Opinión
La Jornada Maya
10/03/2025 | Mérida, Yucatán
Pocos conflictos entre el Estado mexicano y particulares han tenido la duración -y cobertura, hay que reconocerlo -que lleva el que mantiene la empresa Vulcan Materials Company, conocida antes como Calica y luego como Sac-Tun; este último, nombre con el que operó como filial precisamente de Vulcan Materials. Lo que comenzó con reportes de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en 2018, escaló a los señalamientos de devastación del medio y contaminación de mantos freáticos, hasta que el presidente Andrés Manuel López Obrador decretó el cambio de uso del suelo en un área próxima a Ciudad del Carmen, que explotaba esta empresa dedicada a la extracción de material pétreo.
Ajustándose a una retórica que se remonta a la Guerra Fría, ahora Vulcan ha recurrido a
congresistas estadunidenses para que estos a su vez envíen una comunicación a su presidente, Donald Trump, y éste a su vez “exija a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, una resolución en torno al caso de la empresa de agregados de construcción”, cosa que 35 legisladores hicieron el viernes pasado.
La misiva en cuestión agrega que “en el continuo contacto que se tiene con México y su presidenta [sic] se debería incluir la resolución del caso del mayor productor de agregados de construcción en Estados Unidos” y que éste, Vulcan, “fue objeto de un trato atroz”.
Podría alegarse falta de oficio legislativo o ínfulas imperialistas en un mundo que ya ha cambiado. En todo caso, la resolución que pretenden debe emitirla el Poder Judicial, y agreguemos que si la empresa buscara esa vía necesitaría demostrar con documentos tanto la superficie que puede afectar como por cuánto tiempo puede hacerlo. Esa información se encuentra en su Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) y en su concesión, siendo que esta última venció el año pasado.
En cuanto a la MIA, las autoridades mexicanas han concluido que Vulcan Materials violó lo establecido en ella, algo que tal vez los congresistas prefieren que no se sepa en Estados Unidos.
La cuestión de fondo es que Vulcan Materials se ha visto forzada, en los últimos años, a cumplir con la normativa que regula las concesiones a empresas extranjeras, cuando su existencia misma se ha fundado en irregularidades y favores de políticos de alto nivel, lo que le ha permitido operar sin rendirle cuentas a nadie. Simplemente coincidió el momento en el que los mexicanos decidieron darse un gobierno de signo distinto al que les dejó hacer y deshacer con el momento en que su concesión venció. Aparte, el gobierno de Claudia Sheinbaum les ha abierto la puerta al diálogo para evitar ir a un juicio en el que, si nos atenemos a las leyes, debe resultar desfavorable a la empresa.
Ahora, lo que parecen patadas de ahogado son los dichos en cuanto a la vecindad de los terrenos que ocupa Vulcan, especialmente al resaltar que “el proyecto adyacente al Tren Maya podría estar financiado por el Partido Comunista Chino”, cosa que “preocupa a los congresistas” porque la península de Yucatán se encuentra a “tan solo 400 millas de Florida”.
En tres palabras condensaron los temores políticos de las décadas de 1950 -1960: Comunista, Chino y Florida; como si hubiesen caído en el olvido otras distancias, como la que hay entre la isla de Cuba y la misma península estadunidense mencionada, que es de 425 kilómetros (260 millas), o los 82 kilómetros (50 millas) que hay de Rusia a Alaska, que también pertenece a los Estados Unidos.
Pero apelar, además, a la política que ha seguido Donald Trump en materia de negocios internacionales, que hasta el momento ha sido amenazar con aranceles a fin de que las empresas estadunidenses que abrieron filiales o se trasladaron a otros países regresen a su país, lleva al supuesto de lo que ocurriría si Vulcan Material Company operara en los Estados Unidos como lo ha hecho en México. La supuesta injerencia china es, una vez más, otra maniobra discursiva mediante la cual los legisladores de ese país pretenden presionar a la Casa Blanca para que imponga sanciones a México por intentar frenar a una compañía que simplemente no podría hacer en su país de origen lo que ya hizo en este lado de la frontera.
La interrogante que queda es cómo quedará la Casa Blanca si después de echarse para atrás ya en dos ocasiones en cuanto a la imposición de aranceles a sus socios comerciales, alegando poca cooperación para detener el tráfico de drogas y el cruce de personas indocumentadas, buscará más información de la que le brindan las autoridades mexicanas sobre las inversiones en el Tren Maya, algo que además puede constatar a través de su estructura diplomática.
Mientras, Vulcan Materials sigue como una compañía que ya obtuvo pingües ganancias, y cual buitre, se abalanza sobre cualquier espacio natural próximo.
Edición: Estefanía Cardeña