Margarita Díaz Rubio
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya
Viernes 21 de febrero, 2020
[i]“En la abnegación, lo más raro es la perseverancia”. Napoleón Bonaparte, emperador francés (1769,1821)[/i]
Mateo fue uno de los 12 apóstoles elegidos por Jesús de Nazaret y la tradición cristiana le atribuye la calidad de evangelista. Vivió 74 años y se dedicó a recolectar los impuestos para los romanos cuando entendió la labor que Jesús tenía en la tierra, y a su muerte predicó varios años en Judea y países cercanos, para morir en Etiopía atravesado por una espada cuando estaba orando al pie del altar, después de una misa, por oponerse al matrimonio del rey Hirciaco con su sobrina Ifigenia, la cual se había convertido al cristianismo debido a la predicación de Mateo.
Esto viene a cuento debido a su evangelio (que fue el primero de los libros del Nuevo Testamento originalmente escrito en hebreo y traducido después al griego) sobre la luz y la sal, mismo que clarifica lo que deberíamos ser los católicos para nuestros semejantes: sal y luz.
La sal conserva y da sabor a los alimentos que preparamos, y la luz abre caminos, nos protege de las sombras y nos permite ver con claridad todo lo que nos rodea.
El domingo de hace 15 días los sacerdotes en las iglesias nos aconsejaron ser como la luz y como la sal para así poder llevar el mensaje que Cristo dio a la humanidad. Y perseverar en ese objetivo.
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