Texto y fotos: Notimex
La Jornada Maya

Guadalajara, Jalisco
Domingo 27 de noviembre, 2016

El exilio global se ha convertido hoy en una realidad cotidiana, lamentó el novelista, cuentista y ensayista rumano Norman Manea, para quien, sin embargo, también se trata de una experiencia humana esencial.

Durante la apertura del Salón Literario en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, agregó que los textos antiguos nos hablan de esta historia radical y extraña.

No obstante, expuso, la integridad y la interioridad del escritor residen en su lengua, “desposeído de ella, se convierte en una nebulosa inestable, vaga, y sus dudas pueden ejercer una tiranía abrumadora, debido a la ambigüedad”.

Desde el pasado, abundó, “la lengua del exilio busca la expresión esencial de su condición humana”.

Comentó que la lengua con la que nació “fue exiliada conmigo; en 1945 el exiliado fue repatriado junto con la lengua salvada, una lengua infantil, pobre, anímica, indecisa y desorientada como yo mismo era en espera de la normalidad”.

“Volví a descubrir la comida, los juegos, la escuela, la ropa, los parientes pero, sobre todo, la lengua; estaba ávido de libros, diarios, revistas, exploraba nuevas palabras y significados”.

Recordó que cuando era pequeño soñaba con formar parte de la “familia de los magos de la palabra, esa familia secreta que acababa de descubrir”.

Recordó que su primera composición literaria fue un discurso amoroso dedicado a una muchacha rubia de su clase, en 1947; “leí el texto con pasión en presencia de la amada y de un reducido círculo de cohibidos compañeros”.

Resaltó que después, “en mis primeros años de la dictadura, escribí poemas dedicados a la revolución y a la paz universal, con la ingenuidad propia de la edad aspiraba a algo distinto, más allá de lo cotidiano, impaciente por descubrir mi verdadero yo entre los varios individuos que habitaban en mi”.

“Las lecturas del romanticismo alemán, el realismo crítico francés e inglés, y especialmente la gran literatura rusa, excelentemente traducida en la Rumania de aquellos años, incendiaron mi imaginación”, abundó.

Subrayó que “después de la soledad juvenil renuncié a expresarme en verso y nacieron mis primeros textos en prosa, finalmente sentía mi propia voz en mi propio libro, exiliado del todo, en el enclave de mis propias páginas encontré el tan ansiado refugio, mi verdadero domicilio”.

Destacó que “los magos de la palabra me ayudaron a reencontrarme con mi yo y con mi lengua, mi primer cuento ‘Plancha para planchar el amor', publicado en 1966, se centraba en una atormentada secuencia erótica, donde yo intentaba establecer una normalidad temática y de lenguaje, pero el texto fue atacado por la prensa”.

Fue entonces que las lecturas “oxigenaron mi existencia. La lengua ya no era la misma, y la defendí todo lo que pude, de la suspicacia y la hostilidad de la censura”.

El rumano Norman Manea es el ganador de la actual edición del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que entrega la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.


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