Texto: Arturo Jiménez
Foto: Fotograma del video 'Ponte Loco Carnaval 2016'
La Jornada Maya
Ciudad de México
Viernes 4 de noviembre, 2016
Mediante la magia de las máscaras, los disfraces y la convivencia entre diferentes, este domingo el desfile Ponte Loco Carnaval tratará de borrar las fronteras siempre relativas entre la “locura” y la “normalidad”.
Ocultos tras el antifaz y el vestuario, en el trayecto del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución los internos traídos de diversos albergues siquiátricos se confundirán con sus médicos, asistentes y demás gente “común”. ¿Quiénes serán los locos en ese recorrido? Será difícil saberlo.
La convocatoria está abierta para cualquier ciudadano que desee participar en esas comparsas solidarias, que a las 14 horas partirán junto con carros alegóricos, músicos, saltimbanquis, arlequines, esperpentos y zanqueros.
“No se trata de exhibir, sino de invitar a conocer”, se dice en un video de los organizadores. La idea es combatir prejuicios e injusticias y lograr que los ciudadanos de la calle se acerquen y compartan con los ciudadanos recluidos, quienes por unas horas se verán liberados del encierro, el olvido y, muchas veces, la crueldad.
Esta locura carnavalesca comenzó hace cuatro años con vecinos y pacientes del Centro de Asistencia e Integración Social de Iztapalapa. Ninguno se violentó, se escapó ni se puso más loco, aunque solían afirmarse “cosas terribles” de ellos, se destaca en el video.
O como lo plantea a cuadro el paciente Federico Lima: “Se dice que no se sabe quiénes son los que están locos: si los que estamos adentro o los que están afuera”.
El asunto con el Ponte Loco Carnaval es “divertirse sin tantas etiquetas”, comenta el sicoanalista Israel Rincón, uno de los organizadores y director del colectivo Désir/es Freudianos, responsable de La Clínica Comunitaria, en la colonia Morelos.
Aparte de Iztapalapa, la experiencia de este carnaval se ha replicado en Morelia y se espera que para el próximo año lo retomen en Ecatepec y Tepoztlán. También se han realizado exposiciones y encuentros en universidades y hospitales siquiátricos, entre otras actividades.
[b]“Basureros humanos”[/b]
Rincón comenta que mientras en México no existe una ley sobre salud mental, en Italia, por ejemplo, desde 1978 se creó una legislación para el trato digno a las personas en situación de encierro siquiátrico, “etapa conocida como el auge de la antisiquiatría”.
Ante las crueles condiciones en los albergues siquiátricos, “en México no se pasa de las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos”. Pese a la nutrida investigación e información disponibles y a las muchas denuncias, “casi nada se mueve”.
En 2013 se propuso en la Cámara de Diputados una ley para mejorarlos, pero fue rechazada, en una confirmación de que los albergues son vistos como “basureros humanos”, y los locos como “desechos de la humanidad”.
En su concepción hegemónica sobre la “locura”, el Estado dicta qué es “normal” y qué es “anormal”. Y las instituciones y la sociedad (incluidos familiares y amigos), suelen olvidarse de sus locos, dice Rincón.
Igual sucede con los “locos de la calle o indigentes”, expulsados de ciertas zonas de las ciudades porque “no generan imagen ni venden, ni compran”.
En el fondo, advierte, en la sociedad temen a la posibilidad de “llegar a ser loco”. Por eso buscan otro cuerpo, ajeno, que ocupe el lugar que ellos rehuyen.
“No se niega al loco, éste tiene que estar para que exista esa diferencia, dualidad y equilibrio”. Una vez que la locura es asignada a otro cuerpo, “es mejor no verlo, poner distancia, marginarlo, olvidarlo para no pensar en la culpa”.
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