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Las feministas nos peleamos entre nosotras y lo hacemos muy bien. Nuestra discusión viene desde la interseccionalidad, desde las distintas historias y contextos que nos atraviesan y claro, pero claro, que vamos a pelear por lo que creemos y defendemos, por el derecho a las diferencias. Claro que vamos a querer siempre hacer las cosas distintas, claro que vamos a separarnos en bandos y formar colectivas nuevas que vayan con nuestra visión de los derechos de las mujeres, claro que vamos a discutir y hacer crítica de las formas de trabajo, de las formas de pelear por los derechos, claro que nos vamos a ir de espacios donde no nos respetan y no necesitamos sacar la sororidad para todo porque nosotras mejor que nadie sabemos cuándo aplica y cuándo no.

Parece chiste que al patriarcado le guste vernos pelear cuando justamente de eso se trata el feminismo, de buscar espacios respetuosos y seguros para ejercer nuestros derechos desde la lucha; aunque ellos lo quieran más como espectáculo. De la lucha nacimos y en la lucha nos convertimos. No habríamos conquistado tantos espacios a lo largo de la historia de no haber sido porque encontramos desacuerdos, porque hallamos que no a todas nos atravesaban las mismas violencias y a partir de ello tuvimos que reestructurar la visión, los objetivos y los alcances.

Sería inaudito que ahora quieran seguir con la cantaleta de “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”, cuando las discusiones entre colectivas o entre los feminismos van por mejorar y no para destruirnos. El patriarcado disfruta mucho ver que no estamos de acuerdo, que discutimos entre nosotras en los Congresos, en las marchas o reuniones políticas; lo saborea tanto, cree que es el principio del fin del feminismo, pero no, cariño, no te equivoques, las mujeres tenemos buenas razones para discutir entre nosotras y siempre conseguimos, a través de ello, alcanzar más derechos.

Del dicho al hecho, hacemos más de lo que decimos en este mundo y pelearnos entre nosotras no ha hecho más que abrirnos camino hacia donde queremos estar.

Pero al patriarcado le encanta vernos pelear, le recuerda a aquellos tiempos en los que las mujeres se peleaban por “el amor” de un hombre y en primera fila casi que nos tiran agua para que además se convierta en un espectáculo de playeras mojadas o un poco de barro para una “sensual” pelea en lodo.

Los movimientos por la misma naturaleza de la palabra no pueden ser inamovibles, deben considerar todas las aristas, no deben olvidar que hay mujeres racializadas, que no todas tienen acceso a Internet, es más, muchas de ellas no tienen acceso a un Ministerio Público para denunciar violencias, entonces claro que se deben criticar los feminismos que se apostaron desde los privilegios, como lo es el liberal, pero esto es siempre para diseminar el acceso a la justicia social de las mujeres, no para perjudicarnos per se.

Tampoco podemos decir que cualquier discusión entre mujeres es una confrontación entre feministas. No todas las mujeres son feministas y eso es lo que nos hace confrontarnos en muchas ocasiones: las mujeres pueden seguir teniendo visiones patriarcales y machistas y eso impide que sus posturas realmente ayuden a otras, de hecho, muchas en puestos de poder y de toma de decisiones son mujeres que se dicen a favor de los derechos de este sector, pero de manera muy ambigua, sin reflexionar lo que eso conlleva y significa, simplemente se adhieren al tema poniendo moños morados en todos lados sin generar políticas públicas pensadas para erradicar la violencia de género.

En sí, lo que nos queda es comprender que en todo movimiento social hay disputas, hay decenas de posturas y que puede haber cientos de aristas para abordar un tema, y que también tenemos derecho a pelear sin fundamentar todo desde la teoría, que también somos seres humanos que podemos pelear y equivocarnos como lo han hecho durante décadas los hombres desde todos los puestos de poder.

¿O te has preguntado por qué criticas las disputas entre mujeres y no haces el mismo ejercicio si una situación similar se presenta en hombres? Bueno, pues es buena fecha para reflexionarlo. Si andas tras los trapitos de Shakira y jamás le cuestionaste a Bad Bunny por todas las canciones despechadas que escribió y con las cuales, aparte de todo, se hizo famoso, quizá estés aún viviendo en la misoginia sin saberlo. Si cantas canciones de J. Balvin que hablan de que es mejor en la cama que los novios de cualquier mujer, pero si lo hace una chica le llamas “robamaridos”, también es buena hora de reflexionar ese machismo interiorizado.

Las mujeres nos vamos a pelear entre nosotras porque los hombres no pueden seguir monopolizando el desacuerdo disfrazado de diplomacia. En ellos es “grilla política”, en mujeres termina siendo “un jalón de greñas” o “pelea de lavadero”, ¿sí vamos encontrando la diferencia y la desigualdad oculta?

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Edición: Estefanía Cardeña


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