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La gran C

Editorial
Foto: Juan Manuel Valdivia

En el entorno de cada persona es difícil no hallar por lo menos a una mujer que ha enfrentado el cáncer de mama. Historias van y vienen sobre aquellas que han perdido el cabello o bajado drásticamente de talla a causa de las quimioterapias. Otras han sufrido una mastectomía en distintos grados. Aquella está en remisión, otras no han sido tan afortunadas. 

También, campañas van y vienen para hacer conciencia sobre este padecimiento y lo sencillo que es prevenirlo, con dedicar unos cuantos minutos al mes para el autocuidado. Pero pareciera que existe una programación que nos conduce a postergar todo aquello relacionado con la prevención de cualquier padecimiento y a buscar auxilio únicamente en situaciones de urgencia; aunque el término urgente termine traduciéndose como “demasiado tarde” como para salvar la vida o para siquiera recuperar la condición sanitaria previa a la enfermedad.

La cuestión del cáncer de mama no es de acceso a la salud o de economía. En todas esas historias hay una mujer empresaria y generadora de empleos, o la que posee estudios de posgrado, lo mismo que el ama de casa rural que apenas concluyó la primaria. El asunto pasa por la educación y la higiene, no reduciendo ésta a la limpieza, sino entendiéndola como el conjunto de prácticas que disminuyen los factores de riesgo de desarrollar un padecimiento catastrófico, porque eso es el cáncer cuando se le ignora y se le permite seguir avanzando.

Pero así como ataca, el cáncer de mama también expone la diferenciación en la sociedad. No es casualidad que los casos más severos se encuentren en zonas indígenas, donde las detecciones se dan en las etapas más avanzadas y la atención médica debe ser una extirpación radical o de plano limitarse a tratamientos paliativos porque ya es demasiado tarde hasta para salvar la vida.

Ser indígena no debiera ser sinónimo de tener mayor probabilidad de morir de cáncer, como tampoco debiera serlo de vivir en condiciones de marginación. Se vuelve necesario el análisis de rasgos culturales que permita detectar qué es lo que impide a las mujeres practicar la autoexploración o incluso buscar atención profesional cuando detectan un síntoma avanzado como secreción en el pezón o cambios en la forma y textura de la mama.

El hecho de que se organicen campañas ofreciendo mastografías, ultrasonidos, valoraciones ginecológicas y oncológicas gratuitas, además de intensificar la oferta de información para la detección del cáncer de mama siempre será digno de encomio. Sin embargo, también son estrategias cuyos resultados deben evaluarse e ir más allá del simple “a cuántas mujeres se les entregó folletos” o participaron en una plática informativa. Año con año debe buscarse la reducción en el número de muertes y de mastectomías.

Algo debe cambiarse para tener más detecciones tempranas, para lo cual resulta indispensable que se generalice la práctica de la autoexploración. De poco importa cuántos lazos rosa veamos en las calles o cuántas luminarias de ese color se coloquen en edificios públicos si el número de muertes y de mastectomías permanece inmutable año con año. En pocas palabras, el gasto en publicidad tiene que traducirse en resultados concretos, de lo contrario, es dinero dedicado a festividades y no a prevención.

En el Día Internacional de Lucha contra el Cáncer de Mama, todos podemos unirnos a la tarea de concientización, pero ésta debe llegar a nuestro entorno. Llevar un lazo prendido al hombro o la solapa es un gesto sin mayor trascendencia si no va acompañado de una llamada a nuestras compañeras, a las mujeres en nuestras vidas, para que tomen en serio el llamado a tocarse. Esta será tal vez la manera más directa de decir “me importas y te quiero saludable”.

Llenémonos de historias de mujeres que a la primera sospecha buscaron atención y que gracias a esto se practicaron una mastografía, un ultrasonido y que hoy están a nuestro lado alegres de estar vivas. Así las queremos.


Sigue leyendo:

-Autoexploración, fundamental para salvar vidas: Doctora Leidy Gavaleth

-Aumenta incidencia de cáncer de mama en mujeres menores de 40 años: Doctora Jiménez

-Chécate las Cookies, campaña que aporta recursos al combate del cáncer de mama

 

Edición: Estefanía Cardeña


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