Opinión
La Jornada Maya
11/11/2024 | Mérida, Yucatán
Abrahan Collí Tun y Julián Dzul Nah
A la memoria de Daniela Maldonado Cano, maestra y amiga empeñada en compartir las didácticas de lo maravilloso.
Escuchamos por primera vez la Milonga del moro judío hace muchos años atrás, mientras nos dirigíamos a realizar trabajo de campo en un vehículo prestado. Tras la contundente estrofa final de Jorge Drexler (“el mismo suelo que piso / seguirá, yo me habré ido / rumbo también del olvido / no hay doctrina que no vaya / y no hay pueblo que no se haya / creído el pueblo elegido”), nos encontramos envueltos en un emotivo e ingenuo silencio que sólo rompimos para intentar descifrar por qué coincidíamos en/con una canción que nos parecía cierta, hermosa y elocuente. Llevábamos entonces poco tiempo como egresados de la licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales que la UNAM en Yucatán impartía desde el CEPHCIS, ahora cobijada en la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Mérida. No podíamos sino coincidir en un tema que nos resultaba delicado y veraz. Lejos de acusar el pretendido carácter etnocéntrico de las colectividades humanas, recordamos las veces que el personal docente nos insistía en las aulas que la carrera era una oportunidad para discutir y pensar en torno a las diferencias y modos en que las sociedades humanas viven y cohabitan, con todas las singularidades que implican en distintos niveles. Para esto era importante no sólo obstinadas revisiones conceptuales, sino también mucho trabajo de campo. Varios profesores insistían en que era insoslayable, aun cuando fuese recorriendo un territorio tan cercano y aparentemente homogéneo, como antes solíamos imaginar la península.
Al optar por esta licenciatura, lo hicimos a sabiendas de que se trataba de un acercamiento a discusiones sobre los múltiples significados y vivencias en torno a la alteridad, las representaciones sobre lo que la diversidad refleja de nuestras sociedades, y los muchos modos de relacionarnos con las otredades. Entre las muchas preguntas rectoras, figuraban –y siguen destacando– las siguientes: ¿Por qué la diversidad implica un problema en nuestras sociedades? ¿Qué caminos hay para cohabitar mundos más justos, equitativos? Al entonces, hubo contenidos que nos parecían abrumadores, y no los asimilamos sino hasta mucho después, cuando los derroteros profesionales nos obsequiaban pequeñas respuestas, o cuando el sencillo devenir de la vida cotidiana solucionaba cuestiones que alguna vez nos parecieron intrincadas. Muchos contenidos siguen siendo inasibles, aparentemente inalcanzables, colocados en estructuras que muchas veces nos parecen inamovibles o vedadas. Esto muchas veces a razón de las limitaciones personales, sesgos y prejuicios, sometidos a esfuerzos de constante revisión que intentan hacerse conscientes.
Cuando hemos recomendado la licenciatura que cursamos –que se imparte también en la ENES-León y en la misma Ciudad Universitaria–, lo hemos hecho recalcando las herramientas críticas que se ofrecen a sus estudiantes, que permiten la (re)orientación de los intereses personales, habilidades, convicciones, preocupaciones, memorias personales y colectivas, hacia áreas de investigación, intervención, diseño y activación de proyectos interculturales que pueden responder a demandas situadas nacidas desde la otredad, desde nos-otros/as/es.
La malla curricular se nutre de una variedad de disciplinas y contenidos provenientes de la filosofía, antropología, historia, sociología, sociolingüística, literatura y derecho, y que a nuestro juicio, posibilitan una pluralidad de formas de acercarse a las diversidades. Esto al tiempo que proponen la ampliación de las maneras de entender aquello que llamamos “cultura” y “lo intercultural”, más allá del mundo de las artes y de las relaciones interétnicas; incluso fuera de los límites de las relaciones exclusivamente humanas, como proponen algunas perspectivas y orientaciones más recientes, como desde los ecofeminismos, a decir de Verónica Araiza. Estas distintas miradas posibilitan actualizaciones teóricas y prácticas en el alumnado según sus competencias e intereses, al plantearse posibilidades de mediación ante controversias socioambientales o en materia de derechos humanos, por señalar un par de ejemplos, donde se desempeñan un sinnúmero de colegas. Hay además un incipiente desempeño docente de egresadas y egresados de esta licenciatura en algunas asignaturas. Es urgente que la misma universidad, los coordinadores y comités académicos de sus distintas sedes faciliten todos los procesos para que cada vez más graduados se sumen a las filas del profesorado impartiendo asignaturas de investigación, entre otras obligatorias, lo que redundará en beneficio de la propia licenciatura.
En fin, nuestro paso por esta carrera, junto con quienes nos acompañaron desde la comunidad estudiantil, nos ayudó a pensarnos y relatarnos, a replantear nuestros modos de pertenencia, a vernos en nuestras formas de hacer comunidad, en cómo enfrentamos y participamos de situaciones conflictivas, a desdoblar con cariño una canción. Ha sido una invitación constante a apreciar, problematizar, sentir, imaginar, resistir desde la interculturalidad como concepto guía, como proyecto político por construir, en palabras de Catherine Walsh. Como ética del cuidado, un proceso donde la diversidad –como dice Verónica Araiza– no sea una problemática masa manejable o asimilable, rechazada, gestionable, sino una disruptiva realidad (re)configuradora del mundo a la que urge abrazar.
Profesores en la ENES Mérida, UNAM.
Edición: Fernando Sierra