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Como el humo. Vibraciones que atraviesan los cuerpos danzantes

Crónica del concierto de Antidoping en Mérida, Yucatán
Foto: Facebook Antidoping

“Es que lo necesito” me dijo mi querido amigo Luis Cupul, percusionista y tal vez la persona con la que más he hablado del reggae en la última década. Luis hablaba de del concierto de la emblemática banda del reggae mexicano, Antidoping que, con más de tres décadas de trayectoria, y luego de varios años de haberles visto por última vez, se presentarían en Disonante Refugio Sónico, una sala de conciertos bastante céntrica en Mérida, Yucatán. 

Lo que Luis necesitaba, y a lo que hice eco, fue a la vibración que caracteriza al reggae, no solo es el sonido y el bajo que se siente en el pecho, sino que también nos conecta con las raíces de nuestra identidad, la música que nos hizo sentir, pensar y sintonizarnos diferente con otros seres humanos. En mi caso, descubrí días después de esa plática que por primera vez en mi vida iba a escuchar a Pepe Grela, vocalista original de Antidoping y quien había grabado las voces en varias de mis canciones favoritas de la banda.

Con estas motivaciones asistí a un encuentro con la memoria de lo que me hace vibrar desde hace más de dos décadas, pero también a un primer encuentro con la voz detrás de versos que he repetido como mantras durante todo este tiempo. Junto con esa voz, estaría todo el combo que integra el sonido de Antidoping y se vaticinaba una oleada de emociones y sacudidas corporales en forma de baile.


Un urgente calor colectivo

Al llegar a la fila para entrar al lugar nos encontramos algunas decenas de personas en un rango de edad similar al mío, entre 35 y 45 años, hombres y mujeres con ropa negra, playeras de conciertos, dreadlocks, gorras y muchos, pero muchos abrazos de reencuentro con personas con las que solo convives donde la música se hace en vivo y suena a todo volumen por los altoparlantes.

El Patio Sónico, escenario al aire libre de Disonante, es un espacio en realidad pequeño, nos agolpábamos 200 personas para dejar apenas espacio en el que los meseros surfeaban los pedidos de cerveza y boneless a veces con permiso otras riéndose con quienes, en algún momento del trance del concierto, les bailamos a un lado chocando con ellos. 

El show no se hizo esperar, a los 15 minutos de haber entrado pasaron junto a mí Manol X, Peter, Juanpi, Adalid, Kenji, Pepe Grela y la sección de metales. Rayando las 10:30 de la noche se escucharon los primeros acordes del bajo que nos hicieron vibrar y a los pocos instantes el ensamble completo del Antidoping estaba tocando.

Recupera Lloyd Bradley, en su libro Bass Culture: la historia del reggae las palabras de Derrick Harriot: Como el equipo era tan potente y la vibración tan fuerte, más que escuchar la música la sentíamos. Era como si al bailar formaras parte de la música. Era nuestra. Y justo así se siente cuando empieza un concierto de reggae con el equipo de sonido correcto, no se escucha, primero se siente.

Me pasa algo curioso cuando escucho a proyectos de música que me emocionan mucho en vivo, suelo disfrutar de las primeras canciones del show con los ojos cerrados, trato de que la vista deje de estar presente para dejar que el resto de mis sentidos hagan el trabajo y descubro sensaciones en el cuerpo, con Wattalife se me erizó la barba, con a la vuelta de la esquina sentí la emoción deslizarse lentamente por mi espalda y en alguna intro que no pude identificar la sonrisa se me dibujó sola en el rostro hasta llenarlo por completo.


La cuenca del caribe nos abraza

Alguna vez platicando con un amigo músico, de broma me decía que si cambiabas unos cuantos acentos en el sonido y un par de instrumentos el reggae sonaría a cumbia. No me pareció nada irracional pensar que dos sonidos tan característicos compartan la cuenca del caribe como escenario de su creación. Esto les hermana desde las herencias africanas, del pasado colonial que hereda algunos instrumentos y de alguna raíz indígena que se hace presente. 

Tal vez por ello, se siente profundamente familiar cuando en un show de reggae sale a colación una o varias cumbias, se siente que palpitan con el mismo corazón. Cuando Pepe presentó un par de cumbias empezaron a salir los pasos prohibidos en la apretujada pista. En mi escaso espacio sólo alcazaba a hacer el paso cruzadito atrás de la cumbia en un rango mínimo porque sino chocaba con las personas, aunque no salió nada mal tener esos encontronazos, esas coincidencias del contacto incidental me arrancaron varias sonrisas con amistades nuevas y añejas.

Este movimiento se volvió en mi vida una especie de ritmo de meditación, cuando el reggae y la cumbia atraviesan mi cuerpo interpretado en vivo me conecto con un canal que no logro encontrar en otro lado. La capacidad de estar profundamente presente solo he podido equipararla en prácticas budistas y el diálogo de estos espacios tan diferentes habitando mi cuerpo es algo que hasta hoy no me he podido explicar.

En este encuentro de sonidos que brotan en el mar prístino del caribe se presentó la canción Vengan que la canta Manol X, tecladista fundador de Antidoping. Hace muchísimos años, cuando la banda comenzaba, algo que la caracterizaba era que había dos personas de más edad que los chavos que tocaban en el grupo, hasta hoy siguen los hermanos Apodaca en el centro del escenario: Manol X en el teclado y Peter en la batería. En esta canción, la voz de Manol X suena ya gastada en vivo, el tiempo ha hecho mucho mas entrañable la canción de alabanza a un ser superior que nos hermana a quienes bailamos con ella.

En el mismo libro de Lloyd Bradley sobre la historia del reggae hay una reflexión sobre el origen de los instrumentos con los que se interpreta este género musical. Las percusiones han caminado con la humanidad toda su historia y se han hecho de tantos materiales como nos podemos imaginar, pero el reggae tiene un espacio especial para la sección de metales. La trompeta, el trombón y el saxofón fueron una apropiación de la herencia colonial: el opresor que durante centurias fustigó a las comunidades afros e indígenas cayó derrotado ante el amor de estas comunidades por la fiesta y la música, nunca se las pudo arrebatar.

Lxs oprimidxs en un ardid de venganza ancestral se hicieron con los instrumentos militares realizados con metal e hicieron de ellos un llamado a la pista de baile. La sección de metales brilla durante toda la noche recordándonos que podrá el opresor creer que nos puede robar todo, pero no nos podrá robar nunca la fiesta.


La paz que da el esfuerzo

Cuando tenía como 15 o 16 años, apenas estaba conociendo el reggae, no siempre me dejaban asistir solo a los eventos y solía escuchar todos los días música que había descargado en napster o ares. Entre esas canciones se colaba de vez en cuando algún disco que podría encontrar en la extinta tienda mix-Up. Pero en esos años también sucedió un acontecimiento increíble: la banda de reggae que más me gustaba iba a tocar en la plaza grande presentando su más reciente disco.

El corazón del centro histórico de la ciudad de Mérida se llenó de jovenes que verían tocar a las bandas locales I&I, Rikita Banana y Orden Kalavera, el mismo evento sería cerrado por Antidoping. Desde ese día guardo el cd que compré de la banda llamado “esfuerzo universal” con el booklet firmado por Pedro Apodaca, baterista de Antidoping. La fotografía que me tomé con él se perdió en el universo de los discos duros quemados y la finitud insalvable de la nube pero sigo guardando el cd.

Viniendo como estampida desde esa época el verso de la canción que le da título al disco firmado resonó en mi cabeza. Cuando me siento profundamente satisfecho por haber logrado por lo que me esforcé descubro esa paz que da el esfuerzo y que me hace sentir un ser humano ligeramente mejor que ayer. Sensación que he tenido de manera recurrente el último mes y agradezco profundamente.

Sólo es posible este viaje temporal que me une con varios yo del pasado a través de la vibración, las letras de algunas canciones puede que ya no me hagan tanto sentido, pero el sonido que brota del bajo de antidoping resonando en mi pecho le dan relevancia a mi experiencia. Cómo si a cada paso que dieron esos Rulos del pasado llegaran las ondas hasta el que estuvo bailando hace unas noches en el Patio Sónico.


Un frenesí antifascista

Y creí que eso era todo, yo solo estaba esperando una canción más cuando sonó Lola, una canción jocosa sobre una chica que no logra conseguir con quien casarse y que a ritmo frenético de ska puso a brincar al público. Pero pasó lo inesperado, cuando llevas tanto tiempo escuchando un proyecto de música hasta puedes conocer los matices de su narrativa auditiva, invitaciones al público, canciones que sirven de puentes, pero la sorpresa tiene que estar por ahí, de vez en cuando, y escabullirse para patearte la cara.

Casi una década atrás, escuché por primera y única vez a Los de abajo, una banda de Ska de la Ciudad de México en la explanada del centro de convenciones Siglo XXI. Siempre me gustaron desde que les escuché por primera vez, y aunque han sido una banda muy prolífica su sonido nunca ha superado para mi el esfuerzo de producción que se llamó Latín Ska Force, un disco que tenía invitados en cada canción, muchos que son parte de mis artistas favoritos como el Mastuerzo en La Polka Pelazón, Horacio Blanco de Desorden Público en El insecto o Pepe Grela, vocalista de Antidoping en War 4 Peace.

Cuando empezó a sonar War 4 Peace el concierto tomó otra dimensión, una canción con unos versos punzantes antimilitaristas y que apuestan por la solidaridad colectiva hacen más sentido en el 2025 cuando el genocidio sigue azotando al pueblo palestino y el miedo parece el arma predilecta de los poderosos. Mientras ellos afilan sus garras para la peor de las guerras nosotrxs sudamos bailando ska. 

La catarsis antifascista que me permitió una canción que no esperaba también afinó mi mirada, ya solo esperaba el encore y en lo que llegaba disfruté una escena de lo mas romántica. Una chica sostenía el celular con la cámara de la selfie en la primera fila. Tenía una videollamada a una persona con la cara hinchada y los ojos entrecerrados de tener la luz del celular en el rostro. En medio de la oscuridad de una habitación distante, un ser humano agradecía a otro una videollamada amorosa para compartir las vibraciones del reggae.


Encore. A brillar

Descubrí manejando hacia el trabajo un par de semanas antes del evento algo que menciono en el segundo párrafo de esta crónica. Sonaba Antidoping en las bocinas y empezó la canción que esperé durante toda la noche. La última canción suele ser la que empieza con Pepe Grela gritando “Brilla, como la estrella que eres.” Solamente la palabra brilla salida de la voz de Pepe era lo que esperaba, durante más de 20 años ese sonido me acompañó en momentos de soledad profundamente lindos. Ante la duda, ante el festejo, ante la ausencia, ante la desgracia, siempre salía de mi garganta.


Brilla, como la estrella que eres

Brilla, como la estrella que eres

Y esparce tu luz

Y esparce tu luz.

@RuloZetaka




Edición: Estefanía Cardeña


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