Óscar Muñoz
Desde que comenzó la pandemia, probablemente desde antes, surgieron a relucir varios aspectos negativos de los Libros de Texto Gratuitos (LTG) de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Primeramente, en los libros de Español y Lecturas, la ausencia de los grandes escritores nacionales y universales fue más que notoria. Sólo uno que otro gran escritor se dejaba ver por algunas páginas. Sin embargo, este defecto pudo ser subsanado sin mayores problemas. Lo verdaderamente alarmante fue cuando México y el mundo entero fueron sorprendidos por la pandemia, y los libros escolares mostraron otro tipo de problemas, más de carácter pedagógico y didáctico.
A pesar de que, antes de la pandemia, fue aprobada la (ahora mal llamada) contra reforma educativa, la que esta administración gubernamental opuso a la mal llamada reforma educativa de Peña Nieto, no se vio que hubiera un nuevo enfoque de la educación nacional, ni estrategias pedagógicas adecuadas a la trasformación de Nación que se pretende, ni mucho menos herramientas didácticas (como podrían ser los libros educativos) acordes a las circunstancias actuales de la educación y la salud públicas. Por desgracia, los LTG mostraron diversos problemas de diseño respecto del aprendizaje.
Si bien los LTG están diseñados para apoyar la enseñanza-aprendizaje, éstos no fueron capaces de favorecer el aprendizaje durante las clases virtuales. Así que surgieron nuevos materiales de apoyo para enfrentar este tipo de clases durante la emergencia sanitaria. Ante ello, los padres de familia tuvieron que acompañar a sus hijos durante las clases virtuales con materiales inadecuados, como lo fueron los cuadernillos de apoyo. Lo que al principio fue pensado: cuadernos de apoyo que procuraran la autonomía del aprendizaje de los niños, terminó en la dependencia y el seguimiento de las instrucciones bajo la orientación necesaria tanto de los maestros virtuales como de las madres de familia y, aun así, los objetivos de aprendizaje no fueron alcanzados.
Cabe destacar que, a consecuencia de los improvisados cuadernillos de apoyo que la SEP tuvo que diseñar en plena emergencia sanitaria, las consecuencias serán vistas pronto, una vez que acaben las clases virtuales y los alumnos pasen finalmente a las clases presenciales. Y ahí, en las clases ordinarias y a través de los sistemas de evaluación, seguramente serán constatados los errores escolares, los pocos objetivos de aprendizaje logrados por los alumnos y la inconsistencia de los materiales de apoyo, como es el caso de los LTG, así como los cuadernos emergentes. Desde ahora mismo, los docentes y padres de familia están reconociendo la problemática educativa que causó la pandemia. Pero también es relevante la incapacidad de las autoridades educativas del país y los estados develada durante estos meses de la epidemia.
No cabe duda que la SEP y las secretarías estatales de educación tendrán que tomar en serio lo que sucede con los LTG y todos aquellos materiales de apoyo para el aprendizaje. No deberán echar en saco roto lo que obtengan a través de la evaluación de los alumnos, como si no hubiera sucedido nada grave, o negar lo que será más que evidente: el fracaso escolar. Habrá que contar con un enfoque educativo bien cimentado, unas estrategias pedagógicas bien delineadas y unos recursos didácticos bien diseñados, sin improvisaciones ni ocurrencias. La calidad educativa, que el sistema escolar exige ahora, que muy pronto regresará a las clases presenciales, deberá prevalecer a como dé lugar. Ahí queda la responsabilidad de las autoridades educativas del estado y el país en asegurarla.
Edición: Laura Espejo
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