Aída López
El 9 de julio pasado se cumplieron 35 años de la muerte de Nellie Campobello, autora de Cartucho. Relatos de la lucha en el Norte de México, primera obra de la Revolución Mexicana escrita por una mujer. A 90 años desde su primera edición en 1931 continúa vigente por su carácter testimonial y arquetípico. Apoyada en la narración oral, de adulta escribe Cuentos verdaderos en un país donde se fabrican leyendas, dedicatoria de la escritora a su mamá que se las “regaló”.
La presencia femenina bordea la periferia donde se apoyan los personajes centrales masculinos. Fungen de telón sin llegar nunca al protagonismo. Las mujeres lo mismo sirven para alimentarlos, curarlos, rezarles o darles una noche de pasión. La madre de la narradora –de quien nunca dice su nombre- es uno de los personajes que de cuando en cuando toma la palabra; dos voces femeninas. La pequeña rememora las historias que su mamá le contaba porque las “tenía en su corazón” y otras que vivenció. A través de los episodios conocemos que Rafaela Luna Miranda simpatizaba con Villa, se preocupaba por su familia y por las mujeres que pudieran ser raptadas por los soldados. Era madre, esposa y enfermera en el Hospital de Jesús, tomaba café con aguardiente y enrollaba los cigarros que se fumaba.
Algunos de los arquetipos femeninos contenidos son el de la madre religiosa que encomienda a su hijo a todos los santos para que lo libre de todo mal como doña Magdalena que se la pasa rezando porque sabe que la muerte va detrás de su hijo el Kirilí y doña Refugio que se desvelaba rezando al Santo Niño de Atocha para que proteja a Tomás Urbina.
Están las buenas samaritanas como Doña María quien al ver a Tomás Urbina curtido de balas en la puerta de su casa lo mete al cuarto donde tenía un altar al Niño de Atocha, lo vela y hasta lo entierra y “una doctora que vivía a un lado del mesón del Águila” que metió a su casa el cuerpo acribillado del coronel Bufanda.
Las casaderas como la Chagua que a la muerte de su novio el Kirilí se puso de luto y luego se hizo mujer de la calle y Anita que por miedo se volvió novia de Bartolo Santiago. También las deseadas que estuvieron a punto del rapto como Irene de 14 años que de no haber huido por la chimenea hubiera terminado en el lecho de Agustín García y un soldado yaqui que murió en el intento “Por un beso” de Luisa.
La lideresa beligerante pero sentimental cuando se enamora está retratada en la coronela Nacha de Ceniceros que se la pasa llorando por el coronel Gallardo. Lo insólito termina con la historia de amor cuando una bala del arma de la mujer disparada por error perfora el cráneo de su amante. La fusilan por el asesinato y nace la leyenda negra del hormiguero en su tumba.
También encontramos a las aguerridas como Carolina que le abre la puerta a Villa con rifle en mano con el que tiraba los 16 de septiembre y se la entrega o la señora que grita a un revolucionario para que le traiga un huesito de la rodilla de Villa con la que se hará una reliquia.
Están las prácticas como “Las muchachas de la Segunda del Rayo se olvidaron de los oficiales y dieron hijos a otros hombres” y Marina, hermana de Bartolo Santiago, que huyó “porque era piedra suelta”.
Las mujeres de la revolución a pesar de que en momentos se muestran decididas y activas lo hacen desde el espacio doméstico asignado por los hombres. Deben permanecer atentas y dispuestas para cubrir las necesidades de los vivos y los muertos.
Edición: Laura Espejo
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