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Del dolor a la alteridad en la obra de Johanna Martin Mardones

'Paisaje interno-(geo)grafía del alma' habita en los bordes, aquellos lugares que fragmentan el alma y el corazón
Foto: Luis Escalona Santander

Alfonso Castellón*

La artista chilena Johanna Martin Mardones, ha inaugurado recientemente una muestra titulada: Paisaje interno-(geo)grafía del alma, en el Centro de Extensión de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), Campus San Andrés de Concepción, Chile. Muestra de gran impacto visual y dramatismo, ya que aborda una travesía por aquellos “pliegues” que nos sitúan en los bordes, en aquellos lugares que son duros, hostiles y hasta crueles de la vida; aquellos momentos dolorosos que nos fragmentan el alma y también el corazón; sin embargo, precisamente es este contexto que le permite explorar, a esta talentosa artista, más allá de sus propios límites. 

La belleza como refugio

Construye su trabajo desde donde almacena sus memorias, y desde ese lugar, de absoluto poder, en un lenguaje Derridiano, es que excava hurgando en lo que ha construido y controlado, y también en lo que ha recordado y olvidado, hasta encontrar su mejor elección: BELLEZA. Sus plumadas neovanguardistas, danzan a un compás como lo haría un bello melisma, pariendo efectos emocionales profundos y es, precisamente, lo que le permite explorar más allá de sus fronteras en una permanente búsqueda de alguna esencia que le dé sentido e interpretación a su propia sinfonía. 

Su creación es una “puesta en escena” de enorme teatralidad, que presenta un estado de movimiento continuo, desesperado y de obsesa búsqueda, de un idílico “aposento”, de una “morada”, un “Hogar”. Ella, aturdida de dolor y padecimiento, y sintiendo que ha perdido su lugar de reposo, crea su propio territorio donde “habitar”; este desplazamiento semiótico de sus genuinas  emociones es lo que constituye y tiñen su obra de un sentido de verdad, más allá de toda expectativa, logrando el anhelado abrigo del ansiado bienestar, fetiche inserto subliminalmente en toda su muestra, que hoy exhibe al mundo orgullosa pero con algo de tormento y de vaivenes aún no resignados pues, su “templo” ahora, se ha cubierto de niebla.  

La creación como ilusión

Este ensamble, es lo que permite a sus observadores conectarse más profundamente con ella y entender mejor sus sentimientos, aun cuando sabe que su creación es sólo una ”ilusión”, ya que ciertamente, es el observador, como diría Walter Benjamin, entre otros tantos, quien recontextualiza y reinterpreta, quitándole al creador el control sobre su “aura”, ya que, además, es un ejercicio de apartado necesario, en donde “la creación debe liberarse de su creador para existir con vida propia”, diría Nietzsche (Así habló Zaratustra); por lo tanto, el significado de su obra ya no depende de las intenciones de su autor; una vez su creación, pertenece al espectador, quien la completa con su interpretación, liberando la obra de su creador, como tan bien lo expresara Barthes; después de todo, lo que Johanna implora en su “creación celestial”, es el recuerdo de lo que ama, del modo como lo cantara, por ejemplo, Rainer María Rilke en sus Elegías de Duino: “Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes angélicas? Y aun suponiendo que uno de ellos me estrechara súbitamente contra su corazón: yo sucumbiría por su existencia más fuerte. Porque lo bello no es otra cosa que el comienzo de lo terrible, que todavía podemos soportar…”. A pesar de toda esta aparente despreocupación acerca de qué viene luego de su creación, la artista en comento, sabe o lo intuye, que con su obra, nace la “alteridad”, como un “ser” que ronda sosegado, a hurtadillas pero en testera, para hacer su “reflexión Performática”, que le dé vida y continuidad a su obra; ya, su corazón algo de reparo ha recibido, ya ha exorcizado gran parte de su dolor, ahora está en estado de meseta y entregada al espectador, que con su contexto personal y subjetivo, como diría Umberto Eco, “abra” su inquietante creación y la transfigure constantemente, transformándola en un diálogo entre creador y público; mientras, su paleta grita con las más bellas saturaciones Fovistas y sus sensuales plumadas danzan con apasionada alegoría al encuentro con su anhelado “Grial”: Bienestar y Sosiego.

*Investigador y Crítico de Arte

Lea, del mismo autor: Fulgor intimista

Edición: Fernando Sierra


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