Opinión
La Jornada Maya
27/11/2024 | Mérida, Yucatán
De entre los personajes de la 4T, Marcelo Ebrard es uno de los que destaca en buena medida por ser el eterno aspirante y por no aceptar fácilmente las derrotas. La más reciente fue la precampaña presidencial de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), en la cual obtuvo el segundo lugar, aunque distante de la vencedora, Claudia Sheinbaum, quien hoy encabeza el Ejecutivo federal.
Con tono calmado, y con cifras a la mano, Ebrard se ha encargado de responder -al menos para los mexicanos -por qué la imposición de aranceles sería una apuesta contraproducente, porque sus primeros efectos serían la pérdida de 400 mil empleos sólo en Estados Unidos y las empresas más afectadas resultarían precisamente las que Trump busca atraer y que se establezcan completamente en su país, que son sus automotrices históricas, General Motors y Ford Motor Company, además de Stellantis.
Además de los empleos, ya se preveía, terminarán perdiendo los consumidores estadunidenses, que verían cómo los vehículos que más utilizan para labores agrícolas quedan fuera de su alcance.
Ebrard, al igual que muchos otros, sabe que tanto Estados Unidos como Canadá necesitan de México para que la región norteamericana se mantenga competitiva frente al enorme jugador que es China, pero también otros que están buscando nuevos mercados, como Rusia o la India. En caso de entrar en una batalla de imposición mutua de aranceles, la caída comenzará precisamente en el consumo de Estados Unidos, arrastrando tras de sí a sus socios, los que posiblemente ya han puesto en marcha algunos mecanismos de anclaje, como atraer inversiones chinas y de otros países con los que ya se tienen acuerdos.
Por supuesto que los temas de migración, tráfico de drogas y armas están sobre la mesa, pero por lo menos se ve que México puede llevar a la negociación un análisis sólido y presentar opciones para que la solución no recaiga en un solo país, particularmente cuando los socios insisten en mirar al sur como si ahí estuviera el origen de sus problemas sociales.
Ebrard, por ahora, no se ha mostrado como partidario de responder a aranceles con aranceles, pero sí ha dejado entrever que es una opción que no se descarta en el gobierno de Claudia Sheinbaum y que, de ser necesario, México aplicará estos impuestos en productos muy específicos, procurando causar dolor en los bolsillos de los consumidores estadunidenses, algo que puede restarle apoyo a Trump.
Lo que ha hecho Ebrard en estos últimos días, en cuanto a política interior, es demostrar que es un gran jugador para el equipo y que de la Secretaría de Economía saldrán propuestas de alto impacto en apoyo a Claudia Sheinbaum. De aquí a los primeros 15 días de enero tiene otro pendiente: hacer mancuerna con Alicia Bárcena, su sucesora en la Secretaría de Relaciones Exteriores, para conformar un equipo diplomático y de negociación para la próxima revisión del T-MEC. A ambos les conviene obtener un mejor acuerdo, pues el efecto amplio es la recuperación de México como líder de la política exterior en América Latina.
Edición: Fernando Sierra