La literatura juvenil, ignorada

En un artículo anterior, ya había planteado la relativa inexistencia de la literatura infantil y juvenil, al considerar que no hay publicaciones de textos literarios escritos por niños y adolescentes. Sin embargo, existen talentos infantiles y juveniles en la literatura. Inequívocamente, los adultos hacen más caso a los textos literarios “maduros”, a los que son escritos en “talleres prestigiosos” o son aprobados por reconocidos escritores o “expertos” en literatura.  

Precisamente en abril de este año, mes de la infancia, fueron presentadas dos plaquettes de literatura infantil y juvenil, sí, publicaciones de textos literarios creados por dos talentosas escritoras: Valentina Álvarez Aldana, una niña de 10 años, y Fernanda Ávila Guillermo, una jovencita de 17 años. Dicha presentación ocurrió en la Biblioteca Central Estatal “Manuel Cepeda Peraza”, en el centro de la ciudad de Mérida, que es parte de la Secretaría de la Cultura y las Artes del gobierno estatal. 

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Cabe destacar que la plaquette de la escritora más pequeña contiene un solo cuento que se titula Sofía, la niña exploradora, aunque incluye varias escenas que provocan el suspenso necesario para que los lectores continúen la historia. En cambio, la publicación de la escritora de mayor edad, titulada Los collares que rompí y otros cuentos, está integrada por cinco relatos cortos, que reflejan las inquietudes adolescentes ante los recuerdos, las aventuras, la fraternidad, y otros aspectos de la vida.

Respecto de la plaquette de Fernanda Ávila, sus cuentos presentan una sólida estructura narrativa; sus personajes están bien definidos, y los hechos están concatenados unos con otros de tal forma que llevan al lector al final esperado en ciertas historias, o un final inesperado en otras. Vale destacar que algunos relatos de esta autora están armados con mucho cuidado, como si ya tuviera la experiencia de escribir literatura por años. Lo que sí reflejan con toda evidencia es que sus historias son el resultado de mucha lectura y muy variada.

En cuanto a la estructura de los relatos de Fernanda, valdrá la pena señalar la utilización de la “caja china” en el cuento El baño, es decir, una historia dentro de otra historia. Aunque algunos otros dirían que se trata de un simple flashback, como en el cine. Sea como sea, la estructura de este cuento no es tan simple; hubo complejidad al escribir el relato, pero al leerlo nunca nadie se perdería. Y esta situación permite valorar el cuento como un atrevimiento literario.

Otro relato destacable de Fernanda Ávila, por sus personajes, su lenguaje y el contexto histórico de los acontecimientos, es Querubines. En este cuento, participan dos argentinas en un concierto ocurrido en los años sesenta, aunque la autora nunca ha estado en la Argentina ni vivió en esos años del siglo pasado, ni tampoco su lenguaje es de ese país sudamericano. Sin embargo, las actitudes de las personajes son argentinas y su lenguaje es argentino, con todo y acento agudo en los diálogos: “– Nah, boluda, hasta que me preguntás. Te andabas cagando de risa cada vez que lo decía y ni sabías a qué me refería. / – La concha que te parió, Rocío; déjate de dramas y decime –le dije entre risas.”

¿Será que realmente no existe la literatura infantil y juvenil? ¿O será que existe a pesar de que no hay publicaciones de literatura infantil y juvenil, como las señaladas; será que existe a pesar de que a nadie le importa que haya niños y adolescentes talentosos; será que existe a pesar de que no hay talleres especializados para niños y jóvenes; será que existe a pesar de que no existen concursos y premios literarios para este tipo de literatura; será que existe a pesar de que no hay programas públicos para atender esta necesidad infantil y juvenil? Al parecer, no existe esta literatura y, sin embargo, se mueve.

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Edición: Fernando Sierra