Opinión
Aída López
05/03/2025 | Mérida, Yucatán
El universo de las mujeres del siglo XX se acotaba al noviazgo, el matrimonio, los hijos y el hogar, prioridades de la condición a costa de renuncias profesionales. Intentar armonizar la esfera privada y la pública implicaba riesgos y sacrificios, por supuesto también comprometía la honorabilidad si el trabajo u oficio requería deshoras, viajes y compañía masculina. Los avatares de la conquista de la libertad a favor del ejercicio profesional quedan ampliamente narrados en Una mujer en campaña (El nido del fénix, 2024) de Georgina Rosado Rosado. En la autobiografía escrita a manera de crónica, la autora inicia por la cadena de circunstancias y eventos que la arrojaron al mismo infierno, donde los reclamos, las culpas, la hostilidad y hasta los golpes, le recordaron que tenía que regresar de donde nunca debió salir: su hogar. Sin embargo, la protagonista no cejó y sacó la fortaleza para enfrentarse al mundo apoyada en su filosofía y ética de vida.
Georgina no se victimiza, solo da fe de los hechos, mostrándonos a una mujer cuya personalidad nunca fue ni silenciosa, ni introvertida, sino idealista, pues su carrera de antropóloga social la concientizó de la necesidad de transformar la sociedad, llevándola a abanderar causas como la de la siderúrgica y la del sindicato de la industria avícola en Yucatán, a través de organizaciones clandestinas y denuncias públicas, posicionándose como una política de izquierda en la línea de masas. Fue en medio de los enfrentamientos con el género masculino que adquirió la perspectiva de género, lo que la convirtió en pionera al aplicarla en el campo de la docencia e investigación, camino lleno de dificultades por su carácter insumiso e intrépido.
¿Rosita fresita o la flor más fea de la empacadora? Motes que Georgina adquirió durante la operación encubierta en la que se aventuró para investigar el clima laboral dentro de una empacadora de fresas en Michoacán. La experiencia agridulce le dejó claro que la misoginia, la cosificación y el canon de belleza podían hacer la diferencia entre el buen y el maltrato que ella sintió en carne propia de parte de su superior inmediato. Pero la venganza fue dulce cuando al final de su plan, el hijo del dueño hizo que el maltratador le entregara las mejores fresas que le fueron negadas en el período en el que laboró como una empleada más despatando la fruta. El triunfo lo sintió en su piel callosa, impregnada a fresa, al momento de su informe cuando sus mentores de la maestría en el Colegio de Michoacán (COLMICH) olvidaron sus irreverencias de la evaluación anterior. Ahí fue donde adquirió las herramientas que le sirvieron para comprender los procesos sociales que tanto le preocupaban.
Su paso por la política en los noventa tampoco fue un camino de rosas, por eso llama el capítulo “Planeando sobre el acantilado”, ya que implicó una fuerza de sustentación para mantenerse en el extinto Partido Revolucionario Institucional (PRD), donde ya no fue ni fresita ni flor, sino la “Chiquita, bonita y con facilidad de palabra”, cualidades que la subieron a la palestra y la perfilaron como una líder por caminos que no eran lo que ella creía, pues contrario a la supuesta visión de transformación, los intereses personales prevalecían por encima del bien común, entonces rememoró las palabras de su padre: “la política es muy sucia”, pues aunque era un partido de izquierda, se regía igual que el partido oficial. Este primer desencanto no mermó sus ideales y sin presupuesto contendió por una curul en el Congreso local, cuyas funciones compartió con la crianza de su pequeña hija con la ilusión primigenia de transformar a la sociedad desde los cimientos: “…la mística de éste y otros dirigentes, ausente en los y las políticas actuales, es necesaria para transformar el mundo”.
Una mujer en campaña es un libro íntimo, confesional, escrito en un momento de estabilidad con su hija y su pareja; sus dos amores. A través de las páginas la autora se atreve a desnudar sus vulnerabilidades, inseguridades, sus fracasos y desencantos, pero también sus triunfos y aprendizajes durante su poliédrica vida. Es un libro en el que, sin ser de superación personal, puede hacerse una valiosa lectura acerca de los retos superados con voluntad y arrojo, que templaron a la Georgina madre, profesional y amiga. La que si no consiguió transformar el mundo, seguramente sí lo hizo en la vida de muchos con sabiduría, mirada profunda y sonrisa franca.
Edición: Fernando Sierra