Opinión
Andrés Silva Piotrowsky
13/10/2024 | Mérida, Yucatán
Cuando un grupo social tiene claras las formas que comunican su pasado y su presente, probablemente sea el momento en que inicia el luminoso reconocimiento de sí mismo.
Seguramente todas las sociedades encuentran en sus relaciones productivas objetos, olores, imágenes en donde se cimienta su identidad colectiva y su emoción individual.
Foto: Andrés Silva Piotrowsky
A la distancia, el auge del henequén en Yucatán nos ofrece cuando menos dos escenarios con transparencia: el enriquecimiento de los hacendados y una explotación laboral, rayana en la escavitud, de los yaquis, los mayas y los coreanos.
Foto: Andrés Silva Piotrowsky
Lo deplorable que nos parece el sometimiento de un grupo humano por otro no obstaculiza las vivencias que nos abordan en el plano personal.
Mientras recorría la exposición
Sosok-Soskil de Rafiki, algunas amigas y amigos mayas coincidieron en que lo que observaron los remitió a momentos de su infancia, cuando veían a sus abuelos deshilachar las fibras del agave que expedía un olor peculiar y ahora fue vehículo de la nostalgia.
Foto: Andrés Silva Piotrowsky
Quizá esa convergencia del pasado con el presente es lo que que propicia una especie de explosión sensorial; en efecto: multidimensional; porque Rafiki huye del discurso lineal y juega con el bagazo del llamado oro verde (para muchos concebido como basura o desecho) y lo explota hasta la fascinación estética en una especie de multiverso que hace convivir la historia con los medios electrónicos, con las expresiones más básicas de la fibra y la fulguración que se manifiesta en el diseño de modas.
De este modo, el artista visual nos introduce a un viaje simultáneo en diferentes pistas; vamos del documento histórico, la fotografía, la elaboración artesanal, (por ejemplo, de una máscara), pasamos por la expresión videográfica que nos habla de un obsesivo recorrido circular y la monumental yuxtaposición de hilos trenzados que impera en la sala, o el delicado trasto pectoral con reminiscencias coreanas, pues se hizo con la intervención de la diseñadora Pamela Gallegos Kim de esa ascendencia oriental, que llama la atención desde el principio como una vestimenta deseable por los concurrentes.

Foto: Andrés Silva Piotrowsky
La organización visual que nos ofrece el artista no eclipsa la mirada crítica de un pasado abominable, tampoco abandera causas ideológicas; sin embargo, por la gracia de su talento, reivindica elementos que son parte irreductible del imaginario e identidad de los yucatecos.
Foto: Andrés Silva Piotrowsky
La sala posterior de la Pinacoteca Juan Gamboa Guzmán, en el corazón de Mérida (Callejón del Congreso), ahí donde se fundó la segunda Universidad de Norteamérica, hace ya varios siglos, aloja la muestra promovida por el Proyecto Y que encabeza Catherine Petitgas, coordinado por Fritzia Irizar y Óscar García, quienes en complicidad con Marcela Palacios, directora del recinto, eligieron a este artista yucateco extraordinario que, como tal, nos provee de la esencia del arte: conocimiento y emoción, realidad y espejo.
Edición: Fernando Sierra