Opinión
La Jornada Maya
13/05/2025 | Mérida, Yucatán
Este martes
falleció José Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay, a los 89 años. A principios de año había revelado que padecía
cáncer de esófago, el cual le fue diagnosticado en mayo de 2024, pero para entonces el mal ya se había extendido y su cuerpo no soportaba más tratamientos. En los últimos días recibió únicamente cuidados paliativos.
Mujica perteneció a una generación que sufrió los efectos de la Segunda Guerra Mundial en la economía internacional, pero que en América Latina enfrentó los regímenes dictatoriales, militares, que marcaron el periodo de la Guerra Fría en el continente americano, surgidos como reacción a los extendidos reclamos por una verdadera justicia social.
La paz, entre las décadas de 1950 y 1980, fue inalcanzable para casi toda la región. Movimientos guerrilleros se extendieron del río Bravo a la cordillera de los Andes. En las islas del Caribe, los rebeldes cubanos expulsaron a Fulgencio Batista; en Chile, Salvador Allende llegaba por la vía democrática a La Moneda. La reacción contra ellos vino fue apoyada por fuerzas externas, desde la CIA; en Argentina, los militares depusieron tanto a Arturo Frondizi como al doctor Arturo Umberto Illia. En Brasil, un golpe de Estado depone a Joâo Goulart y se impone una dictadura militar encabezada por Humberto de Alencar Castelo Branco, iniciando una época de represiones a los derechos humanos, la libertad de prensa y la represión política.
Fue una época convulsa, y Uruguay no fue la excepción de esos tiempos. En la década de 1960, José Mujica ingresó al Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Por ello pasó 14 años en prisión, sufriendo aislamiento y numerosas torturas. No solamente sobrevivió a esa experiencia, sino que halló el modo de que fuera transformadora. Tras su liberación, optó por la vía política, hasta llegar a la presidencia, en 2010.
Llamado “El presidente más pobre del mundo”, Mujica se ganó un lugar entre los líderes mundiales que han pugnado por un cambio personal para llegar al social. Durante su mandato se legalizó el matrimonio igualitario y la interrupción voluntaria del embarazo; se fomentó la producción de mariguana para uso medicinal y la educación pública y la investigación científica recibieron un fuerte impulso. Sin embargo, Mujica es más reconocido por su retórica anticonsumista, la austeridad de su persona y su imagen sobria.
El uruguayo sabía proyectar coherencia entre su discurso y su imagen. Siempre a bordo de un viejo Volkswagen Sedán, retirado a una modesta causa en las afueras de Montevideo, su figura se hizo cautivadora para miles en el mundo, especialmente entre los más jóvenes, que vieron en él la posibilidad de que la austeridad de los gobernantes deje de ser una utopía.
Sus frases circulan por todo el Internet, haciendo ciclos por las redes sociales. Algunas parecen motivar a una filosofía de vida, alternativo al capitalismo, como “Cuando compras algo que no necesitas, pronto tendrás que vender algo que sí necesitas”, o “el problema no es la pobreza, es la riqueza mal distribuida”. El credo particular ha pasado a ser un ideal político económico, alcanzable, siempre que haya más personas dispuestas a llevar un programa de gobierno en el cual confluyan la postura personal con la social.
“Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. El guerrero tiene derecho a su descanso”, ha sido una de sus últimas declaraciones, en enero de este año. José Mujica ha dejado tras de sí un gran ejemplo de liderazgo político, en el cual el carisma de la austeridad se conjuga con el de crear las condiciones para un mejor reparto de la riqueza producida por un país, alcanzando un modelo en el cual el ser humano deje de ser el lobo de sí mismo y comience a viajar ligero, sin preocuparse por el equipaje, y en cambio vivir como el viento.
Edición: Fernando Sierra