de

del

Rodrigo Patiño*
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 18 de junio, 2019

El pasado 28 de mayo recibí un golpe muy bajo. Ese día se publicó en [i]La Jornada Maya[/i] (LJM) un texto firmado por José Luis Sierra Villareal, quien se propuso destruir a toda costa mi reputación como persona. Desconozco su móvil, pero me imagino que mi texto del 20 de mayo en este mismo medio le movió alguna fibra muy sensible. Sierra Villareal abandonó cualquier protocolo académico, pero también perdió cualquier gesto de cordialidad. Sus palabras, sin embargo, son muy fáciles de desmentir, y me he dedicado a replicar párrafo por párrafo su escrito ([a=https://drive.google.com/file/d/1TryRCVhuv9XzZebYwPiMkJlE2Pz_7GNK/view]https://drive.google.com/file/d/1TryRCVhuv9XzZebYwPiMkJlE2Pz_7GNK/view?usp=sharing[/a]).

Aún estoy sorprendido del lenguaje que utilizó José Luis Sierra, pero más me sorprendió el oportunismo de los editores de LJM al resaltar en su versión impresa con letras grandes una de las frases del texto: “Patiño es un científico al que no le preocupa la suficiencia energética de Yucatán, tampoco el Cambio Climático”. Esta frase contrasta con varios textos con los que he contribuido a LJM desde hace varios meses, en los que denoto mi preocupación por una transición energética sostenible y por la vulnerabilidad del territorio yucateco, su medio ambiente y pobladores. Pero como errar es de humanos, daré el beneficio de la duda a las intenciones de Sierra como de LJM.

En efecto, a causa de las imprudencias referidas, he recibido en los últimos días muchas palabras de apoyo y solidaridad. En particular, agradezco a la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal y a Enrique Gallegos Madrigal por su textos publicados el 31 de mayo en la versión electrónica de LJM, así como al Dr. Mariano Escobedo por hacer un amplio comentario en la versión electrónica del escrito de José Luis Sierra. Como confirman todos ellos, los megaproyectos de energía atentan contra el territorio maya y es urgente la búsqueda de nuevos modelos de desarrollo. Es justamente en este último punto que quisiera hacer hincapié, porque como científico y funcionario público me comprometo a contribuir a la creación, difusión y divulgación del conocimiento, me obliga a hacer continuamente un análisis crítico -y autocrítico-, y me estimula a contribuir por un mundo mejor. Y justamente todos coincidimos en que el desarrollo implica un mundo mejor.

[b]¿Cómo será aquél mundo mejor?[/b]

Donde comienza la bifurcación es justamente en explicar cómo será aquel mundo mejor. El sistema económico en el que vivimos se ha encargado durante siglos de crear una cultura del desarrollo basada en el capital. Las teorías económicas clásicas se fundamentan justamente en un desarrollo económico -local como global- basado en la explotación de los recursos naturales, que hasta hace muy poco tiempo se consideraban inagotables. A lo largo de la historia, sin embargo, existen ejemplos de grandes ciudades, civilizaciones o imperios que expandieron de manera importante su dominio territorial ante el agotamiento de los recursos locales. Y también hay ejemplos de sociedades que terminaron por extinguirse debido a un agotamiento de los recursos disponibles.

Actualmente hay evidencias de que el uso masivo de los recursos del Planeta está comprometiendo su existencia para las generaciones futuras. El consumismo voraz es más rápido de lo que la Tierra es capaz de regenerar o resanar en un sistema antropocéntrico que no da importancia a su interacción -como organismo biológico- con el ecosistema, y que de paso ha dado una inequidad grandísima entre distintos sectores poblacionales. Es decir, la riqueza (el desarrollo económico) es para unos cuantos, mientras que la mayoría de la población mundial vive con limitaciones (sin el mismo nivel de desarrollo). Al mismo tiempo, esta población es la más vulnerable frente a las afectaciones causadas principalmente por aquella minoría “desarrollada”.

En contraparte, el concepto de desarrollo sostenible ha ido construyéndose en las últimas décadas, reconociendo la importancia de las componentes social y ambiental, en la relación con el factor económico de un proyecto, además de la temporalidad con una visión de largo plazo. Más recientemente, ha sido reconocida la importancia de la gobernanza para evitar conflictos socioambientales en los proyectos de infraestructura, como lo reporta el Banco Interamericano de Desarrollo en sus Lecciones de 4 décadas de conflicto en torno a proyectos de infraestructura en América Latina y el Caribe, publicado en 2017. En este texto, se refieren justamente las causantes de conflicto basadas en gobernanza, siendo las principales: una planificación deficiente, la ausencia o la falta de una consulta adecuada y la falta de transparencia.

Dentro de las causantes de conflictos ambientales destacan la degradación de los ecosistemas y la contaminación, mientras que entre las causantes de conflictos sociales incluyen la falta de beneficios comunitarios, la reducción de acceso a los recursos, los impactos en el sistema de valor tradicional de la gente local y la falta de empleos locales. Asimismo, los reportes de conflictos en la región de América Latina y el Caribe corresponden principalmente a los sectores del transporte, recursos y energía. Este último sector incluye conflictos con hidroeléctricas y eoloeléctricas.

Si lo anterior es reconocido por una entidad financiera de alto calibre, quizás debiéramos tomarlo como una señal de alerta. La iniciativa privada ya no puede darse el lujo de ignorar el enfoque de sostenibilidad, pero ni los gobiernos ni las empresas han mostrado en esta región tener un buen protocolo para evitar o solucionar conflictos. Piensan quizás que con una pequeña maquillada de ingeniería social (los llamados beneficios sociales compartidos) o de compromisos ambientales mínimos, el territorio no terminará degradándose socioambientalmente. Pero la falta de un ejercicio sistemático en la propuesta de proyectos de desarrollo sostenible terminará por seguir comprometiendo el futuro de nuestro Planeta.

Lo dije antes y lo sigo sosteniendo ahora: la Evaluación Ambiental Estratégica es una oportunidad para el desarrollo sostenible de la península de Yucatán. Es urgente su implementación, pues en ella se contemplan principios socioambientales y de gobernanza que pudieran, de una vez por todas, definir la capacidad de carga de nuestro territorio frente al embate de numerosos proyectos de gran escala: no sólo eléctricos, sino también los cultivos industrializados, las porcícolas, la industria cervecera, los desarrollos inmobiliarios y, por si fuera poco, el tren “maya”.

No debemos perder de vista que la gran civilización maya pudo haber desaparecido por el agotamiento de sus recursos, ¿buscamos una segunda extinción de la población en nuestro actual territorio maya?

* Investigador del Cinvestav – Unidad Mérida y miembro de la Articulación Yucatán.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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