Opinión
A. Sasil Sánchez CH.
08/07/2024 | Mérida, Yucatán
Si bien, la tecnología es una gran aliada para la revitalización y uso de lenguas minorizadas, como el maya yucateco, por el alcance y su manipulación, no debe hacernos perder de vista el origen: lo humano.
Los avances tecnológicos son posibles gracias a que detrás de esas inteligencias hay, y ha habido, personas que hicieron grandes trabajos para que los códigos y softwares funcionaran con la eficacia con la que las conocemos. Sin embargo, a mí entender, siendo solo una usuaria de estas tecnologías -no especialista- es que por más inteligencia que exista no se puede reemplazar el pensamiento humano sino sólo aproximarse y tampoco se puede reemplazar con ella el trabajo previo a su funcionamiento óptimo.
La codificación en que los idiomas funcionan se determina por la dinámica que surge en el entorno social, cultural, ritual, informal, formal y demás, en la práctica de individuos en el día a día. ¿Cómo entonces la inteligencia artificial nos hace sentir que cuando usamos un traductor tiene toda la estructura de cualquier hablante? La respuesta es que sucede gracias a esas personas que trabajaron en primera, para alimentar y, en segunda, para entrenar esas inteligencias.
Muchas lenguas, a lo largo de los años, han tenido la posibilidad de conformar robustos corpus lingüísticos, estos son, en palabras más coloquiales, colecciones de textos -científicos, literarios, periodísticos, educativos, publicitarios, etcétera-, vocabularios, diccionarios; orales y escritos, que permiten tener referencias del uso de los idiomas en los diferentes ámbitos especializados, y no en que las personas nos desarrollamos.
Hay lenguas minorizadas, como el mayat’aan, que ni siquiera cuentan con un corpus lingüístico; es decir, no existen los elementos suficientes documentados y procesados con los cuales alimentar esa tecnología que conforme un traductor o se convierta en la voz de una Alexa. Fue apenas hace unos tres años que inició el importante -y muy necesario-
proyecto T’aantsil, donde se han recolectado palabras, modismos y diversas pronunciaciones de los hablantes del maya en Yucatán, Campeche y Quintana Roo, y se ha ido procesando para generar alimento necesario para tecnologías como un traductor. Actualmente, sigue en curso esta labor, sin embargo, hace falta muchísimo más para formar y entrenar cada vez más tecnología.
Para nutrir un corpus son ineludibles elementos tanto escritos como orales de tal forma que su concentración permita hacer que la tecnología sea más cercana a la realidad lingüística; pero, entonces, ¿qué es lo que pasa cuando no existe, es poco o nulo el corpus? La inteligencia se hace lejana y limitada.
Entonces, la inclusión de estas lenguas es, desde luego, un paso contundente para comenzar a generar otras dinámicas en el medio digital, pero también es esa ventana que nos regresa a la realidad, al menos a quienes estamos conscientes, de alguna manera, de la salud de lenguas no hegemónicas, como la del maya peninsular. Con ello se activa, otra vez, esa alarma que nos recuerda el enorme y apremiante trabajo que es necesario realizar con las lenguas minorizadas antes de que el desplazamiento lingüístico se lleve consigo el momento actual de estos idiomas, en sus diversas ramas; antes de que la generación contemporánea quede silenciada por el tiempo y por las condiciones que aún permean sobre los hablantes.
Para que la implementación de las lenguas minorizadas a la tecnología se cada vez más real y voluminosa es transcendental la documentación, recopilación, transcripción, pero, sobre todo, la vitalidad y permanencia de sus hablantes, es decir, es preciso que haya personas que todavía quieran hablar, narrar, platicar, escribir, entretenerse y demás en lengua maya; de tal forma que eso permita alimentar un acervo lingüístico lo suficientemente grande hasta dejarlo robusto. Sin dejar de lado, de ninguna manera, a aquellos los profesionales y a todos los recursos e insumos necesarios y suficientes que permitan su realización. Entonces sí, la tecnología en mayat’aan, logrará ser diversa y completamente funcional.
Edición: Fernando Sierra