreviven y resisten los indígenas. Sin embargo, al igual que la inmensa mayoría de los mexicanos, soy el resultado de la fusión entre dos culturas, dos visiones del mundo casi siempre encontradas. La historia de México es la del sincretismo que me habita y no podría sacrificar una de sus vertientes sin mutilarme a mí misma. A raíz de la guerra civil española, llegaron a México intelectuales y artistas que enriquecieron nuestra vida cultural y nos inspiraron con sus talentos y sus conocimientos. Me acuerdo de Buñuel. No puedo olvidarlos en un momento como éste”.

Después, Iturbide aclaró: “La fotografía juega con una ambigüedad: devela un fragmento de realidad que yo procuro volver a velar, con el objeto de no dilapidar el misterio que recoge. Por más que el espectador a veces lo dude, debo precisar que nunca he construido ninguna imagen. Todas han sido el fruto del azar o el resultado de un encuentro”.

Finalmente, la fotógrafa mexicana lanzó una advertencia a los poderosos que gobiernan el mundo: El arte fotográfico no conoce fronteras, ni tiene pasaporte, ni necesita visas, por más que algunos hombres poderosos pretendan limitar el libre tránsito entre los países y coartar la libertad de pensar y de crear”.

Otro de los premiados en hablar fue el escritor barcelonés Eduardo Mendoza, quien recibió el galardón en la categoría de Letras, y explicó que “en el colegio recibí una educación estricta, tediosa y opresiva. Tenazmente, me inculcaron las virtudes del trabajo, el ahorro y el decoro, gracias a lo cual salí vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas”.

El novelista habló también de la ciudad que es el escenario de la mayor parte de su obra, Barcelona, “una ciudad de tamaño medio, cálida y soleada, tranquila laboriosa y conservadora, cuna de santos infantiles y abuelos entrañables. También un ciudad portuaria, viciosa y canalla. Yendo de la una a la otra y buceando en bibliotecas y hemerotecas descubrí que Barcelona tenía además un interesante pasado turbulento y criminal, del que me apropié para escribir mis novelas. Las ciudades, como las novelas, son de todos y no son de nadie”. 

El filósofo coreano Byung-Chul Han fue el galardonado en el apartado de Comunicación y Humanidades, en reconocimiento a una obra crítica y mordaz con la realidad actual. Y su discurso fue, precisamente eso, una reflexión sobre el tiempo presente: “La ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión. Aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico, neoliberal que explota la libertad. Uno se imagina que es libre, pero, en realidad, lo que hace es explotarse a sí mismo voluntariamente y con entusiasmo, hasta colapsar. Ese colapso se llama burnout. Somos como aquel esclavo que le arrebata el látigo a su amo y se azota a sí mismo, creyendo que así se libera”. 

Además, profundizó en esa idea del “gran engaño” o “ensoñación” en la que vivimos: “Los arrebatos de autenticidad y creatividad nos hacen creer que gozamos de una libertad individual cada vez mayor. Sin embargo, al mismo tiempo, sentimos difusamente que, en realidad, no somos libres, sino que, más bien, nos arrastramos de una adicción a otra, de una dependencia a otra. Nos invade una sensación de vacío. El legado del liberalismo ha sido el vacío. Ya no tenemos valores ni ideales con que llenarlo. Algo no va bien en nuestra sociedad”.

La princesa de Asturias, Leonor, expresó en su discurso su admiración por todos los premiados, al referirse al Museo Nacional de Antropología, advirtió que “reconocemos hoy aquí la importancia de su institución, que cuida, exhibe, conserva y difunde el legado prehispánico y la cultura indígena de México” y que “algún día espero tener la suerte de adentrarme en ese bosque de Chapultepec y admirar más de tres mil años de historia. Y ver la Piedra del Sol. Y tantas muestras de vida olmeca, zapoteca, maya, mixteca… Hoy México está muy presente en este teatro Campoamor”. 

Al referirse al trabajo de Graciela Iturbide, añadió que es “una artista que ha plasmado la fuerza de las mujeres, la de la zapoteca de las iguanas, también la de la mujer seri de Sonora, la Mujer Ángel que enlaza presente y futuro en aquel desierto. Ojalá que mis colegas de generación se detengan sin prisa a mirar sus fotografías”. 

El resto de premiados este año son el sociólogo Douglas Massey, en Ciencias Sociales; la tenista Serena Williams, en Deportes; el político italiano Mario Draghi, en Cooperación Internacional; y la científica Mary-Claire King, en Investigación.


Edición: Estefanía Cardeña


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