Opinión
La Jornada Maya
12/02/2025 | Mérida, Yucatán
Miguel Carbajal Rodríguez
En gran parte de México, la preocupación principal respecto al agua gira en torno a las sequías y el agotamiento de fuentes hídricas. Sin embargo, en la Península de Yucatán, el debate se centra en la contaminación del acuífero, señalándose con frecuencia al sector pecuario como principal responsable. Pero, ¿realmente es así?
Un análisis de los datos oficiales revela una historia que rara vez se cuenta. Según el Programa Hídrico Regional 2020-2024, publicado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el sector agrícola utiliza 82 por ciento del agua disponible en la región. Le siguen el uso urbano con 12 por ciento y la industria, que consume un modesto 2.5 por ciento. El sector pecuario, que incluye actividades de producción porcina, bovina y ovina, representa tan solo 1.95 por ciento del consumo total.
Cuando analizamos las fuentes de contaminación del agua, las cifras son igualmente reveladoras. El informe indica que los servicios (hotelería, restaurantes y comercios) son responsables del 68 por ciento de las descargas contaminantes, seguidos de la industria con 16.5 por ciento y el uso urbano con 10 por ciento. En contraste, las aportaciones del sector porcícola apenas alcanzan 0.8 por ciento. Y aunque las descargas provenientes de actividades agrícolas no se incluyen en estas estadísticas, diversos estudios locales han documentado que las aguas cargadas de agroquímicos también contribuyen significativamente a la contaminación del acuífero.
No podemos ignorar, además, que las aguas residuales generadas diariamente por los cerca de 2 millones de habitantes del estado son vertidas en su mayoría al manto freático sin tratamiento adecuado. Este es un problema estructural de gran magnitud, que afecta directamente la calidad del agua en Yucatán.
Pese a la claridad de estos datos, persiste una narrativa que señala al sector pecuario, y en particular a la industria porcina, como el principal culpable de la contaminación del agua en Yucatán. Esta desinformación es amplificada por ciertos grupos que se presentan como ambientalistas y defensores del medio ambiente, pero que omiten mencionar otras fuentes de contaminación realmente críticas, como el uso indiscriminado de agroquímicos, las decargas urbana o las toneladas de basura que terminan en cenotes y otros cuerpos de agua.
El problema de esta narrativa no radica únicamente en la falta de precisión, sino en las consecuencias que genera. Al desinformar a la población, se fomenta una percepción negativa y alejada de la realidad sobre un sector productivo clave para la economía del estado. Además, esta presión social puede llevar a las autoridades a aplicar regulaciones desproporcionadas sobre actividades que ya operan con estrictos controles ambientales, mientras se descuidan las verdaderas causas del deterioro del acuífero.
Si el objetivo principal es proteger el agua y la biodiversidad de Yucatán, debemos abordar el problema desde un enfoque integral, basado en datos científicos y no en prejuicios. Esto implica prestar atención a todas las fuentes de contaminación, sin excepciones. ¿Por qué algunos actores no denuncian problemas como la contaminación causada por aguas residuales urbanas o la presencia de agroquímicos en la leche materna que consumen nuestros niños? ¿Por qué no se menciona la deforestación derivada del crecimiento urbano?
La realidad es que al omitir estos temas, se pierde de vista el panorama completo. Las acusaciones infundadas no solo desvían la atención de los verdaderos retos ambientales, sino que también dividen a la sociedad, generan conflictos y dificultan el desarrollo sostenible de Yucatán.
La transparencia y la objetividad son fundamentales para construir soluciones efectivas y equitativas. No podemos permitir que la desinformación determine el rumbo de las políticas públicas ni la percepción social sobre sectores productivos vitales. Al contrario, debemos promover el pensamiento crítico y fomentar un diálogo informado que permita diseñar estrategias basadas en la realidad y no en especulaciones.
La contaminación del agua en Yucatán es un desafío complejo que nos afecta a todos, y la única forma de enfrentarlo es mediante un esfuerzo colectivo. Esto incluye a las autoridades, los sectores productivos, las comunidades y los grupos ambientalistas que verdaderamente buscan el bien común.
Proteger el acuífero no es tarea de unos cuantos. Es una responsabilidad compartida que exige compromiso, pensamiento crítico, información veraz y una visión integral que no deje espacio para intereses particulares ni divisiones infundadas. Si queremos asegurar un futuro más limpio y saludable para las próximas generaciones, debemos trabajar juntos, con base en la ciencia, para abordar las causas reales de la contaminación y preservar este recurso invaluable.
Edición: Fernando Sierra