Opinión
La Jornada Maya
23/04/2025 | Mérida, Yucatán
Por varios motivos, México se encuentra en recesión. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) está próximo a dar a conocer su medición y hacer oficial la situación. Sin embargo, otros organismos tanto nacionales como extranjeros ya han hecho públicos los resultados de sus propios monitoreos y estos no resultan halagüeños.
Debe considerarse que posiblemente todos los países experimentarán por lo menos altibajos en su economía, dada la guerra comercial emprendida por Donald Trump y su imposición de aranceles “recíprocos” con intención de acabar con dos puntales del último medio siglo: el libre intercambio y la política de nearshoring. Para la existencia de ambos se requiere que la lógica empresarial se rija por la competitividad y la búsqueda de la reducción de costos.
Mientras, el Fondo Monetario Internacional ha proyectado que la economía mexicana caerá 0.3 por ciento este año, y crecerá muy levemente a partir de 2026. El Banco Mundial, por su parte, prevé un nulo crecimiento en 2025 y una ligera recuperación en el próximo ciclo.
Los pronósticos externos no son inevitables. El mismo Banco Mundial indicó que México es el país con mayor reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe; este indicador, por sí solo, debiera brindar mayor margen de maniobra para el actual gobierno para impulsar políticas que permitan por lo menos mantener las actuales fuentes de empleo y una mejor distribución de la riqueza.
Los factores que señala el Banco Mundial en el Reporte Económico de América Latina y el Caribe (LACER, por sus siglas en inglés), para la difícil situación pronosticada, tienen un solo origen: la baja inversión, el endeudamiento elevado y un entorno externo cambiante, son obstáculos que se alimentan de la alta volatilidad económica mundial. Traduzcamos a guerra comercial, imposición unilateral de aranceles, políticas que buscan el “retorno” de empresas a sus países de origen, no constituyen un entorno que un gobierno nacional, y mucho menos local, pueda cambiar de la noche a la mañana. Y por ahora, la incertidumbre reina en el mundo.
Llamar a los países a impulsar la productividad y la competitividad, a que combatan las brechas persistentes en infraestructura, educación, comercio y gobernanza, no resuelve en lo inmediato el problema de falta de crecimiento. En medio de la incertidumbre, lo más seguro es que cada país busque cómo asegurar un mínimo de satisfactores a su población, además de garantizar el acceso a la educación, salud y alimentación; pero tendrá que hacerlo muchas veces con sus propios recursos y con las empresas locales, puesto que el ambiente mundial no está favoreciendo las inversiones internacionales.
México sí puede diversificar sus destinos comerciales. La producción del país está estructurada para la exportación, y la imposición de aranceles puede bloquear el acceso a mercados a los cuales, hasta hace unos meses, tenía asegurada la entrada. Cabe mencionar que el país tiene, además del Tratado México -Estados Unidos y Canadá (T-MEC) para comerciar, otros 11 acuerdos con bloques de países, que suman 46, por lo que es cuestión de aprovechar lo que ya se tiene, en lugar de seguir apostando fuertemente a una integración que, aparentemente, no le interesa a uno de los tres firmantes.
Queda entonces otro pendiente para México: hacer crecer el empleo formal. Mientras menos personas dependan de la informalidad para subsistir, mayor será la riqueza a distribuir precisamente en los rubros que permitirán el mayor desarrollo: educación, salud, infraestructura. Vencer la recesión no será fácil, pero se han abierto vías para fortalecer el mercado interno que deben dar resultados positivos en los próximos meses.
Edición: Fernando Sierra