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2000 es un número más importante que 10, 100 o 1000. En el 2000 debía acabarse el mundo, en 2001 debimos haber hecho contacto después de una gran odisea. Lo antiguo tiene mil años, lo mitológico 2000. Las leyendas empiezan después del segundo milenio.

Dos mil (ahora con letra) es muchísimo hasta en números consecutivos de un periódico. México y Yucatán eran otros hace dos mil periódicos. Otros. Gobernaban otros, el rumbo del país era otro, las minorías políticas eran otras, las aspiraciones eran otras, el destino soñado para el país era otro sueño, soñado por otros. 

Hace dos mil periódicos el país no era guinda y las cosas que hoy vemos en términos de violencia política verbal y contienda discursiva polarizante hubieran resultado inverosímiles para cualquier profeta o pitonisa. Hace dos mil periódicos los que hoy son hegemónicos estaban en la lista de lo obsoleto y quienes hoy están a punto de ser barridos por la historia eran los dueños del mundo. En dos mil periódicos el mundo puede ser otro, de cabeza. 

En ese sentido, La Jornada Maya es un periódico ancestral, cuyos orígenes se pierden en un México, una península y un Yucatán que hoy ya no existen más, del que quedan ruinas, recuerdos y memorias fragmentadas; porque los nuevos ganadores están escribiendo su nueva versión de la historia tan distorsionada y cierta como todas las anteriores. 

Parece coincidencia -y en realidad lo es, aunque siempre habrá que negarlo- pero el número dos mil de La Jornada Maya se publica el 5 de junio del 2023. Se publicará HOY, es decir, un día después de la batalla por el último Stalingrado en el destino de México como democracia liberal y de mercado o como un país irreversiblemente comprometido con la reivindicación, el desagravio y el caudillismo latinoamericanos. Ninguno de los dos bandos es bueno, pero el triunfo de uno u otro sí nos llevará a países muy distintos y el triunfo de uno u otro será la noticia del número esencial de un dos y tres ceros.

El número dos mil de La Jornada Maya se publica en un México en el que el último bastión desde el que podría reconstruirse una democracia convencional habrá caído y entonces vendrá un México concebido por una sola persona -un hombre fuerte- en sus recorridos peregrinos; o bien el impreso del dos veces mil circula llevando las noticias de que el empuje que parecía imparable -un blitzkrieg en 4ª velocidad- ha sido contenido a las orillas no del río Volga, sino del río Lerma. Es esa neblina temporal de la alborada. 

El 5 de junio, el día del ejemplar dos mil, es fatídico en el sentido neutro de una palabra a la que se le han dado demasiados tonos trágicos. El número dos mil en su cabeza anuncia el porvenir, lo que vendrá, esa es la única certeza total. 

México y Yucatán podrán adivinar sus destinos, hacia un lado o hacia el otro de lo político, lo económico, lo social, lo cultural y todo lo demás, dependiendo del cómo amanezca la República este día. No es un día más y menos un número más. La historia reciente del país cierra un capítulo en concurrencia con la edición 2000. En el periodismo no hay coincidencias insistimos. 

La Jornada Maya en su ejemplar 2000 (volvemos a los números arábigos) no hace ni hará otra cosa sino narrar y ser memoria, esperando con esa idea llegar a su número 5000.  Porque si 2000 es un número lleno de magia, 5000 son los años que tiene de antigüedad la civilización y así de antigua es la lucha entre la libertad y la disparidad como principio, o la colectividad y la obediencia como norma. 

La Jornada Maya inicia su tercer milenio editorial y lo hace en el que por fuerza es un amanecer decisivo en la historia política y social de México y de esta sagrada Península, Península. 

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Edición: Estefanía Cardeña