Yassir Rodríguez Martínez
El 26 de marzo de 2021, en el marco del Conversatorio Pandemia, gobernanza y acción social en Yucatán: un año de desafíos (ORGA), el ORGA tuvo a bien presentar su Declaración de Principios Orientadores de la Gobernanza a un Año de la Pandemia. Dicha declaratoria se destaca por presentar puntos importantes para alcanzar una mejor gobernanza local en Yucatán. De los distintos puntos hago énfasis en aquel que da cuenta de la necesidad de realizar cambios en las políticas públicas considerando un enfoque intercultural, con el fin de alcanzar mayores grados de equidad entre grupos culturales, al mismo tiempo que se fomente el diálogo, el respeto, la convivencia y el aprendizaje mutuo entre grupos culturales diversos.
¿Por qué es importante pensar la relación entre políticas públicas e interculturalidad? Pensando en Yucatán, prontamente podríamos ubicar al territorio yucateco como un territorio multicultural en el que habitan grupos socioculturales y étnicos diferentes entre sí; tal es el caso de la población Maya -grupo étnico mayoritario- y la población Tsotsil, Tseltal, Zapoteca, Mixe, entre otros que habitan en el territorio. Ahora bien, la sola presencia de diversos grupos o culturas en un territorio no implica que éstas se encuentren en posiciones de igualdad respecto del resto de la población y tampoco que exista un respeto hacia ellas. Es decir, si bien la multiculturalidad es un hecho, la interculturalidad es un proceso. La armonía, la igualdad, el respeto y el diálogo entre sujetos que pertenecen a diversas culturas tiene que ser pensado como un proceso de construcción en el que precisamente las políticas públicas tienen mucho que decir. Digo que tienen mucho que decir, porque efectivamente, las políticas públicas en su sentido más general se relacionan con la participación de los habitantes de un territorio en la búsqueda de soluciones a problemas, se trata de la participación con miras a la transformación de la realidad social, política y económica.
Los ciudadanos -todos, todas-, son la razón de ser del estado, es a partir de ellos que se deben encontrar los problemas y las posibles soluciones, todo esto mediante la deliberación y el diálogo oportuno. Y aquí es donde precisamente tenemos que regresar a la interculturalidad.
La interculturalidad remite esencialmente a un diálogo fecundo y enriquecedor entre culturas diversas. ¿Qué debemos procurar entonces para construir este diálogo? Por lo menos dos cosas: un respeto mutuo y el reconocimiento de la capacidad de creación cultural, política y social de los diversos grupos que ocupan o forman parte de un territorio. Vista de esta forma, la interculturalidad se trata de prácticas y principios, es un enfoque que puede permitirnos pensar en la construcción de políticas públicas en las cuales se considere la voz de todos y todas; políticas públicas a partir de las cuales nos acostumbremos a encontrarnos para dialogar -también para “chocar y estar en desacuerdo”-, pero sobre todo para buscar formas de resolver nuestras diferencias en pro del bienestar de la mayoría.
Hay que tratar de empujar a Yucatán hacia la interculturalidad; como dice Schmelkes (2003), ninguna sociedad multicultural que aspire a la democracia puede ser verdaderamente democrática si no transita de la multiculturalidad a la interculturalidad.
Edición: Estefanía Cardeña
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